Juan Pablo II prepara el viaje más deseado

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Roma. Juan Pablo II se prepara para el viaje más significativo de su Pontificado, una peregrinación con motivo del Jubileo que le llevará a algunos de los lugares más estrechamente ligados a la historia de la Salvación. Entre las metas figuran Ur de los Caldeos (Irak), tierra natal de Abraham, el monte Sinaí, Nazaret, Belén, Jerusalén, Damasco y Atenas. Aunque era un deseo en buena medida conocido, el proyecto del Santo Padre ha causado honda impresión, especialmente entre las minorías cristianas de las zonas que recorrerá. El anuncio del viaje fue hecho por el propio Papa durante el angelus del 29 de junio, anticipando la difusión del contenido de una carta que ha dirigido «a cuantos se preparan a celebrar en la fe el Gran Jubileo».

El documento, de veinte páginas de extensión, trata de «la peregrinación a los lugares vinculados con la historia de la salvación» y en ella ofrece una explicación del sentido profundo de su proyecto. Junto a la descripción del itinerario, el Papa afirma que esta peregrinación «estará marcada, más que en cualquier otro de mis viajes», por el anhelo a favor de la unidad de los cristianos. «Sería una dicha para mí, dice, si pudiéramos reunirnos juntos en los lugares de nuestro origen común, para testimoniar a Cristo, que es Uno, y confirmar el compromiso mutuo hacia el restablecimiento de la plena comunión». También concede especial importancia a la ocasión que ofrece el Jubileo para mejorar las relaciones entre cristianos y el pueblo judío, del cual Cristo procede según la carne, y con los seguidores del Islam.

Por lo que se refiere al itinerario, el Papa desearía dedicar la primera etapa a algunos lugares del Antiguo Testamento, concretamente Ur de los Caldeos (la actual Tal al Muqayyar, al sur de Irak), la ciudad donde, según la narración bíblica, Abraham oyó la voz de Dios. Otro escenario es el monte Sinaí, donde se estableció la alianza entre Yahveh y su pueblo, expresada en el Decálogo.

Si esos lugares del Antiguo Testamento son tan ricos de significado, afirma el Papa, «es obvio que el año jubilar, conmemoración solemne de la Encarnación del Verbo, nos invita a detenernos sobre todo en los lugares en los que se desarrolló la vida de Jesús». Aparecen así Nazaret, ciudad de la Encarnación y tierra en la que Jesús creció; Belén, que le vio nacer, y Jerusalén, lugar de su muerte y resurrección. «Ciertamente, los lugares que evocan la vida terrena del Salvador son mucho más numerosos (…) pero deberé contentarme con los lugares más representativos y Jerusalén, en cierto modo, los resume todos. Aquí, si Dios quiere, tengo intención de sumirme en oración, llevando en el corazón toda la Iglesia».

De entre los lugares de Jerusalén, el Papa pone en primer plano la visita al Cenáculo, que quiere ser una vuelta a las fuentes mismas de la Iglesia: «El Sucesor de Pedro, que vive en Roma, el lugar donde el Príncipe de los Apóstoles afrontó el martirio, ha de volver constantemente al lugar en el que Pedro, el día de Pentecostés, comenzó a proclamar en voz alta, con la fuerza embriagadora del Espíritu, la ‘buena noticia’ de que Jesucristo es el Señor».

Además del Antiguo Testamento y de esos lugares ligados a la vida terrena de Cristo, el Papa añade que le gustaría poder detenerse en dos ciudades relacionadas con la primera difusión del cristianismo y concretamente con la vida de San Pablo: Damasco, lugar de su conversión, y Atenas, en cuyo Areópago pronunció un discurso memorable, que «puede ser considerado en cierto modo como el símbolo mismo del encuentro del Evangelio con la cultura humana».

Naturalmente, el Papa no ofrece las fechas en que se podría llevar a cabo el viaje. Tal vez, una primera fase, la del Antiguo Testamento, se pudiera realizar antes de que concluya el año y la otra en torno al mes de marzo del 2000. En todo caso, llama la atención el número de veces que el Papa, al exponer el proyecto, subraya «si Dios quiere» o «si esta es la voluntad de Dios». Lo que sí desea dejar nítido es el carácter de su viaje: «Abandonándome totalmente a lo que disponga la divina voluntad, me gustaría que, al menos en sus puntos esenciales, pudiera llevarse a cabo este proyecto. Se trata de una peregrinación exclusivamente religiosa, tanto por su naturaleza como por su finalidad, y me desagradaría que a este proyecto mío se le atribuyeran otros significados diferentes».

A lo largo de la explicación de esta carta, el Papa vuelve a insistir en que «el Gran Jubileo no consiste en una serie de cosas por hacer, sino en vivir una gran experiencia interior», y que las «iniciativas exteriores sólo tienen sentido en la medida que son expresiones de un profundo compromiso que nace en el corazón de las personas». Ofrece también una sugestiva explicación sobre el significado de la dimensión de «espacio» en el contexto jubilar: así como el tiempo puede estar acompañado por momentos especiales de gracia, también ocurre lo mismo con el espacio, pues no sólo hay tiempos sagrados sino espacios sagrados, «donde puede experimentarse el encuentro con lo divino más intensamente».

En más de veinte años de viajes y con unos cien países visitados, no es fácil encontrar un adjetivo que alcance a expresar el significado de esta peregrinación jubilar. Desde luego, será un viaje «histórico», «difícil», «entrañable»…; pero sobre todo, tal vez, será el viaje más esperado por Juan Pablo II. Ya estuvo en Tierra Santa en 1965, cuando era arzobispo de Cracovia, y desde entonces «esos lugares están indeleblemente grabados en mi memoria».

Diego Contreras

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