La Feria de Francfort se interesa por la cultura islámica

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La Feria de Francfort ha acusado el golpe de los atentados del 11 de septiembre: menos editores presentes, menos visitantes, menos contratos. Pero, en cambio, para los editores de países islámicos puede haber sido una Feria más positiva: los editores occidentales se han dado cuenta de que existe una peligrosa ignorancia sobre la cultura islámica, y de que no puede haber un diálogo de civilizaciones sin un intercambio cultural más equilibrado.

En el clima bélico de estos días, los libros vedettes de la Feria tenían que ver con Bin Laden, los talibán y Afganistán. En el nombre de Osama Bin Laden, del francés Roland Jacquard, ha tenido la suerte de aparecer (con 72.000 ejemplares) justo después de los atentados, y se ha vendido a una decena de países. El estudio más completo sobre Los talibán (ver servicio 126/01), del periodista paquistaní Ahmed Rashid, que se había publicado primero en Gran Bretaña con una tirada de 3.000 ejemplares, ha subido como la espuma: los derechos para la edición de bolsillo se han subastado y Macmillan se ha hecho con ellos.

Los escasos libros sobre testimonios de Afganistán han encontrado mucha demanda. El relato de una mujer afgana, Latifa, Rostro robado, tener veinte años en Kabul, exhibirá su portada en quince países. La novela corta Tierra y cenizas, del escritor Atiq Rahimi, que refleja la áspera realidad de las guerras afganas, ha conocido una segunda juventud con reimpresiones y venta de derechos.

Pero, más allá de los libros relacionados con la actualidad, se ha advertido la necesidad de conocer mejor la cultura árabe y, en general, el Islam. Los editores del mundo musulmán presentes en la Feria han aprovechado la ocasión para insistir en el desequilibrado intercambio entre Occidente y sus países. Los autores occidentales se traducen habitualmente a las lenguas de los países islámicos; en cambio, a la inversa la traducción es más bien excepcional.

Sin duda, en esto influye la desigual potencia comercial. Frente a las grandes editoriales occidentales, los editores del Próximo o Medio Oriente suelen regentar pequeños negocios familiares. Aquí se hace sentir el peso de una tradición de censura, predominio de propiedad pública e insuficiente alfabetización en algunos países. Por ejemplo, en la Feria de Francfort, según cifras citadas en International Herald Tribune (18-X-2001), países como Pakistán, Jordania, Kuwait o Kazajstán tenían un solo stand, Arabia Saudita tenía siete, e Irán -marginado de la Feria tras la fatwa contra Salman Rusdhie- volvía otra vez a Francfort con una representación de la Asociación de Editores iraníes. En comparación, los editores de EE.UU. tenían 842 stands y los británicos 900.

Tampoco ha habido en los últimos tiempos gran interés en Occidente por traducir a autores de estos países. Hay que tener en cuenta que el 80% de las obras que se traducen en el mundo provienen solo de cuatro lenguas originales: inglés (57%), alemán, francés y español.

En algunos países islámicos otro problema tiene que ver con el no reconocimiento de los derechos de autor. Siria o Irán, por ejemplo, no han firmado la Convención de Derechos de autor y publican traducciones de manera pirata. Pero también se privan de la posibilidad de vender derechos de autor.

En general, podría decirse que el «diálogo entre civilizaciones» -al menos en los ambientes cultos- era más fluido en otros tiempos. Así lo ha recordado en estos días el escritor italiano Pietro Citati: «Pensamos que en la Edad Media la civilización cristiana, la islámica y la judía se ignoraban y combatían. Ciertamente, hubo guerras, sangre y persecuciones. Pero los escritores y los hombres religiosos islámicos conocían la Biblia, a Jesús y a María; y los místicos cristianos, la mística musulmana; al arte occidental le gustaban los animales y los arabescos venidos de Oriente; los filósofos, los alquimistas, los hombres de ciencia medievales leían a los árabes; mientras sistemas teológicos en parte afines surgían en torno a la Biblia en las tres religiones monoteístas. Había, pues, una profunda comprensión de las diferencias. Hoy esta comprensión ha sido sustituida por la ignorancia recíproca» (La Repubblica, 26-IX-2001). Y con la indiferencia entre civilizaciones hay más riesgo de choque de civilizaciones.

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