La familia, más importante que la guardería

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Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 77/15

Jay Belsky es uno de los psicólogos de la infancia más conocidos a nivel mundial. Sus trabajos han dado el soporte científico a la idea de que los primeros años de vida son decisivos para la formación de las habilidades no cognitivas, y por tanto en la futura conducta de los adultos.

Sin embargo, la carrera académica de Belsky no ha estado exenta de polémicas. Durante los años 70 y principios de los 80 escribió varios artículos que restaban importancia al supuesto efecto negativo de que los niños pequeños (de uno a tres años) pasaran muchas horas en la guardería. Estos trabajos fueron muy bien recibidos por el feminismo del momento, que estaba luchando por la plena incorporación de la mujer al mundo laboral y veía como adversario a cualquiera que pusiera en peligro este proceso, aunque fuera desde una perspectiva académica.

La influencia de una buena crianza en la familia es más determinante que la de una buena guardería

Medias verdades

Pero cuando Belsky publicó un estudio en 1986 que contradecía algunas de sus tesis anteriores, fue repudiado por el ambiente intelectual que antes lo jaleaba. Belsky pasó a ser considerado como un enemigo de la emancipación femenina. Él se ha defendido explicando que ante todo es un científico, y por tanto debe ajustar sus ideas a lo que le dicten los datos. También ha acusado a algunos investigadores de seleccionar solo aquellos resultados que cuadran con lo políticamente correcto en cada momento.

Recientemente ha publicado un artículo en Family Studies que critica una de estas manipulaciones a base de “medias verdades”. Según Belsky, la prensa –también la especializada– solo ha contado una parte de la historia en lo referente a la influencia de las guarderías en el desarrollo de los niños. Se ha subrayado su efecto positivo en ciertas habilidades cognitivas (un efecto que varias investigaciones más pormenorizadas han asociado solo a niños y niñas de bajo estrato socioeconómico). Sin embargo, no se han difundido tanto las consecuencias negativas, sobre todo, en las habilidades no cognitivas.

La baja calidad de los cuidados no lo explica todo

Según Belsky, algunos han justificado esta omisión diciendo que los riesgos asociados a un mayor uso de cuidados no familiares (más comportamientos agresivos, hiperactividad, tendencias compulsivas y desobediencia) no se deben en realidad a la cantidad de tiempo pasado en las guarderías, sino a la baja calidad de los cuidados proporcionados en estas instituciones. Sin embargo, Belsky sostiene que el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre este tema –el NICHD Study of Child Care and Youth Development– no ofrecía indicios de que esto fuera así, sino más bien de que los efectos negativos estaban presentes incluso en niños que habían recibido una buena instrucción.

La literatura científica sobre el tema no es ni mucho menos unánime. Un estudio llevado a cabo en Noruega en 2013 no encontró una relación significativa entre la asistencia a programas de cuidado fuera del hogar y distintos efectos positivos y negativos. Es decir, los que habían pasado más tiempo en guarderías no habían experimentado un empeoramiento de sus habilidades no cognitivas, pero tampoco ningún beneficio. Ni siquiera aquellos que recibieron una atención de mayor calidad.

Una de las limitaciones de este trabajo, no obstante, era que solo seguía a los niños hasta los seis años, por lo que no podía medir el efecto a largo plazo del que han hablado otras investigaciones. Por ejemplo, una publicada recientemente y referida a la provincia canadiense de Quebec. Este estudio analiza el impacto de un programa implementado en esta zona a finales de los 90: el gobierno incrementó los subsidios públicos y consiguió triplicar la tasa de escolarización de niños menores de cuatro años, hasta niveles superiores al 80%. Según los autores, que comparan distintos patrones cognitivos y no cognitivos de los niños de Quebec y de otras provincias, la exposición al programa está relacionada con un deterioro de ciertas tendencias no cognitivas (ansiedad, agresividad, hiperactividad), y con un empeoramiento de las conductas de riesgo en la adolescencia. También se reduce la “satisfacción con la propia vida” en esta etapa.

Los problemas de los niños criados en las guarderías

Aunque el estudio sugiere que los cuidados recibidos por los niños y niñas de Quebec no fueron especialmente buenos –entre otras cosas, por el abrupto crecimiento en la demanda de profesores, que obligó a rebajar los requisitos académicos–, los datos no permiten establecer una conexión entre la calidad de la instrucción y la mayor o menor intensidad de los efectos negativos. En cambio, sí señalan un patrón que han repetido otros trabajos: los perjuicios (primero en las habilidades no cognitivas y luego en las conductas adolescentes) son sufridos especialmente por los varones, sobre todo los de bajos estratos socioeconómicos.

El distinto efecto de los cuidados fuera de casa en niños según su clase social apunta a otra de las ideas sostenidas por Belsky en sus estudios: que los factores extraacadémicos, y especialmente los familiares, tienen mucho más peso que los académicos, ya se refieran estos a la cantidad de tiempo pasado en guarderías o la calidad de la atención recibida allí.

La influencia de una buena crianza (por ejemplo, que los padres hablen con el hijo utilizando un vocabulario relativamente rico) es más determinante que la de una buena guardería, tanto en el desarrollo de habilidades cognitivas (la lectura) como sociales. Como explica el psicólogo norteamericano, “si Dios concediera a una persona la posibilidad de elegir entre nacer en una familia maravillosa, pero no recibir cuidados extrafamiliares de calidad, o lo contrario (una guardería de postín y una familia poco implicada), lo más astuto para cualquiera sería escoger la primera opción”.

Según Belsky, esto no quiere decir que la calidad de los cuidados fuera de la familia no importe. Los niños y niñas que no encuentran en casa un clima propicio para una buena crianza (bien porque vivan en un hogar monoparental, o porque la falta de recursos o de permisos familiares pagados no permita a ninguno de los padres dedicar mucho tiempo a los hijos, o por cualquier otro motivo), se benefician especialmente de una guardería que se esmere en su atención. Sin embargo, la mejor guardería no puede sustituir a unos buenos padres.

Suecia: ¿ejemplo o advertencia?

Suecia fue uno de los países pioneros en incentivar la escolarización de los más pequeños. Los primeros programas se implementaron a mediados de los 70, de la mano de varios gobiernos socialistas que promocionaban los cuidados extrafamiliares con argumentos económicos y también ideológicos (la liberación de la mujer). Sin embargo, 40 años después, y tras sucesivas ampliaciones de los subsidios que han hecho que el 90% de los niños entre 18 meses y 5 años asista a una guardería, la salud psicológica de los jóvenes suecos ha empeorado.

Como explica Jonas Himmelstrand en un artículo para el Institute of Marriage and Family Canada (publicado en dos partes: 1 y 2), los niveles de ansiedad y poca satisfacción con la vida no dejan de aumentar entre los jóvenes, tanto de clases altas como bajas. También han empeorado los resultados académicos, y la disciplina en las aulas. Los sucesivos gobiernos han atribuido todos estos problemas a factores culturales, económicos o laborales, pero no han prestado mucha atención al hecho de que la gran mayoría de los niños suecos pasan poco tiempo con sus padres.

Para Himmelstrand, la extensión de los cuidados fuera de la familia ha hecho que los padres pierdan la confianza en su capacidad para criar a los hijos: “Han sido formados por médicos, agencias del gobierno y medios de comunicación en la creencia de que un niño necesita una guardería desde que tiene un año para poder desarrollarse […] Esto les hace olvidar su responsabilidad. Creen (o quieren creer) que los expertos en sus hijos no son ellos mismos, sino los cuidadores. Piensan que no pueden ofrecerles lo que les proporciona una institución”.

Sin embargo, comenta Himmelstrand, la psicología del desarrollo explica que en los primeros años de vida el niño necesita una conexión muy cercana con un adulto. Por eso, el gobierno sueco debería incentivar que más padres puedan quedarse en casa para cuidar de sus hijos. Por ejemplo, mediante ayudas económicas como las que se ofrecen en Finlandia o en el Reino Unido.

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