Hipatia de Alejandría: historia y leyenda

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Hipatia, filósofa en la Alejandría del siglo V, es una figura atrayente por su calidad intelectual, su rectitud de vida y por su trágica muerte. A partir del siglo XVIII, su imagen ha sido vestida con diversos ropajes, según las tendencias de la época: en la Ilustración, como heroína de la razón frente a la religión revelada; en el romanticismo, como idealización del paganismo contrapuesto a la civilización cristiana; y, últimamente, como víctima de la misoginia. Ahora vuelve a la actualidad con la película Ágora, del director español Alejandro Amenábar.

Hipatia de Alejandría nació alrededor del año 355 d.C. Cuando muere asesinada en 415, es de edad avanzada: unos 60 años. “En consecuencia, parece que no existe apoyo legítimo para describir a Hipatia, a la hora de su espantosa muerte, como una mujer joven, dotada de un cuerpo digno de Afrodita y capaz de provocar el sadismo y la lujuria de sus asesinos”, advierte Maria Dzielska en Hipatia de Alejandría (1), fuente principal de este artículo y el libro más riguroso sobre la pensadora.

En su hogar de Alejandría Hipatia crea un círculo intelectual formado por discípulos, algunos de los cuales lo frecuentan durante muchos años. Estos jóvenes llegan de Alejandría, de otros lugares de Egipto, y también de Siria, de Cirene y de Constantinopla. Proceden de familias acomodadas e influyentes; con el tiempo alcanzarán destacados puestos civiles y eclesiásticos.

En torno a la maestra sus alumnos forman una comunidad basada en el sistema platónico de las ideas y en lazos interpersonales. Llaman misterios a los conocimientos que les transmite su “guía divina”, y se niegan a compartirlos con personas de rango social inferior, a las que consideran incapaces de comprender cuestiones divinas y cósmicas.

Las clases privadas de Hipatia y sus conferencias públicas también incluyen matemáticas y astronomía, que preparan la inteligencia para la especulación en niveles epistemológicos más elevados. En ocasiones Hipatia participa en las actividades de la polis, y es una consejera estimada tanto por los funcionarios municipales como por los imperiales que visitan Alejandría.

Hipatia posee gran autoridad moral; todas las fuentes concuerdan en que es un modelo de valor ético, rectitud, veracidad, dedicación cívica y proezas intelectuales. La virtud más admirada por sus contemporáneos es su autodominio o sofrosyne, que colorea tanto su conducta como sus cualidades más íntimas; se manifiesta en la abstinencia sexual (permanece virgen hasta el final de su vida), la modestia en el vestir (manto filosófico), la moderación en el modo de vida y una actitud circunspecta con sus alumnos y con los poderosos.

Conflicto político y asesinato

En los años 414-415 Alejandría es testigo del conflicto entre el prefecto Orestes y el patriarca Cirilo. Orestes -también cristiano- resiste obstinadamente los intentos de Cirilo de reducir el campo de acción del poder civil. Se mantiene intransigente incluso cuando Cirilo intenta una reconciliación. Surgen sospechas entre los partidarios de Cirilo de que Hipatia, amiga del prefecto, ha instigado y apoyado su resistencia.

Los monjes atacan a Orestes, y los colaboradores de Cirilo difunden rumores acerca de los estudios de Hipatia relacionados con la magia, hechizos satánicos, etc. El forcejeo entre el patriarca y el prefecto en materia de poder político y de la influencia de la Iglesia sobre los asuntos seculares termina con la muerte de la filósofa. En marzo de 415 una multitud de partidarios de Cirilo ataca la litera de la filósofa cuando daba un paseo por la ciudad, la matan a golpes, y luego despedazan y queman sus restos.

Orestes no sólo renuncia a la lucha contra el patriarca, sino que abandona Alejandría para siempre. La facción eclesiástica paraliza a sus oponentes por el miedo y pacifica la ciudad; sólo los concejales tratan -con escasos resultados- de intervenir ante el emperador.

En la muerte de Hipatia se refleja también el carácter levantisco y exaltado de los alejandrinos, que en aquella época dio lugar a otros crueles asesinatos de figuras públicas. Así, dos obispos impuestos a los alejandrinos por la corte imperial fueron asesinados: Jorge de Capadocia, que en el año 361 fue atado a un camello, despedazado y sus restos quemados; y Proterio, que en el 457 fue arrastrado por las calles y arrojado al fuego. Igualmente, pocos años después del asesinato de Hipatia, en 422, el prefecto imperial fue muerto en un tumulto.

Simpatiza con el cristianismo

No cabe interpretar la muerte de Hipatia como una consecuencia de la política antipagana emprendida por Cirilo. En los primeros años de su patriarcado, Cirilo acaba simplemente con el templo de Isis en Méneuthé, cerca de Canope, reemplazándolo por el culto de santos cristianos. No persigue a los paganos en la misma Alejandría (aquí le preocupan más los heréticos y los judíos). Y hasta los años 420-430 -tiempo después de la muerte de Hipatia- no lanza un ataque contra el pensamiento y las prácticas paganas en su tratado Contra Iulianum, que refuta el Contra Galilaeos de Juliano el Apóstata.

En cualquier caso habría sido difícil atacar o perseguir a Hipatia en razón de su paganismo, porque a diferencia de otros filósofos de la época no es una pagana activa ni devota. De hecho simpatiza con el cristianismo y protege a sus alumnos cristianos. Dos de sus alumnos son consagrados obispos, entre ellos Sinesio de Cirene, quien profesa verdadera veneración a su maestra. Los paganos y los cristianos que estudian con ella se reúnen en un clima de amistad.

Durante el gobierno de Teófilo, el predecesor de Cirilo, la Iglesia no dificulta sus actividades en la ciudad, en reconocimiento a sus ideas y a su posición. En consecuencia, los seguidores de Cirilo, privados de la oportunidad de atacarla esgrimiendo su paganismo, tienen que acusarla de brujería, de magia negra.

No es “la última de los helenos”

No cabe, por lo tanto, llorar a Hipatia como “la última de los helenos” o mantener que su muerte supone la desaparición de la ciencia y la filosofía alejandrinas.

La religiosidad pagana no expira con Hipatia, como tampoco lo hacen ni las matemáticas ni la filosofía griegas. Después de su muerte, el filósofo Hierocles inicia una rama bastante notable de neoplatonismo ecléctico en Alejandría.

Hasta la invasión de los árabes los filósofos siguen elaborando las enseñanzas de Platón, de Aristóteles (cuya popularidad aumenta en Alejandría durante aquel tiempo) y de los neoplatónicos desde Plotino hasta sus mismos contemporáneos.

De acuerdo con la tradición alejandrina, prosiguen los estudios de matemáticas y astronomía, de modo que la escuela de Alejandría logra sus mayores éxitos a finales del siglo V y comienzos del VI.

También el paganismo perdura, y hasta cierto punto florece incluso, gracias a los “santos” del neoplatonismo que combinaban la filosofía platónica tardía con el servicio ritual y sacerdotal a los dioses.

Hipatia se sitúa en el umbral de estos avances filosófico-religiosos del siglo V que atraen en gran medida a los estudiosos actuales de la Antigüedad tardía. El círculo intelectual creado por ella en el siglo IV tiene la misma meta fundamental que guiaba a los “santos” del neoplatonismo alejandrino del siglo siguiente: el deseo constante de alcanzar la experiencia religiosa, ideal esencial de la filosofía.

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NOTAS

(1) Maria Dzielska, Hipatia de Alejandría. Siruela. Madrid (2006). 160 págs. 18,50 . Traducción: José Luis López Muñoz.

(2) Sinesio de Cirene, Cartas. Edición de Francisco A. García Romero. Gredos (1995). 344 págs.

El personaje en la leyenda

Hipatia aparece por primera vez en la literatura europea en el siglo XVIII, en la Ilustración, utilizada como instrumento en las polémicas religiosas y filosóficas.

En 1720, John Toland, protestante, publica un largo ensayo histórico sobre Hipatia, o la historia de una dama de gran belleza, virtud y sabiduría, a la que contrapone “el orgullo, la envidia y la crueldad del arzobispo”. La réplica viene de Thomas Lewis que, también sin muchos matices, escribe La historia de Hipatia, una desvergonzadísima maestra de Alejandría, en defensa de san Cirilo.

También Voltaire en 1736 explota la figura de Hipatia para manifestar la repugnancia que le inspiran la Iglesia y la religión revelada. En un estilo similar al de Toland, escribe Examen importante de milord Bolingbroke o la tumba del fanatismo. Hipatia es asesinada, según Voltaire, porque cree en los dioses helenos, las leyes de la naturaleza racional y la capacidad de la mente humana liberada de dogmas impuestos.

Las versiones reduccionistas de Toland y Voltaire sobre Hipatia marcan la génesis de una leyenda que mezcla verdad y falsedad. Si hubieran consultado sus fuentes antiguas con más perspicacia, habrían detectado en ellas una personalidad mucho más compleja. Esta “víctima de la superstición y de la ignorancia” no sólo cree en el poder redentor de la razón; también busca a Dios a través de la revelación religiosa. Por encima de todo, Hipatia es testaruda, posee una gran delicadeza moral, y defiende el ascetismo tanto como los cristianos dogmáticos que Voltaire y otros presentan como implacables enemigos de “la verdad y el progreso”.

Influido por la Ilustración, el británico Edward Gibbon elabora la leyenda de Hipatia en su obra magna Historia de la decadencia y caída del Imperio romano (1776). Su representación encaja perfectamente con su teoría según la cual la consolidación del cristianismo es la causa principal de la caída de la antigua civilización.

Platón y Afrodita

Hipatia se convertirá también en el siglo XIX en un personaje literario. El francés Charles Leconte de Lisle publica dos versiones de un poema titulado Hypatie, una en 1847 y otra en 1874. La admiración de este autor por la excelencia de los griegos y las ideas helénicas acerca del mundo sobrenatural también aparece en una breve obra dramática, Hipatia y Cirilo (1857). En ella encontramos la misma nostalgia romántica por la Grecia antigua, donde la gente vivía en armonía con la belleza de la naturaleza divinizada y en conformidad con las enseñanzas de sus filósofos: la misma nostalgia que resuena en los poemas de Hölderlin, en los clásicos del “humanismo de Weimar” y en las obras de los neohelénicos ingleses.

Los poemas de Leconte de Lisle se admiran y se leen mucho en el siglo XIX; y la imagen de una Hipatia enamorada de las formas ideales del mundo visible -en contraste con las esferas cerradas del cristianismo rígidamente dogmático de Cirilo- ha sobrevivido hasta nuestros días. Incluso en la actualidad tendemos a asociar la figura de Hipatia con el verso de Lisle “Le souffle de Platon et le corps d’Aphrodite” (el espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita).

Charles Kingsley, clérigo, novelista e historiador inglés, elabora su leyenda en un extenso libro titulado Hipatia o los nuevos enemigos con rostro antiguo (1853). Tiene forma de novela romántica victoriana con un fuerte componente anticatólico. Traducido a varios idiomas europeos, su liberal visión novelística de “la última de los helenos” entretiene a muchos lectores de todo el mundo. Su retrato de Hipatia funciona como símbolo de una civilización que desaparece, como la última víctima de la lucha por rescatar el perfecto mundo griego de armonía, arte y metafísica, divinidad y materialismo, alma y cuerpo. Mucho más que las narraciones de los autores anteriores, el libro de Kingsley promueve y mantiene la idea de que con la muerte de la última idealista del helenismo desaparecen los valores griegos.

Mártir de la misoginia

En la segunda mitad del siglo XIX, los positivistas americanos y británicos presentan a Hipatia básicamente como científica, como la última estudiosa del Oriente griego. Así J.W. Draper, científico americano, considera a Hipatia una figura heroica en el conflicto entre dos poderes de la historia europea: el espíritu libre que busca la verdad en el mundo material frente a la religión supersticiosa (representada por la Iglesia) que esclaviza la razón.

De acuerdo con el espíritu de nuestra época, el italiano Carlo Pascal introduce en la tradición literaria de Hipatia un nuevo elemento, al presentar su muerte como un acto antifeminista.

En 1978 Mario Luzi publica el drama historicista Libro di Ipazia, en el que interpreta la muerte de Hipatia en términos cristianos. Hipatia se sitúa muy cerca de Jesucristo, y su sacrificio se convierte en martirio.

Los fanáticos que la asesinan no son los cristianos perversos retratados por Kingsley, sino los poderes siempre presentes del mal y el crimen, inherentes a cualquier multitud. Las estructuras definitorias y los conceptos de la Europa cristiana han florecido sobre la tierra fecunda de las convulsiones y dramas alejandrinos, gracias al sacrificio de Hipatia, a pesar del fanatismo y la desesperación. La Europa cristiana es la consumación del mundo antiguo. El drama de Luzi enriquece la escasa tradición de la presencia de Hipatia en la literatura cristiana.

En Alemania, la reciente novela histórica de Arnulf Zitelmann Hypatia ha alcanzado un gran éxito de público. En el epílogo el autor repite la afirmación hecha por otros: “El ataque a Hipatia marca el fin de la Antigüedad”. Y añade: “Hipatia, la hija de Teón, fue la primera mártir de la misoginia que más adelante llegaría al frenesí con la caza de brujas”.

La idealización del paganismo

El execrable asesinato de Hipatia se ha trasformado a partir de versiones tendenciosas en un arma arrojadiza contra la Iglesia católica. Lo que fue un asesinato fundamentalmente político se ha convertido en un atentado misógino y antipagano. Hipatia tampoco fue la última pensadora pagana, pues, aparte de que más que pagana era neoplatónica y no anticristiana -uno de sus principales discípulos fue el obispo Sinesio de Cirene-, el neoplatonismo siguió floreciendo en Alejandría, y reverdecería en la cristiana Italia renacentista.

La sociedad grecorromana, profundamente esclavista, ha hecho grandes aportaciones a la historia de la cultura universal, pero no era el paraíso de la libertad que con ingenuidad han presentado algunos autores renacentistas y románticos. Precisamente el Renacimiento trató de rescatar lo más valioso de una cultura en la que millones de personas sufrieron la esclavitud y los horrores de guerras emprendidas, en muchas ocasiones, por la simple ambición de alcanzar el poder.

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