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La cultura no tiene la culpa del atraso

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Según un libro del estadounidense Lawrence Harrison (The Pan-American Dream: Do Latin American Cultural Values Discourage True Partnership with the United States and Canada?, Basic Books), la raíz del atraso latinoamericano es la cultura «iberocatólica». En una reseña, The Economist (Londres, 15-III-97) critica esa teoría.

(…) Latinoamérica, según cree el autor, es diferente. Nunca ha logrado prosperidad duradera ni democracia estable a causa de su cultura «iberocatólica». Y la cultura, sostiene Harrison, es fundamental.

Las culturas de Norteamérica y los países del Este asiático valoran el futuro, el trabajo serio, la frugalidad, la educación, la promoción basada en el mérito, un código ético estricto, la justicia, el juego limpio y la confianza en uno mismo. Así piensa Harrison. En Latinoamérica, dice, siempre han dominado las características contrarias, que han sido obstáculo para establecer un capitalismo democrático y mantener una asociación económica fluida con los Estados Unidos.

Ver patinar a culturalistas como Harrison puede ser todo un espectáculo. Pero no hay que dejarse impresionar por sus acrobacias. Ni Latinoamérica ni Iberia son, por lo que hace al caso, monolíticas. Durante la mayor parte de este siglo Brasil fue uno de los países de más rápido crecimiento económico del mundo. Bueno, sí, reconoce Harrison; pero fue gracias a los inmigrantes no ibéricos, a las políticas económicas que les favorecieron y a la tolerante cultura portuguesa. También Chile ha disfrutado de un fuerte crecimiento, de una democracia representativa y -dejando aparte la época de Pinochet- del imperio de la ley. Pero eso, explica Harrison, se debió a los vascos de Chile: gente trabajadora y pegada al terreno, nada parecida -o al menos así parece insinuar el autor- a los perezosos andaluces, los ensoñadores portugueses o los taimados gallegos que poblaron otras partes del continente.

Pero si la cultura es algo tan profundamente enraizado como afirma Harrison, ¿cómo se explica el reciente viraje de Latinoamérica hacia la economía de mercado, muy semejante a aquel otro cambio de rumbo económico que dio la región hace unos cien años? Por fortuna para la teoría, los países, al parecer, pueden sufrir bruscos traumas económicos y sociales que provoquen colosales cambios de cultura.

La cultura importa, desde luego. Pero sostener que es la mejor explicación del comportamiento económico de Latinoamérica se parece mucho a una versión, vuelta del revés, de las desacreditadas «teorías de la dependencia» que se manejaban en los 60, que achacaban los problemas de la región a la explotación económica por parte del exterior. También los culturalistas atribuyen los fracasos de la región a una única causa, con la diferencia de que ellos la descubren en el interior.

Ninguna de las dos explicaciones basta por sí sola. Desde la época de los conquistadores, Latinoamérica ha adolecido de lo que los economistas llaman el mito de los recursos naturales. La explotación de las abundantes materias primas ha desalentado la creación de capital propio, ha retrasado el desarrollo de una clase media, y ha hecho de Latinoamérica una región especialmente vulnerable a los vaivenes de la economía mundial. (…)

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