Líneas maestras del pontificado

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Juan Pablo II, líder del espíritu
Aplicación del Concilio Vaticano II

Marcado como obispo por su activa participación en el Concilio Vaticano II, Juan Pablo II asumió como tarea central de su pontificado la aplicación del Concilio, como lo expuso en su encíclica programática «Redemptor hominis» (1979). Dentro de la Iglesia tuvo que corregir interpretaciones deformadas que querían no ya aplicar el Concilio sino superarlo para adecuar la doctrina y la moral a las corrientes culturales y sociales dominantes. En esta reorientación fue un hito el «Catecismo de la Iglesia Católica», una nueva síntesis del Magisterio de la Iglesia, elaborado con aportaciones de todo el episcopado, que despejaba dudas sobre la identidad católica.

La elección en 1981 del cardenal Joseph Ratzinger -un teólogo destacado del Concilio- como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe supuso colocar al hombre adecuado en el puesto decisivo para la clarificación doctrinal. En este refuerzo de la identidad cristiana fue importante el rechazo de la teología de la liberación de cuño marxista: la preocupación de la Iglesia por los pobres no necesitaba apoyarse en una ideología ajena, que tras la caída del Muro iba a quedar desacreditada.

Colegialidad

Aun tratándose de una personalidad con tanto prestigio y autoridad moral, Juan Pablo II ha aplicado siempre el principio de la colegialidad entre el Papa y los demás obispos, informándose de los problemas de las Iglesias locales, escuchando a todos. En diversas ocasiones ha sido factor de unidad cuando había problemas entre los obispos de un país, reuniéndolos en Roma para buscar soluciones juntos (con los holandeses, los alemanes, los estadounidenses…). Los Sínodos de Obispos han sido un cauce privilegiado para el ejercicio de la colegialidad en el análisis de los problemas de la Iglesia.

Ecumenismo y diálogo interreligioso

Juan Pablo II ha proseguido tenazmente los esfuerzos para lograr la unidad de los cristianos, con el diálogo teológico, los gestos de reconciliación y los contactos personales para disipar desconfianzas históricas. En el diálogo teológico ha habido acuerdos tan importantes como la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación con los luteranos. Las relaciones con los ortodoxos han mejorado mucho con algunas Iglesias, como la de Rumania, mientras siguen siendo tensas con el Patriarcado de Moscú, sobre todo a raíz del establecimiento de diócesis católicas en Rusia.

En el diálogo con otras religiones, ha sido espectacular el giro en las relaciones con los judíos, con actos tan significativos como la visita a la sinagoga de Roma y su oración ante el Muro de las Lamentaciones, o su petición de perdón por persecuciones de cristianos contra los judíos. También ha buscado el diálogo con el islam, tratando de evitar que los choques políticos entre Occidente y países musulmanes fueran vistos como una confrontación entre religiones.

Defensa de los derechos humanos

Testigo de las grandes devastaciones del nazismo y del comunismo, Juan Pablo II ha entendido que la defensa de los derechos humanos es indisociable de la misión de la Iglesia. Y dentro de esos derechos ha hecho especial hincapié en el respeto a la libertad religiosa junto al respeto a la libertad de conciencia. La defensa de esos derechos le llevó a enfrentarse con el comunismo, sin aceptar políticas que en nombre del realismo dejaban a media Europa sin libertades. Desde su inolvidable visita a Polonia en 1979, alentó y defendió el movimiento de rebeldía iniciado en su patria por Solidarnosc, que iba a ser el germen de la caída del comunismo.

«El Papa que venció al comunismo» fue también el que rechazó en Occidente las pretensiones de supuestos derechos contrarios a la dignidad del hombre y defendió el respeto a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Con sus encíclicas sociales y sus múltiples viajes al Tercer Mundo se hizo eco de las necesidades de los pueblos más pobres y olvidados en la economía globalizada. Por ejemplo, ningún otro líder mundial ha dedicado tanta atención al continente africano, al que viajó en trece ocasiones.

Un Papa viajero

Pablo VI salió nueve veces de Italia. Juan Pablo II hizo 104 viajes internacionales y visitó 130 países. Desde el primer momento actuó como un pastor universal, que va al encuentro de la gente, católicos o no. Fue a países donde su popularidad le prometía una acogida entusiasta y a sitios donde la contestación interna de la Iglesia o las circunstancias políticas auguraban dificultades. Estos viajes contribuyeron a cohesionar a la Iglesia católica en el mundo, a dar a conocer el mensaje de Cristo a los no cristianos y a estrechar relaciones con los líderes de otras Iglesias cristianas.

Apoyo en los laicos

El Papa se apoyó en todo el que quiso apoyarle. Por eso encontró mayor sintonía en los movimientos e instituciones de laicos, que demostraron especial vitalidad en un momento en que las órdenes religiosas tradicionales sufrían una merma de efectivos y de influencia. Este fue también un modo de movilizar a muchos jóvenes y de procurar que ese entusiasmo se canalizara hacia una vida espiritual sostenida.

Los dos pulmones de la Iglesia

El primer Papa eslavo insistió desde el principio en que la Iglesia debía respirar con sus «dos pulmones», Occidente y Oriente. De ahí su preocupación por las Iglesias católicas orientales, que habían sido perseguidas por los gobiernos comunistas del bloque soviético. La celebración del milenario del cristianismo en Rusia, la atención a los greco-católicos de Ucrania, la creación de diócesis católicas para la atención de los católicos en territorios rusos, y los múltiples esfuerzos para mejorar las relaciones con los ortodoxos, fueron algunas pruebas de esta orientación.

Teología del cuerpo, familia, mujer

Aunque el cliché habitual de «conservador en lo moral» suele referirse a la moral sexual, su doctrina en este aspecto se basa en una idea muy elevada del valor de la sexualidad. Así puede verse en su doctrina sobre la «teología del cuerpo», que coloca el debate sobre la moralidad sexual no en lo que está o no prohibido hacer, sino en cómo vivir la sexualidad de modo que esté conforme con la dignidad de la persona. En consecuencia, Juan Pablo II consideró prioritaria la promoción de una alta idea de la familia expresada en documentos como «Familiaris consortio» y la «Carta a las familias». Fue también un Papa atento a los problemas de la condición femenina, abierto a todo lo verdadero del feminismo y defensor de la dignidad y de la originalidad de la mujer, de lo que es testimonio la carta «Mulieris dignitatem». Decidió que la Iglesia no tiene la facultad de admitir el sacerdocio femenino; lo cual no fue óbice para que haya sido el Papa más querido por las mujeres.

Gran Jubileo del año 2000

En el primer párrafo de su primera encíclica «Redemptor hominis» situaba ya su pontificado en la proximidad del gran Jubileo del año 2000, que recordaría la verdad esencial de que «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros». Los tres años de preparación especial y el año del Jubileo supusieron una movilización de la Iglesia y una renovación de la vida cristiana de millones de personas, con una Roma desbordada por la afluencia de peregrinos.

Uso de los medios de comunicación

El mundo de la comunicación se acercó al Papa desde el comienzo del pontificado y no se ha separado de él hasta su muerte. Al llegar a ser Papa en plena explosión de la cultura de la imagen, Juan Pablo II se ha movido con soltura entre los medios y ha sabido servirse de ellos para transmitir su mensaje. Muchas veces, sus gestos auténticos han sido más elocuentes que sus palabras (el Papa oyendo confesiones en San Pedro, su visita a Alí Agca, su abrazo a un niño con sida…). La propia política informativa de la Iglesia también cambió, con una creciente transparencia, facilitando así la labor de los periodistas.

Santos a raudales

Convencido de que en un mundo lleno de doctrinas contradictorias hacen falta modelos, Juan Pablo II ha sido el Papa que más santos ha proclamado, con el propósito de hacer ver las múltiples formas de reflejar el rostro de Cristo. Santos entre los laicos y entre los religiosos; célibes y casados; jóvenes y viejos; intelectuales y gente sencilla…

Testigo de esperanza

Desde el inicial «¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!», Juan Pablo II fue un testigo de esperanza en un mundo dominado tantas veces por el catastrofismo. El suyo fue un mensaje exigente, pero alegre y optimista. Dio esperanza a la Iglesia católica, sumida en la crisis del postconcilio; dio esperanza a Polonia y a los pueblos sometidos a la dominación comunista; habló del valor y del sentido de la vida a tanta gente desesperanzada del mundo pobre y del rico.

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