Kierkegaard en sus textos

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Sobre sí mismo
► Después de mi muerte no se encontrará en mis escritos (y esta es mi consolación) una sola explicación de lo que en verdad ha colmado mi vida. No se encontrará en los repliegues de mi alma aquel texto que lo explica todo. (Diario, IV A 85).

► Lo que los demás niños encontraban en la magia de la poesía o en la sorpresa de los cuentos de hadas, él lo encontraba en el reposo de la intuición y en los cambios de la dialéctica. Lo que le divirtió de niño fue después su juego de adolescente e hizo las delicias del joven. Su vida tenía de este modo una extraña continuidad que no conocía las diversas transiciones que en otros casos suelen caracterizar las diferentes etapas. Al hacerse mayor no tenía ningún juguete que dejar de lado, pues ya había aprendido a jugar con lo que sería la ocupación más seria de su vida. (De todo hay que dudar, 39).

► Llamar la atención sin autoridad sobre la religión, sobre el cristianismo, es la categoría de toda mi actividad como autor considerada íntegramente. (Mi punto de vista, 163 y 162).

► Me han tratado de una manera infame, abominable. Conmigo se ha cometido un crimen nacional, la traición de una generación entera. Pero me ha sido de indescriptible provecho. Era melancólico, infinitamente melancólico, y esta algazara me ha resultado útil. Pues en medio de mi melancolía amaba al mundo: ahora me he desprendido de él. Con la ayuda de Dios ya veréis cómo triunfaré. (Diario, VIII A 515).

Kierkegaard enamorado
► Tú, Regina, que reinas en mi corazón, oculta en lo profundo y más secreto de mi pecho, raíz y plenitud de mis pensamientos que estás en mitad del camino entre el cielo y el infierno –¡oh, divinidad aún desconocida!–, ojalá pudiera pensar como los poetas, quienes al ver por vez primera al objeto amado creen conocerlo desde tiempo atrás […] Y tú, ¡oh, dios vendado del amor!, tú que ves nuestros más recónditos repliegues, ¿me ‘la’ revelarás luego? ¿Hallaré allí aquello que busco? ¿Viviré la conclusión de todas las premisas excéntricas de mi vida? ¿Podré estrecharte entre mis brazos? (Diario, II A 347).

► Tan cierto es que el juramento que se hacen los enamorados de amarse por toda la eternidad es un poquitín menos grave que un compromiso para el tiempo presente: pues aquel que promete para la eternidad, puede responder en todo caso: “¡Dispénsame por ahora!”. (Diario, III A 124).

Contra el sistema
► Con la mayoría de los filósofos sistemáticos, lo mismo con sus sistemas, sucede como con aquel que se construyese un castillo y después se fuese a vivir en un pajar: por la cuenta que les trae, ellos no viven en aquella enorme construcción sistemática. Pero en el campo del espíritu esto constituye una objeción capital. Las ideas, las ideas de un hombre deben ser la habitación en la que vive: de otra forma, peor para ellas. (Diario, VII1 A 82).

► Aunque el sistema tuviera la cortesía de asignarme un cuarto de amigo bajo su techo para no dejarme a la intemperie, preferiré siempre ser un pensador que está como un pájaro en la rama. (Diario, VI A 66).

► Se dice tantas veces yo-yo, que al fin se convierte uno mismo en lo más ridículo de todo, en el yo puro, en la eterna conciencia del yo. Se habla tantas veces de la inmortalidad, que al fin no se torna uno inmortal, sino la inmortalidad misma. A pesar de todo esto, descúbrese de súbito que no se ha introducido la inmortalidad en el sistema y, entonces, se acude a señalarle todavía un lugar en un apéndice. (El concepto de la angustia, 178).

► Para la reflexión objetiva, la verdad llega a ser algo objetivo, un objeto, pues de lo que se trata es de prescindir del sujeto, mientras que para la reflexión subjetiva, la verdad llega a ser apropiación, la interioridad, la subjetividad, y de lo que se trata es precisamente de que el existente se zahonde en la subjetividad. (Postscriptum, 194).

La época presente
► La sensatez de nuestra época es una personificación de alguien curioso, crítico e inteligente, pero con una pasión que a lo sumo alcanza para hacer apuestas. Las tareas existenciales de la vida han perdido el interés de la realidad, ninguna ilusión cuida del divino crecimiento de la interioridad para que madure hasta la decisión. Cada uno es curioso respecto del otro; todos esperan, indecisos y diestros en la evasión, que alguien haga algo, para así poder apostar al respecto. (La época presente, 84).

► Semejantes hombres hacen gala de sus recursos, amontonan dinero, realizan sensacionales hazañas mundanas, son artistas de la previsión, etc., etc., e incluso quizá pasen a la historia, pero no son en modo alguno sí mismos, no tienen en el sentido espiritual ningún yo, no poseen ningún yo en virtud del cual arriesgarlo todo en un momento dado, ni poseen ningún yo delante de Dios –y todo esto a pesar de ser tan egoístas. (La enfermedad mortal, 56).

► Sé necio, ten una opinión hoy, mañana otra, después otra vez la de anteayer y una nueva el viernes; sé un necio, conviértete en varios o divídete, ten una opinión anónima y otra con tu nombre, una verbal y otra escrita, una como funcionario público y otra como particular, una como esposo de tu mujer y otra en el club y verás que todas las dificultades desaparecen […] ¡verás que este es un mundo magnífico hecho a tu medida! (El Instante, nº 9, 174).

► Todo hombre es una síntesis de cuerpo y alma dispuesta naturalmente para ser espíritu. Esta es nuestra estructura. Sin embargo, los hombres prefieren habitar en el sótano, es decir, en las categorías de lo sensible. Y no solamente prefieren habitar en el sótano, sino que tienen una ilusión tan grande por ir a parar allí, que se enfadan muchísimo con quien les proponga pasar a ocupar –¡ya que están en su propia casa!– el primer piso, el piso de los señores, que siempre está vacante y a su disposición. (La enfermedad mortal, 65).

► Lo que la época necesita en el más profundo sentido puede decirse total y completamente en una sola palabra: necesita… eternidad. (Mi punto de vista, 125).

El orden establecido y el cristianismo
► Y, cosa extraña, esta divinización del “orden establecido” es cabalmente la permanente rebeldía, la continuada insurrección contra Dios, […] el hallazgo autosatisfecho del sentido perezoso, mundano y humano, que desea tumbarse despreocupadamente, imaginándose que ya todo es paz y seguridad, que ya hemos alcanzado la cumbre. (Ejercitación del cristianismo, 104).

► Y cuanto más viejo me hago, tanto más claro me queda que esta paparruchada en la que el cristianismo, especialmente en el protestantismo y especialmente en Dinamarca, se ha sumido, en buena medida está conectada con el hecho de que estos brazos tiernos [las esposas de los pastores] han interferido un poco demasiado, de modo que en nombre del cristianismo se podría exigir que las dueñas respectivas de esos brazos tiernos se retiraran un poco. (El Instante, nº 4, 66).

► Si el cristianismo (precisamente porque no es una doctrina) no se reduplica en quien lo expone, es que no expone el cristianismo; pues el cristianismo es una comunicación de existencia y solo puede ser expuesto con el existir. Existir en él es expresarlo existiendo: esto es, reduplicarlo. (Diario, IX A 207).

► Mis contemporáneos han recibido el arpón en pleno cuerpo; pueden correr si quieren, pero arrastrarán consigo la cuerda. (Diario, X A 538).

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