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La creación de un gobierno panafricano tendrá que esperar

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La mayoría de los líderes africanos son partidarios de un proceso más gradual

La creación de un gobierno panafricano no va a ser inmediata ni fácil. Los 30 líderes africanos que participaron en la cumbre de la Unión Africana en Accra (Ghana) decidieron el 3 de julio un enfoque más gradual hacia el establecimiento de la unión continental. Una comisión ministerial deberá estudiar en los próximos seis meses en qué medida esa unión afectaría a las soberanías nacionales y cuál sería el calendario de la integración.

Esta decisión es un compromiso entre los gobernantes, liderados por el dirigente libio Muammar al-Gaddafi, que querían la formación de un gobierno panafricano a partir del 1 de enero de 2008, y la mayoría, partidaria de una unión más progresiva.

En el primer grupo, además de Libia, estaban Chad, Etiopía y Senegal. Su argumento, como expuso el presidente senegalés Abdoulaye Wade, es que mientras África esté fragmentada en pequeños Estados será débil y no podrá tener un papel importante en negociaciones internacionales.

Entre los partidarios de una mayor reflexión sobre este asunto, estaban los dos pesos pesados, Sudáfrica y Nigeria. El presidente sudafricano, Thabo Mbeki, y el de Kenia, Mwai Kibaki, recomendaron reforzar primero los bloques económicos regionales ya existentes, como la East African Community (EAC), formada por Kenia, Uganda, Tanzania, Ruanda y Burundi, que está en proceso de constituir un mercado común.

La idea de una rápida integración africana, cuando hay países donde ni siquiera ha logrado afianzarse el Estado, puede parecer utópica. De hecho, algunos de los líderes presentes se mostraron bastante cautos ante la posible pérdida de soberanía. Así el presidente ugandés Yoweri Museveni advirtió: “Insistir en la integración política a escala continental puede provocar asociaciones incompatibles que pueden crear tensiones en vez de cohesión. Esto puede ocurrir sobre todo si se unen grupos que quieren imponer su identidad a otros”.

La Unión Africana está compuesta por 53 Estados. Un informe de la UA de 2006 había propuesto una integración por fases, con la idea de llegar a un gobierno panafricano en 2015.

Identidad africana

La perspectiva de una unión continental lleva a plantearse si existe una identidad africana que pueda ser la base de la integración. Es lo que se preguntaba la Asociación de Historiadores Africanos en el congreso que celebró el pasado mayo en Addis-Abeba (Etiopía), del que informa Philémon Muamba Mumbunda. El presidente de la Unión Africana, profesor Alpha Omar Konaré, abrió los trabajos hablando de su opinión sobre la creación de los Estados Unidos de África, de la que forma parte el norte, en contra de lo que piensan algunos políticos europeos que preconizan una identidad euro-mediterránea. Konaré piensa que el swahili debe ser la lengua africana del mañana, para poder transmitir los conocimientos en una lengua del continente. Y, para conseguirlo, hay que dominar las nuevas tecnologías de la información.

En lo que concierne al Estado y a los conflictos fronterizos, se advirtió que son los dirigentes políticos los que han creado los problemas, y no las poblaciones, que han estado en contacto desde siempre. El Estado debe ser regulador y no creador de conflictos. Las fronteras heredadas de la colonización no deben ser cuestionadas, pero deben convertirse en espacios de cooperación y de promoción de las relaciones y del comercio entre los habitantes de la zona.

Los historiadores reunidos en Addis-Abeba matizaron la tendencia a achacar todos los conflictos fronterizos al colonizador que trazó las fronteras en la Conferencia de Berlín (1884-1885). Aunque no participara ningún africano, las fronteras establecidas fueron trazadas a menudo como fruto de negociaciones entre diversas comunidades, bajo la supervisión y a veces la instigación de los colonos. Se dice que la Conferencia de Berlín supuso la división, la fragmentación de etnias, de imperios y de reinos entre varios países, lo cual no es falso. Pero hay que saber que las etnias, los imperios y los reinos estaban divididos a causa de las luchas por el poder político o por las tierras. Y el que no quería vivir bajo el gobernante de turno, se iba a otra parte. Con la colonización, se ponía bajo la protección de un nuevo señor. Desde entonces, aunque fueran un mismo pueblo, ya estaban divididos.

También hay que reconocer que la colonización unificó entidades políticas independientes en ciertas regiones, como el Senegal actual, que era un territorio dividido entre 16 reinos antes de la colonización.

Los investigadores reunidos en Addis-Abeba constataron que a menudo se habla de conflictos étnicos, pero en realidad estos conflictos implican varias etnias por cada parte. El fondo de la cuestión es a menudo económico y social, antes de que la política se convierta en la parte visible del iceberg. Hay como una “inflación” étnica, una amplificación por obra de diversos grupos étnicos o de los líderes de una provincia para justificar reivindicaciones o decisiones políticas ante situaciones de crisis, sin que en realidad esta comunidad mosaico sea identificable. Se trata de una creación política que se construye en función de lo que está en juego y de sus dividendos económicos (conflictos de Katanga, Este de la R.D. del Congo, Kasai…).

Pero ¿quiénes son los elementos autóctonos y quiénes los extranjeros? Por ejemplo, en África Central, el primer pueblo nativo es el pigmeo. Pero hoy los pigmeos, ya sea en Ruwanda, Burundi, Gabón, Camerún o la R.D. del Congo, están excluidos del escenario político. Los que les echaron para ocupar sus tierras se convirtieron en autóctonos, y los pigmeos en apátridas a los que hay que reintegrar en la sociedad por compasión.

De los debates del congreso de Addis-Abeba resulta que el problema mayor es el papel del Estado, que debe ser instrumento de integración, de regulación y no de creación de conflictos y de exclusión de ciertas capas de la población. El Estado africano debe dejar de ir a remolque de los Estados occidentales, lo que le convierte en un apéndice en lugar de un órgano del cuerpo mundial.

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