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La brújula que apunta al Papa

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DURACIÓN LECTURA: 2min.

Peggy Noonan cuenta en un artículo publicado en «The Wall Street Journal» (21 abril 2005) que mucha gente comparte el convencimiento interior de que el Papa señala y sostiene la verdad.

Todo el mundo sabe que la fe está muerta en Europa. ¿Por qué han ido entonces millones de personas a Roma durante los últimos días? Se podría responder que «simplemente para estar allí. Es un acontecimiento histórico y la gente está ávida de emociones. Sólo querían tomar fotos con sus teléfonos móviles».

Esto puede ser cierto para algunos. Pero, ¿por qué lloraban tantos cuando el Papa fue elegido? ¿Por qué coreaban «Benedicto, Benedicto» cuando se asomó al balcón? ¿Por qué estaban tan contentos? ¿Por qué se emocionaron también personas no católicas? ¿Y por qué en Estados Unidos, donde la Iglesia sufre ciertas divisiones, la gente corría hacia el televisor o la radio cuando se extendió la noticia?

La gente es complicada. Puedes bombardear a la gente con toda la propaganda del mundo y, en ocasiones, te dirán a través de las encuestas que están de acuerdo contigo. Pero siempre hay algo en su interior; el convencimiento de una verdad, un deseo vivo. Es como si tuvieran una brújula interior que de una manera u otra indicara siempre el norte verdadero.

Deseamos a un padre espiritual, a alguien que señale lo que es difícil pero correcto, lo que es imposible pero verdad. Las personas no siempre deseamos ser gobernadas por la verdad pero agradecemos que alguien la sostenga. Deseamos que él la señale desde allí, desde el balcón. Y nos gustaría aspirar a ella, alcanzarla y saber que está allí, porque así podremos decir qué es la verdad.

La elección de Benedicto XVI -un hombre serio, profundo y valiente- ha sido un regalo. Tiene enemigos -agresivos, agitadores y bien relacionados- que quisieran que el pontificado comenzara con una batalla y que nadie tuviera la ocasión de empezar a quererle. Lo cual es demasiado difícil porque incluso muchos de ellos admiten que se trata de una persona concienzuda, dispuesta al diálogo, sensible y honesta.

Pero les gustaría que cuando hablara o escribiera, nadie corriera a escucharle. Yo aconsejo mirar a sus enemigos como lo que son y mirar al Papa como lo que es. Leer lo que escribe porque es un gran comunicador y un intelectual de ideas estimulantes. Y al escucharle, consultar esa brújula interior de cada uno para comprobar si apunta al norte.

Al inicio del cónclave dijo: En este momento tenemos la especial responsabilidad de ser maduros, creer como creen los adultos. «Ser ‘adulto’ significa tener una fe que no está sujeta a las modas o a las últimas novedades». Ser adulto significa amar la verdad y permanecer en ella.

Esto no es ser radical o ultraconservador. Y quien lo defiende no es un gendarme o un «rottweiler» de la fe. En realidad, ¿para quién no es un buen líder de la Iglesia católica?

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