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La generación del «baby boom» se jubila

publicado
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Los sistemas de pensiones y el mercado laboral se echan a temblar
Las primeras cohortes de los hijos del «baby boom» (los nacidos entre 1946 y 1964) se acercan a la edad de retiro, y el mundo se echa a temblar. Para mantener a flote los sistemas de pensiones, la receta prescrita es que se jubilen más tarde que sus padres. Además, la retirada de la que ha sido la generación más numerosa y mejor cualificada de la historia hace temer una escasez de trabajadores y un freno al crecimiento en los países desarrollados.

El retraso de la jubilación parece imparable. Si no se ha decidido ya, se recomienda con insistencia. Lo aconsejaba el año pasado, no por vez primera, la OCDE en su informe sobre «Envejecimiento y políticas de empleo» (ver Aceprensa 124/05). Poco después, en noviembre pasado, volvía a la carga en un estudio específico sobre Alemania, a cuyo nuevo gobierno felicitaba por adoptar una subida a 67 años de la edad mínima para jubilarse con la pensión completa, subida que se aplicará paulatinamente para que concluya en 2029.

Para que las cuentas cuadren

Una fórmula parecida, entre otras cosas, ha propuesto en Gran Bretaña una comisión presidida por lord Adair Turner, a la que el gobierno encargó estudiar la crisis de las pensiones (ver Aceprensa 141/04). Sus recomendaciones, publicadas en noviembre pasado, son retrasar la jubilación, subir las pensiones estatales y estimular el ahorro.

En Gran Bretaña, el retiro a los 65 años se fijó en 1925, cuando la longevidad media era mucho menor. Posponerlo resulta indispensable ante la perspectiva de que los mayores de 65 años serán el 45% de la población en 2035 y el 55% en 2050. La comisión Turner propone, primero, igualar la edad de jubilación de las mujeres (a partir de 60 años) a la de los hombres, a lo largo de los próximos 25 años; después, subirla gradualmente para los dos sexos hasta 68 años en 2050. Esto bastaría para tapar la mitad del agujero.

La segunda propuesta, aumentar la pensión mínima garantizada por el Estado, está pensada para evitar males mayores. Los jubilados con pensiones bajas reciben subvenciones estatales. Pero como estas ayudas desalientan el ahorro y cada vez menos empresas garantizan una pensión determinada, el número de beneficiarios tiende a crecer: al paso actual, serán el 70% de los pensionistas hacia 2035.

La tercera idea ataca uno de los puntos débiles del sistema británico desde que se implantó un régimen mixto, en que el Estado garantiza un mínimo y el resto debe venir de planes de pensiones privados. El problema es que la rentabilidad de los fondos ha bajado y los trabajadores y las empresas no han puesto contribuciones suficientes. La comisión Turner sugiere formar un plan de pensiones nacional que no será obligatorio, pero en el que todo el mundo estará inscrito mientras no diga lo contrario. Quien no pida la baja aportará el 4% de su salario neto (o más, si quiere); las empresas ayudarán con el equivalente del 3% y el estado con el 1%.

Menos brazos para trabajar

De todas formas, señala la OCDE, lo primero no es subir la edad de jubilación, sino lograr que se cumpla la establecida. En algunos países, los sistemas de pensiones podrían resistir algunos decenios más solo con eso.

En efecto, la proporción de activos entre la población de 55-64 años es muy mejorable. Gran Bretaña registra una tasa del 56%, y es de las altas. En cambio, Francia tiene el 40,6%; Alemania, el 39,2%; Bélgica e Italia están en torno al 30%… Y, por imperativo demográfico, la población mayor de 55 años va a crecer muy deprisa. En Estados Unidos, donde la tasa de actividad en el tramo 55-64 años no está mal (60%), los «baby boomers» irán cumpliendo 55 a razón de 4 millones de personas al año, por término medio. Lograr que siga trabajando una mayor parte de ellos es una necesidad matemática.

Pero el caso norteamericano, donde el problema de las pensiones es menos acuciante que en Europa, revela otro aspecto de la cuestión, que también se manifestará en otros países, aunque más tarde. Con un paro bajo (5,1% de media en 2005), en Estados Unidos la jubilación de los «baby boomers» (78 millones en total) anuncia carestía de mano de obra. Según los cálculos de la Oficina de Estadísticas Laborales, la población activa es el 66% del total, la tasa más baja desde 1989, y en el próximo decenio descenderá a menos del 65%. Si la creación de empleo se mantuviera más o menos como ahora, en 2008 habría un déficit de 5-6 millones de trabajadores, y de 7-10 millones en 2010. En tal caso, la teoría económica dice que o subiría la inflación o se frenaría el crecimiento.

Este escenario se repetirá, a menor escala, en otros países. En el caso de Alemania, la OCDE vaticina que desde 2020 faltarán unos 300.000-400.000 trabajadores por año. En el conjunto de la UE, según estimaciones de Eurostat, en los próximos 25 años la población en edad de trabajar se reducirá en 20,8 millones. En Japón se prevé ya la disminución de la población activa (ver segunda parte). En la India, por cierto, aumentará en 335 millones en el mismo periodo.

El valor de la experiencia

Pero llevarse el trabajo a la India o aceptar inmigrantes no puede compensar del todo la retirada masiva de «baby boomers». Sustituir personal cualificado y con experiencia no es fácil. Lo advertía el año pasado un informe elaborado por el departamento de recursos humanos de IBM: «Cuando se jubile la generación del «baby boom», muchas compañías se darán cuenta demasiado tarde de que se les ha ido la experiencia de toda una vida, sin que haya talentos suficientes para llenar el hueco» (citado en «The Economist», 18-02-2006).

Este es el aspecto no financiero del problema: aunque tuviéramos dinero de sobra para pagar las pensiones a los «baby boomers», necesitaríamos retenerlos más tiempo en sus puestos para mantener funcionando la maquinaria y poder adaptarnos sin brusquedades a su definitiva ausencia.

Lo que en parte vendrá solo. En un artículo famoso, el Prof. Peter Cappelli (Wharton School) duda que vaya a producirse la temida carestía de trabajadores en Estados Unidos (1). Aduce que la generación del «baby boom» retrasará el retiro por voluntad propia y por la fuerza de las circunstancias. Cuando comience a faltar personal cualificado, los sueldos subirán, lo que moverá a muchos a prolongar su vida activa. A la vez, los «baby boomers» no van a tener pensiones tan altas como esperaban, por los problemas que sufren los fondos gestionados por las empresas (que en EE.UU. cubren a la mayor parte de los trabajadores).

Repescar jubilados

Y en parte, retener a los mayores exigirá medidas por parte de las empresas y los estados. IBM es una de las empresas que ha empezado a repescar a sus propios jubilados para encargarles proyectos que no puede atender con su plantilla fija. Si este modelo se extiende, la jubilación podría ser, hasta cierta edad, una situación intermitente, que se alternara con periodos de vuelta al trabajo. En todo caso, subraya «The Economist» (18-02-2006) en un reportaje sobre el envejecimiento de la población activa, lo que más facilita que los mayores no dejen el puesto o se reincorporen es la flexibilidad de horario y condiciones de trabajo: lo mismo, anota el semanario, que demandan los empleados más jóvenes por motivos familiares.

Pero esto no será posible con leyes laborales que desaniman de prolongar la vida activa. En unos países no se permite ser pensionista y trabajar a la vez; en otros no interesa porque la ley fiscal penaliza al que lo hace. En cambio, Suiza tiene incentivos para evitar la jubilación temprana en los cinco años anteriores al tope oficial (65 años para los hombres y 64 para las mujeres). Quien se retira antes puede recibir la pensión estatal, pero con una reducción del 3,4-6,8% por cada año de adelanto; al revés, quien continúa trabajando aumenta su pensión estatal un 5,2% o más, hasta 5.000 francos, por cada año que persevera. Esta es una de las razones por las que los suizos de 55-64 años presentan una tasa de actividad cercana al 70%.

En buena medida, la adaptación al envejecimiento de la población trabajadora exigirá un cambio de mentalidad. Siempre se ha dicho que la antigüedad es un grado: salario y nivel jerárquico dependen de los años de servicio. Si en el futuro la jubilación es gradual, la carrera profesional no podrá terminar en lo más alto. Habrá que aceptar una rebaja de sueldo y de estatus en la vejez a cambio de flexibilidad laboral. Esto, a su vez, exigirá abandonar la regla, vigente en muchos sitios, de fijar la pensión en función del último salario.

También las empresas tendrán que replantear sus estrategias de dirección. Hoy día a los trabajadores mayores de 55 años se da mucha menos formación que a los de 45-54 años. Pero llega la hora en que no se podrá ver a los mayores como «trabajadores terminales» que han de dejar paso a los más jóvenes. Cuando los jóvenes sean muchos menos, los que se jubilen dejarán sobre todo huecos.

Rafael Serrano__________________(1) Peter Cappelli, «Will There Really Be a Labor Shortage?», Organizational Dynamics (agosto 2003).

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