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Italia y Francia inician proyectos de trasferencia de poderes a las regiones

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Roma. El Parlamento italiano ha comenzado la discusión de las reformas constitucionales propuestas por el gobierno de centro-derecha para modernizar el país. El primer proyecto que llega al Senado es la llamada «devolución», la cesión a las regiones de algunas competencias del gobierno central, algo que algunos interpretan como regionalismo y otros como federalismo. Y de ahí que el enfrentamiento no se haya hecho esperar.

Para la Liga Norte, uno de los partidos que integran la coalición de gobierno, se trata de una reforma federalista: transferir a las regiones -y no simplemente delegar, como sostienen los regionalistas- competencias como la enseñanza, la sanidad y la policía local, a las que se unirá en el futuro una mayor autonomía fiscal. Para la oposición, sin embargo, la aplicación de esta reforma supondría acentuar la disparidad que ya existe entre las regiones ricas (norte) y las pobres (sur). También en la coalición de gobierno conviven sensibilidades diversas, a pesar de que uno de los puntos sobre los que se basa la coalición es precisamente la aceptación genérica de los planteamientos de la Liga.

Aunque el Senado ha dado una primera luz verde al proyecto de ley, el iter parlamentario todavía será largo, pues se trata de una reforma de la Constitución: está prevista una doble aprobación por cada una de las Cámaras del Parlamento. En caso de modificación en la primera vuelta, el proceso comenzaría de nuevo. Además, si no consigue la aprobación de al menos dos tercios de cada una de las asambleas, el proyecto se sometería a referéndum. E incluso en caso de aprobación por mayoría de dos tercios se podría convocar un referéndum de iniciativa popular.

Si en el trasfondo del debate figura el enfrentamiento a ultranza entre dos visiones del Estado, se puede añadir también que toda la controversia está marcada por cuestiones personales. La oposición interpreta buena parte de esos proyectos (entre los que figura también la reforma del los poderes del presidente, el sistema para nombrar a los magistrados del Tribunal Constitucional, la separación de las carreras de jueces y fiscales, etc.) como maniobras del primer ministro Silvio Berlusconi para hacerse cada vez con más poder. El resultado es el perpetuarse de un diálogo de sordos, con un efecto paralizante para el país, sin que por el momento se atisbe salida.

Diego ContrerasReticencias en Francia

También en Francia la nueva mayoría surgida de las urnas en junio pasado se plantea la reforma de un Estado excesivamente centralista. Pero da la impresión de que el conjunto de la sociedad francesa ofrece una seria y antigua adhesión a una República unitaria, con frecuencia mitificada. Una dosis alta de jacobinismo lleva a preferir la unidad jurídica y administrativa, también en nombre de la igualdad: si se concede a regiones o ayuntamientos mayores responsabilidades, se acabarán introduciendo diferencias que podrían no ser equitativas.

El primer ministro Jean-Pierre Raffarin, con su experiencia de antiguo presidente de una región, ha impulsado una estrategia descentralizadora. No pretende solo encauzar las reivindicaciones históricas de Córcega, sino ir hacia una nueva configuración pública que acerque la solución de los problemas a los propios ciudadanos. Tres ministros del gobierno (los de Interior, Justicia y delegado para Libertades Locales) se encargarán de ir elaborando un plan con soluciones concretas.

El presidente Chirac no parece tener especial prisa con estas reformas, que deberían contar con un consenso social más consistente del que existe en la actualidad. También, porque la sociedad espera del gobierno que afronte de veras prioridades más urgentes, como la inseguridad o el desempleo, las pensiones o el sistema educativo. No hay que olvidar que De Gaulle organizó un referéndum sobre la regionalización y la reforma del Senado en 1969, y la propuesta fue rechazada por el 52,4% de los votos. De Gaulle dimitió, como había prometido.

Pero también los tiempos han cambiado. Y, sin duda, el apoyo a las diferencias se impone día a día como contrapunto de la globalización.

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