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La Iglesia anglicana permite el matrimonio religioso de los divorciados

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La Iglesia anglicana permite el matrimonio religioso
de los divorciadosEl Sínodo anglicano deja gran margen de decisión a los párrocos para aprobar el segundo matrimonio

La Iglesia de Inglaterra ha aprobado que los divorciados puedan volver a contraer matrimonio religioso. El Sínodo General anglicano ha dado unas directrices para discernir qué parejas podrían ser admitidas a un nuevo matrimonio religioso, aunque en la práctica la decisión corresponderá a los párrocos.

A principios de 2000, un comité presidido por el obispo de Winchester, Rev. Michael Scott-Joynt, presentó un informe en el que se admitía que los divorciados pudieran casarse otra vez, para que fuera sometido a debate en todas las diócesis antes de ser tratado en el Sínodo. El documento en cuestión, El matrimonio religioso tras el divorcio, es un texto que se aparta explícitamente de la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio (ver servicio 16/00). Como en otros casos en que la Iglesia anglicana ha cambiado su doctrina, no se niega que el matrimonio indisoluble sea un ideal, pero se acomoda el ideal a la triste realidad de las rupturas.

La medida, acordada por amplia mayoría (269 votos a favor y 83 en contra), levanta la actual prohibición de que una persona pueda casarse otra vez si su cónyuge está aún vivo. Lo establecido en el Sínodo General se ha llevado a cabo a pesar de los temores de debilitar la promesa matrimonial de «hasta que la muerte nos separe». La decisión ha supuesto dar por bueno lo que cada vez más clérigos venían haciendo. Del total de matrimonios que se celebran en la Iglesia de Inglaterra, hay un 11% en los que uno de los contrayentes está divorciado. También allana el camino al príncipe de Gales para su posible matrimonio con Camila Parker Bowles, cuyo ex marido aún vive.

Los que se oponen a lo aprobado el pasado 9 de julio en el Sínodo General advierten que debilitará la doctrina del matrimonio indisoluble y dará lugar a que los pastores sufran presiones por parte de los divorciados que quieren volver a casarse en la iglesia. Señalan también que las directrices redactadas por los obispos para fomentar que haya una práctica coherente en todo el país sobre la admisión a un segundo matrimonio no tienen fuerza legal. Los clérigos que se oponen al matrimonio de los divorciados conservan el derecho a no casarlos. De modo que puede ocurrir que un clérigo case a todo divorciado que venga, mientras que otro de una parroquia vecina no admita a ninguno.

Las líneas orientadoras aprobadas conceden gran margen de decisión al sacerdote. El clérigo realizará una serie de preguntas a la pareja antes de tomar la decisión, tales como: ¿hasta qué punto la nueva pareja influyó en la ruptura del primer matrimonio?, ¿ha transcurrido el tiempo suficiente desde el divorcio para que los implicados recobren el buen juicio necesario para casarse?, ¿puede provocar escándalo el nuevo matrimonio?

En principio, las directrices aprobadas dicen que el matrimonio religioso de divorciados debe ser «excepcional». Pero quizá este criterio se quede también en un ideal, mientras que lo contrario sea la práctica habitual. Será difícil que los párrocos digan no, cuando la Iglesia admite la posibilidad.

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