La crítica literaria en la prensa

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Un género conflictivo

La cultura del libro, cada vez más, no se difunde en las publicaciones especializadas sino en los periódicos y en los suplementos literarios. Al igual que ha ocurrido en otros campos de la cultura, el marketing ha impuesto su ley, y la crítica literaria es, hoy día, entre otras cosas, una baza indispensable en la promoción de un libro. Un estudio de la periodista Mary Luz Vallejo (1) explica cómo se realiza la crítica literaria en la prensa diaria y analiza algunos de los principales suplementos literarios españoles.

Junto a la necesaria crítica académica, cada día es más decisiva la crítica periodística de las páginas culturales y de los suplementos literarios de los periódicos. Pues todo libro aspira a destacarse en medio de la apabullante oferta que satura todos los años el mercado español: más de 45.000 títulos publicados, lo que resulta paradójico en un país con unos bajos índices de lectura. Por eso, la sección de crítica literaria de los periódicos es, como opina Mary Luz Vallejo, «un eficaz canal de promoción de las grandes editoriales».

El tinglado editorial

Este peso de la industria editorial, cada vez más efectivo, condiciona la calidad de las páginas de crítica, muchas veces sometidas a la presión de las editoriales, a los amiguismos, a las circunstancias sociales o políticas que rodean una novedad editorial, a las efemérides publicitarias y a la concesión de los premios literarios.

La crítica periodística es, por lo tanto, un género conflictivo. Por un lado, el lector potencial de estas páginas no es el mismo que el lector común del periódico, pues posee un nivel educativo medio o alto y unos intereses culturales distintos. Por otro, junto a los críticos cuidadosos, se multiplican los reseñistas de solapas o los que se dejan llevar desmedidamente de fobias y filias que ahogan la verdadera crítica literaria.

Perfil del crítico

Abundan en la prensa los críticos literarios que también son escritores, lo que puede cuestionar la independencia de su labor crítica: a menudo suavizan sus juicios pensando en el «hoy te elogio yo, mañana me elogias tú». La crítica más despiadada la realizan a libros mediocres de autores extranjeros: la distancia favorece la ironía. En otras ocasiones, los críticos se conforman con reseñas asépticas y simples, meramente informativas, con la única finalidad de ordenar el tráfico de los valores literarios.

Para Mary Luz Vallejo, la labor crítica exige una serie de importantes responsabilidades: el crítico «es un lector cualificado, con autoridad para emitir un juicio, pero debe armonizar la erudición con la espontaneidad para resultar inteligible al público amplio, sin dejar de ponerse a la altura de la obra que comenta».

A continuación enumera una serie de aptitudes que definen al crítico competente. En primer lugar necesita una sólida formación cultural y un sentido crítico que sea reflejo de un espíritu independiente; su vasta experiencia como lector le permitirá estar al día en tendencias y movimientos para tener una mente abierta a otras literaturas, también las marginales. Asimismo, el crítico debe tener en cuenta para qué público escribe, dominar el oficio periodístico y huir de los lugares comunes. Sus presupuestos morales e ideológicos influirán en su labor -la literatura nunca es neutra-, pero han de ser compatibles con un modo de abordar la crítica libre de prejuicios.

Sobre el método que emplear a la hora de hacer una crítica no hay nada rigurosamente establecido. Sin embargo, dentro del estilo peculiar de cada crítico, su artículo debe contar, de una u otra manera, con tres partes fundamentales. En la primera el crítico debe aportar la necesaria información sobre el autor, la obra y su contexto. La segunda parte, la más analítica, tiene que descubrir «la urdimbre del texto». Conviene realizar una sinopsis de la historia, una aproximación a los personajes, revivir los momentos más significativos, haciendo hincapié en los aciertos y en los desaciertos. En la síntesis final, la tercera parte, el crítico debe condensar las aportaciones de la obra y su interés para el público.

El crítico como mediador

La función de la crítica es importante en el mundo de la cultura para conformar el buen gusto del público, llamando su atención sobre obras que merezcan la pena. De este modo, la labor del crítico como mediador entre la obra y el lector debe contribuir a potenciar sus valores, sin adulterar los contenidos ni sobrevalorar lo que es mediocre. Es fácil caer en una crítica didáctica, o muy ideológica, o en la que impide a los lectores sacar sus propias conclusiones o en aquella en la que importan más los valores extraliterarios que los estéticos. Pero también es fácil lo contrario: ser diplomáticos y sedosos, y ejercer una crítica meramente informativa, sin entrar en muchas complicaciones.

Tres suplementos literariosMary Luz Vallejo completa su estudio con el análisis de tres suplementos literarios particularmente influyentes: los de El País, ABC y Diario 16.

De entrada, no existen en la actualidad -cosa distinta era hace quince años- grandes diferencias de planteamientos. Es normal la coincidencia semanal de libros, efemérides y autores reseñados. También se aprecia una paulatina desideologización, que contrasta con la línea del periódico. Para Mary Luz Vallejo, «los suplementos culturales no están determinados por los mismos factores ideológicos que condicionan los diarios». Existe, además, una generalizada servidumbre editorial y una excesiva veneración por autores extranjeros de moda, a los que se presta una importancia desmedida.

Otra nota común es el desmesurado número de escritores-críticos y la escasa presencia de críticos formados en el seno del periodismo. Esto contribuye a elevar los niveles de calidad de la crítica, pero también favorecen una política de amiguismos y tratos privilegiados, sobre todo cuando un colaborador del periódico publica un nuevo libro.

Salvo raras excepciones, no hay creación literaria en estos suplementos. Otro rasgo compartido es que se vuelcan más en las literaturas foráneas que en la nacional. Paradójicamente, observa Mary Luz Vallejo, los autores extranjeros que se suelen poner de moda en los suplementos son aquellos que se consideran «independientes y contestatarios, además con una obra dura de roer». Así ha sido el caso, por ejemplo, de Günter Grass, Karl Krauss o Thomas Bernhard.

El País Libros destaca por su carácter cosmopolita. Siempre ha rechazado la literatura que se rige sólo por criterios de marketing; presta especial atención a la nueva narrativa española, a los autores hispanoamericanos más valorados y a la literatura norteamericana. Según la autora, «reacciona con reflejos periodísticos ante los hechos literarios de actualidad. Es el más sintonizado con el vértigo noticioso y no se le escapa premio ni feria ni escándalo ni novedad ni vanguardia».

No hay que olvidar que El País pertenece a un grupo multimedia con intereses en empresas editoriales (Alfaguara, Santillana, Taurus, El País-Aguilar), lo que le lleva a dedicar especial atención a sus novedades. Como advierte Rafael Conte, crítico literario durante bastantes años de este periódico, su crítica es proclive al elogio, a lo que él define como «crítica en simpatía».

ABC Cultural. Hasta 1970, este suplemento, excesivamente académico, tuvo poca influencia en el panorama de la crítica literaria española. A partir de 1985, con la entrada de nuevos colaboradores, vive más atento a la actualidad literaria, y hoy día es, para esta autora, «el suplemento español con una trayectoria crítica más sólida». Su nómina de colaboradores, en la que abundan los críticos académicos y los escritores, es excepcional (Fernando Lázaro Carreter, Rafael Conte, Víctor García de la Concha, Jaime Siles, Ricardo Senabre, Joaquín Marco, Ángel Basanta…).

Este suplemento tiene una personalidad propia, incluso en su diseño, que mantiene el aire de un folletín decimonónico con la casi exclusiva utilización de retratos e ilustraciones. Dentro del carácter conservador de ABC, el suplemento mantiene una personalidad propia con una actitud abierta a las distintas corrientes culturales. En cuanto a la selección de temas para sus páginas centrales, demuestra un sensible olfato periodístico a la hora de encontrar primicias de actualidad.

Para Mary Luz Vallejo, «el ‘ABC Literario’ es un crítico pertinaz e incómodo de la llamada ‘cultura de la transición’ del gobierno socialista y un abanderado de los intelectuales independientes». En cuanto a la selección de obras, si bien la mayoría de los libros merecen una valoración positiva, no se dejan de reseñar los libros malos, cosa que otros suplementos descartan. En cualquier caso, aun si se trata de un libro con muchos desaciertos, el crítico procura rescatar algún aspecto que justifique su lectura. La atención escrupulosa a la corrección en el lenguaje es otro factor común a los colaboradores del suplemento.

«Culturas» de Diario 16. Este suplemento literario ha vivido dos etapas muy distintas: hasta 1985 se denominó Disidencias, título provocativo, con un marcado carácter marginal y contestatario; desde 1985 publica el suplemento de artes y letras Culturas, dirigido en la actualidad por César Antonio Molina. De todos los suplemento es el que más tiene en cuenta, al juzgar cualquier manifestación artística, el contexto social y cultural. También sorprende el peso de la filosofía en sus páginas.

Esta segunda etapa de este suplemento cultural abandona la tendencia iconoclasta y rompedora, un tanto panfletaria, de Disidencias. En sus páginas escribe uno de los críticos más independientes, Santos Sanz Villanueva, autor de críticas sólidas y valientes.

Calas en la historia de la crítica periodísticaUno de los cuatro capítulos del libro de Mary Luz Vallejo está dedicado al desarrollo de la crítica periodística en España.

Los primeros textos críticos aparecieron en el siglo XVIII. En ellos se siguen las pautas dominantes de la crítica francesa: juzgar los libros por los preceptos clásicos del buen gusto y el sentido crítico y moral. Más adelante, será evidente la huella de los principales teóricos franceses como Jules Gabriel Janin, Sainte-Beuve, Brunetière y Taine. Estos influirán en el desarrollo de la crítica española durante el siglo XIX, propiciado por el auge de la prensa escrita y las encendidas polémicas literarias de la época, especialmente entre los partidarios del realismo y del naturalismo.

La autora destaca la importante labor crítica realizada en el diario El Imparcial, que contó con colaboradores de verdadero renombre en la historia de la crítica literaria española: Valera, Pardo Bazán, José Yxart, Clarín y Azorín.

Entrado el siglo XX analiza las páginas culturales del diario El Sol, fundado por Ortega y Gasset. Para Ortega, la labor del crítico tiene que ser fundamentalmente selectiva, informativa y pedagógica: «Procede orientar la crítica en un sentido afirmativo -escribe- y dirigirla, más que a corregir al autor, a dotar al lector de un órgano visual más perfecto. La obra se completa contemplando su lectura».

Aunque su suplemento literario cayó en defectos que se siguen repitiendo, su papel fue determinante en el auge cultural español a partir de 1920, gracias a la labor crítica de Enrique Díez Canedo, Gabriel Miró, Ernesto Giménez Caballero, Benjamín Jarnés y Eduardo Gómez Baquero «Andrenio», entre otros.

Durante los años del régimen de Franco la autora destaca los suplementos literarios del diario Pueblo y de Informaciones. Del diario Pueblo alaba la labor desarrollada por Dámaso Santos, autor de críticas muy sugerentes. El suplemento Artes y Letras del diario Informaciones es, para todo el mundo, la escuela de los nuevos suplementos literarios, por su calidad y por el estilo que impuso en el periodismo cultural.

Mercado y tendencias literariasMary Luz Vallejo dedica un apartado al modo en que los suplementos analizados siguen las tendencias literarias

Una de las funciones más importantes de los suplementos literarios es acompañar el desarrollo de las letras nacionales y extranjeras, interpretar las nuevas tendencias literarias y jalonar reflexiones y debates sobre ellas. Pero también corren el riesgo de convertirse en cajas de resonancia de las modas efímeras del mercado editorial, entrando en el círculo vicioso del mercado que ofrece novela barata porque el público consume novela barata.

Lo cierto es que los suplementos literarios han demostrado hasta ahora un manejo prudente de los criterios de selección, procurando ofrecer un balance de los géneros y de los autores clásicos y contemporáneos, mientras la literatura comercial es valorada como tal, incluso en secciones independientes. Sin embargo, los críticos no son infalibles, y a menudo caen en la trampa de una literatura comercial revestida de literatura culta.

Del análisis de contenido de los suplementos estudiados se desprende que la postura editorial e ideológica del periódico no condiciona necesariamente la línea editorial y temática del suplemento. Ahora el enemigo común se encuentra en otra parte, agazapado en el mercado con sus tretas publicitarias y condicionamientos extraliterarios. Como lo predijo en su momento Walter Benjamin «la mirada hoy por hoy más esencial, la mirada mercantil, que llega al corazón de las cosas, se llama publicidad». Y la crítica no puede luchar contra los elementos.

En cuanto al seguimiento de la literatura española, se diría que los grandes suplementos se pusieron de acuerdo para apadrinar la llamada «nueva narrativa española», el fenómeno más llamativo de la década de los ochenta. Muchos de los escritores de distintas generaciones que integran este movimiento son también colaboradores asiduos de la prensa literaria, lo que explica el mutuo interés y, en ocasiones, el desmedido elogio que se ha prodigado a algunas figuras.

En general, existe consenso entre los críticos a la hora de hacer el balance de la literatura española actual: un panorama abigarrado y ecléctico en el que resulta casi imposible distinguir tendencias. Pero tienen claro que en los últimos años ha habido géneros en alza como la novela histórica, la realista, la lírica o poemática, la autobiográfica y la resultante de la mezcla de géneros. Y si bien no faltan los cantos de sirena que confunden a los lectores, la mayoría de los críticos toma distancia para juzgar este movimiento. Santos Sanz Villanueva, colaborador del suplemento de Diario 16, llama la atención sobre una literatura que «anda cerca de volver a recluir al escritor en su torre de marfil, porque está aislada de los conflictos del mundo; una literatura efímera donde cada quien busca su parcela de fama». El problema, según Sanz Villanueva, es que se descalifique todo lo que no se ajuste a esos principios de levedad y superficialidad; lo que no se inserte en la moral del triunfo personal.

Por otra parte, los suplementos siempre han mantenido fija su atención en las letras extranjeras, siguiendo los dictados del mercado. En los años ochenta, se divulgaron generosamente los escritores norteamericanos «minimalistas» y del «realismo sucio», que tuvieron sus epígonos en España. Y en los últimos años se ha descubierto la literatura del Este, aunque los mismos críticos confiesan que se crearon demasiadas expectativas. En cuanto a la nueva literatura latinoamericana, apenas se difunde (a excepción de los escritores más reconocidos), y todo porque tanto críticos como lectores temen encontrar más «tropicalia politizada sudaca», como dice el crítico Tomás Marco. Aquí hay muchos prejuicios que vencer todavía.

Sin ir más lejos, es posible reconocer los rasgos de la posmodermidad en estos suplementos literarios: necesidad permanente de actualidad, fragmentación y mezcla de saberes, búsqueda de estereotipos culturales, extraterritorialidad de los géneros, convivencia de lo clásico y lo contemporáneo. A la vez que confeccionan su propia estética y su propio discurso, sirven de vehículo para difundir las últimas corrientes y modas literarias y de intermediarios directos entre el lector y su obra.

Adolfo Torrecilla_________________________(1) Mary Luz Vallejo Mejía. La crítica literaria como género periodístico. EUNSA. Pamplona (1994). 269 págs.

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