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La cultura católica empieza en casa

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En el Año de la Fe, muchos se preguntan cómo lograr que el mensaje cristiano se haga cultura. Si el cristianismo está llamado a impregnar al hombre de hoy, parece razonable ampliar el concepto de cultura católica a la propuesta de unos hábitos sociales valiosos. La directora de Catholic Voices USA y un teólogo estadounidense ofrecen algunas ideas para renovar primero el día a día de los católicos y después los estilos de vida de quienes tienen alrededor.

Kim Daniels es una de las autoras que lanzó la iniciativa “Women Speak for Themselves”, una carta abierta dirigida a Obama con motivo de la polémica sobre la obligación de financiar los anticonceptivos en el seguro sanitario. Frente a la estratagema de presentar el mandato anticonceptivo como una exigencia de la “salud de las mujeres”, más de 33.000 firmantes recordaron al presidente que ellas hablaban por sí mismas y que no necesitaban a alguien que promoviera el aborto o la anticoncepción “en nombre de las mujeres” (cfr. Aceprensa, 4-09-2012).

Para Daniels, directora de Catholic Voices USA, los católicos contribuyen con su fe a renovar el proceso democrático. Pero su aportación no puede limitarse a intervenir en los debates controvertidos. “La política es importante, pero la cultura es fundamental”, escribe en Our Sunday Visitor. Entiende por cultura tanto los productos de la cultura de masas y de la alta cultura (arte, literatura, música…) como el conjunto de “hábitos compartidos, formas de pensar y de sentir enraizados en un mismo sitio”. Así entendida, la cultura se manifiesta y da forma a la vida cotidiana.

“Hasta hace no demasiado tiempo, dice Daniels, muchos católicos estadounidenses se movían a sus anchas dentro de una cultura en la que su fe daba tono a sus vidas”. Esto ya no es así. Hoy la vida diaria de muchos católicos no se distingue particularmente de la de los miembros de otras confesiones.

Los cambios en las leyes de un país son importantes. Pero si los católicos desean que su fe vuelva a formar parte del aire que respiran, es preciso que compartan con quienes tienen a su alrededor –creyentes o no– su aspiración a construir el bien común.

Daniels: “Construir una cultura tiene que ver con construir comunidades. Y las comunidades se forman con amigos”

Empezar por las raíces
El cristiano no se encierra en un gueto, ni da la espalda al mundo. Es más: ni siquiera concibe “un mundo” ajeno a lo que ocurre en su vida cotidiana. Ahora bien: la tarea diaria de enriquecer la esfera pública es un movimiento de abajo a arriba: comienza en las raíces –la familia, los amigos, la parroquia– y de ahí se extiende más allá del círculo de los próximos.

“Aunque sea de manera imperfecta, empezamos a construir una cultura católica vibrante cuando orientamos nuestras familias a Dios”. Es en la familia –dice Daniels– donde los niños aprenden las virtudes que hacen la vida en sociedad más amable: el perdón, la paciencia, la caridad, el orden, el aprecio por la belleza… Y es en la familia donde los niños empiezan a entender qué aspecto tiene la bondad.

La amistad es otro elemento central para fortalecer la cultura católica de un país. “Construir una cultura tiene que ver con construir comunidades. Y las comunidades se forman con amigos. (…) El deber cristiano de la hospitalidad puede significar muchas cosas, pero desde luego significa conocer a los demás, invitarles a nuestros hogares, compartir comidas con ellos y estar juntos (…). Como dice Hilaire Belloc, ‘allí donde brilla el sol católico / siempre hay alegría y buen vino tinto’”.

El tercer elemento que destaca Daniels es “un compromiso mayor, siempre que sea posible, de los católicos con sus parroquias”. Se trata de construir comunidades “en las que unos se preocupan por otros. Sin demasiado esfuerzo, en ellas los fieles saben que alguien se ha puesto enfermo en una familia; que un hijo lo está pasando mal; o que acaba de nacer un bebé”.

De este catolicismo vivido en las familias, entre los amigos y en las parroquias –concluye Daniels– saldrá el impulso para difundir la Buena Noticia a aquellos que están más allá del círculo inmediato de conocidos, incluidos los más necesitados de la sociedad.

Antes que una “guerra cultural”, el proyecto de reconstruir la cultura católica consiste en un compromiso personal por vivir mejor la fe

El Catecismo en el contexto cultural de hoy
Un planteamiento muy parecido al de Daniels es el que desarrolla Ryan Topping en su libro Rebuilding Catholic Culture (1). Doctor en teología por la Universidad de Oxford e investigador del Thomas More College en Nuevo Hampshire, Topping presenta el Catecismo de la Iglesia Católica como un antídoto a la pérdida de sentido que han traído algunas doctrinas modernas.

Para Topping, el Catecismo ha supuesto una bocanada de aire fresco al ambiente –demasiado sofocante y escéptico– de la modernidad. Una de sus tesis es que hoy día Kant gobierna la vida civil, mientras que Nietzsche y Rousseau inspiran la vida moral.

El lenguaje de los derechos, de las obligaciones contractuales y de la igualdad pudo ser útil para poner las bases del Estado moderno. Pero erró al crear la falsa ilusión de que se podía prescindir de Dios para articular la convivencia pacífica en las democracias. Como ha recordado Benedicto XVI, por encima del consenso social hay unas reglas éticas que son anteriores a la vida política.

Por su parte, Nietzsche vendió la idea de que el disfrute de la libertad exigía dar la espalda a la experiencia de ser hijos de Dios. Y Rousseau desligó el principio “haz el bien y evita el mal” de cualquier referencia externa, confiando su discernimiento a la propia subjetividad. Frente a la guía que ofrece la naturaleza humana como principio de orientación moral, ambos autores convirtieron el yo y sus deseos en el único criterio de valoración de la realidad.

Para cambiar este estado de cosas, Topping exhorta a los católicos a iluminar su vida cotidiana con la riqueza de las enseñanzas de la Iglesia. Antes que una “guerra cultural” o de ideas, el proyecto de reconstruir la cultura católica consiste en un compromiso personal por vivir mejor los contenidos de la fe. Al igual que Daniels, considera que el empeño por redescubrir ciertas virtudes y elevar el aprecio por la verdad, el bien y la belleza comienza en la familia.

Topping cree que en estos momentos la Iglesia se encuentra en una posición excelente para inspirar una nueva cultura o, como defiende George Weigel en su último libro Evangelical Catholicism, una contracultura (cfr. Aceprensa, 17-04-2013). Superadas muchas de las discrepancias doctrinales que siguieron al Concilio Vaticano II, la Iglesia puede centrarse en comunicar la belleza del mensaje cristiano.

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(1) Ryan Topping, Rebuilding Catholic Culture: How The Catechism Can Shape Our Common Life.

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