Historias de familias numerosas

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Un reportaje de Maria Bohuslawsky describe la vida cotidiana de dos familias numerosas canadienses (The Ottawa Citizen, 11-VIII-96).

(…) Según las estadísticas, en Canadá la tasa de fecundidad ha bajado desde casi cuatro hijos por mujer en 1959, en el apogeo del baby boom, a 1,7 en la actualidad. En 1921, alrededor del 12% de las familias canadienses con hijos tenían seis o más. En 1991 la proporción había bajado al 0,3%, es decir, 15.500 familias de un total de 4,7 millones.

Los Doylend [matrimonio con nueve hijos] son una de las sólo 2.400 familias canadienses, aproximadamente, con ocho hijos o más.

Todavía es posible sacar adelante una familia numerosa sin ganar la lotería o poseer una energía sobrehumana. Pero requiere mucha fuerza de voluntad en esta sociedad que no anima a tener familias numerosas. Y también supone enfrentarse a dos obsesiones de nuestra sociedad: el consumismo y el yo.

(…) «La gente cree que tener una familia numerosa es algo muy complicado -dice Christopher Doylend-. No lo es. Cómo hay que comportarse y lo que se espera de cada uno se transmite de hijo a hijo».

Antes de casarse, hace ya 24 años, Myriam y Christopher Doylend hablaban ya de tener doce hijos. Construyeron juntos su casa de casi 300 metros cuadrados, con seis dormitorios.

«No quiero aferrarme a números -dice Myriam-. Somos católicos practicantes. Cada hijo es un regalo de Dios, y nosotros recibimos los que vengan». Muestras de su fe son una gran imagen de Jesús sobre la entrada y una felicitación de Juan Pablo II en la cocina.

Aunque Christopher, ingeniero, tiene un buen sueldo, su familia lo estira hasta el límite. La mitad del dinero que lleva a casa se va en comida y en la hipoteca. (…)

Myriam dice que se equivocan las parejas que tienen pocos hijos para darles lo último que ha salido al mercado. «Un nuevo hermano es el mejor regalo que puedes ofrecer a tus hijos. De los Nintendos se acaban cansando; en cambio, un hermanito es un regalo para toda la vida». Con ella coincide su hija Alejandra, de catorce años. «Es divertido. Nunca estás sola. Siempre tienes con quien jugar o hacer deporte».

Los Doylend dicen que el sistema fiscal es injusto con las familias numerosas. (…) Myriam dejó de trabajar de técnica veterinaria cuando nacieron sus hijos. Ella misma se encarga de la instrucción de los pequeños, que no van a la escuela. El divorcio fácil y la legalización del aborto, en vez del fomento de la adopción, son otras pruebas de que nuestra sociedad es «anti-familia», señala Myriam.

(…) Que la sociedad está pensada para familias pequeñas se nota también en otros detalles. Muchos restaurantes o museos no ofrecen descuentos familiares a matrimonios que acuden con más de dos hijos. En la tienda a la que van los Doylend para hacerse su anual retrato de familia, no querían admitirles, alegando que no tienen telones de fondo suficientemente grandes para la foto.

¿Van a tener más hijos? Myriam se encoge de hombros, sonríe y dirige la mirada al cielo: «El jefe es Él».

También Dominic y Angelina Manganiello viven la aventura de tener una familia numerosa. Tienen ocho hijos. (…) Angelina, criada en un pequeño pueblo de Italia, tenía tres hermanos, de los que uno murió a los siete años. Sentía envidia por una familia vecina que tenía ocho hijos. «Eran pobres, pero muy felices -recuerda-. No tenían más que una radio. Nos juntábamos con ellos en el patio para jugar».

Ni siquiera cuando nació Joseph, el quinto hijo, con una grave deficiencia pulmonar que le tuvo en el hospital durante sus seis primeros años de vida, dudaron los Manganiello en tener tres hijos más. «Hubo quienes se escandalizaron -comenta Angelina-. Pensaban que éramos unos irresponsables».

En realidad, contar con brazos extra ha hecho más fácil cuidar del niño enfermo. La semana pasada Joseph salió por fin del hospital. Sus hermanos y hermanas se turnan para limpiar la sonda por la que se alimenta y para acompañarle por las noches hasta que se duerme. «Gracias a Dios que tengo a todos estos hijos que me ayudan tanto,» dice Angelina.

A veces, cuando va al supermercado, se le acercan mujeres desconocidas y le confiesan que «su deseo era tener más hijos, pero que no podían, o que su marido no quería. Es realmente triste, ¿verdad?».

Dominic, de 44 años, profesor de literatura inglesa en la Universidad de Ottawa, dice que, en realidad, no hay mucha diferencia entre gobernar una familia de ocho hijos y una de cuatro, pues la infraestructura y la administración doméstica son las mismas. En casa de los Manganiello, cada hijo tiene un cometido. (…) «Tenemos que pensar en los demás en todo momento -dice Dominic-. En eso consiste ser una familia».

Diccionario de citasJACK VALENTI, presidente de la Motion Picture Association of America (la organización empresarial de la industria del cine en EE.UU.), a propósito de una gala celebrada el 12 de septiembre a beneficio del Partido Demócrata, con asistencia de famosos artistas de Hollywood (New York Times, 13-IX-96):

«Los políticos y las estrellas de cine salen del mismo ADN. Tanto unos como otras buscan el aplauso, siguen un guión y esperan convencer al público».

KARI JENSON GOLD, escritora y actriz norteamericana (First Things, Nueva York, agosto-septiembre 1996):

«Antes era corriente que una pareja siguiera casada ‘por el bien de los hijos’. En cambio, en los últimos treinta años hemos pasado al divorcio ‘por el bien de los hijos’. Damos cómodamente por supuesto que nuestros hijos no pueden ser felices si nosotros somos infelices, pero nunca pensamos que nosotros no podemos ser felices si nuestros hijos son infelices».

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