La disputa sobre la homosexualidad pone a los episcopalianos al borde del cisma

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Desde hace años, la tácita aceptación de la homosexualidad por parte de la jerarquía causa divisiones en la Iglesia episcopaliana (2,3 millones de fieles), la rama estadounidense del anglicanismo. Aunque no hay reconocimiento oficial, varios obispos permiten que gays activos sean ordenados sacerdotes y que se celebren uniones homosexuales en las iglesias. Algunas comunidades episcopalianas se oponen a lo que consideran una desviación doctrinal y han mantenido disputas públicas con la jerarquía. Las disensiones han llegado al borde del cisma desde que el pasado 24 de junio dos arzobispos extranjeros consagraron obispos en Denver a cuatro sacerdotes episcopalianos de Estados Unidos sin consentimiento de la jerarquía del país.

Los nuevos obispos son todos contrarios a la admisión de gays al sacerdocio y a las «bodas homosexuales». Tres de ellos habían abandonado el ministerio por este motivo, y se esperaba que el cuarto lo haría pronto. El objetivo de su consagración episcopal es que se ocupen de la atención pastoral de 35 comunidades episcopalianas de Estados Unidos, que se separaron de la Iglesia por disentir de la jerarquía en torno a la doctrina sobre la homosexualidad. Los mismos arzobispos consagrantes, Emmanuel Mbona Kolini (Ruanda) y Ping Chung Yong (Singapur), ya ordenaron el año pasado dos obispos norteamericanos disidentes en Singapur, con el mismo fin. Los dirigentes de esas comunidades han invitado a los episcopalianos descontentos a unirse a ellas.

Los arzobispos han declarado que la postura de la jerarquía estadounidense respecto a los homosexuales es síntoma de una «crisis de fe» en la Iglesia episcopaliana. Algo semejante ha dicho Charles Murphy, uno de los obispos ordenados en Denver: según él, esta consagración será un revulsivo que obligará a la Comunión Anglicana a definirse con respecto a la verdad bíblica. «Cada vez más personas decidirán si siguen el camino de la verdad o de la unidad» (Los Angeles Times, 25-VI-2001).

Ante el peligro de cisma formal, el mismo George Carey, arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia de Inglaterra, que ostenta la capitalidad de honor en la Comunión Anglicana, se ha visto obligado a intervenir con energía. Al conocer la consagración de obispos en Denver, se apresuró a calificarla de ilícita y dijo que suponía un ruptura de la comunión. Carey añadió que no reconocería a los nuevos obispos mientras no se reconciliaran con la jerarquía de la Iglesia episcopaliana.

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