Hijos por catálogo

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Contrapunto
El negocio de la fecundación artificial tiende cada vez más al bebé de diseño

Hasta ahora, los avances en tecnología reproductiva se han aprovechado para hacer realidad los deseos de descendencia de una pareja estéril. Pero ahora, los conocimientos genéticos han abierto una nueva oportunidad de negocio -el del bebé perfecto (de esos que dan ganas de apretujar)-, que aprovecha la ventaja de que esos conocimientos van mucho más deprisa que la leyes.

El nuevo corredor de la maratón comercial se llama banco de embriones. El caso paradigmático está siendo el Abraham Center of Life, de San Antonio (Texas), que se presenta como el «primer banco del mundo de embriones humanos». Su directora, Jennalee Ryan, que antes trabajaba en agencias de adopción, lo tiene claro: «¿Por qué aceptar un hijo de padres alcohólicos o drogadictos? Si usted pudiera elegir, ¿eligiría a un hijo feo y estúpido? Si la respuesta es no, elija usted mismo a su hijo» («BioEdge», 16-01-2007).

Ryan y su equipo han detectado que muchas parejas -en especial, en las que ambos son estériles- prefieren buscar donantes de gametos que reúnan ciertas características; y acudir a una clínica de fertilización para que fabriquen el embrión y lo implanten a la mujer. Pues bien, eso es lo que hace un banco de embriones, pero antes de que se lo pidan los clientes.

La clínica texana ofrece embriones de gran calidad: el donante masculino tiene al menos un doctorado y la femenina, carrera universitaria. La lógica empresarial es crear muchos embriones con óvulos de pocas mujeres, con lo que aumenta el control y reduce las molestias (nada de estimulaciones ováricas para las clientes, ni poner anuncios en Internet en busca de donantes) y el precio. Un implante en esta clínica cuesta 2.500 dólares, cuando un proceso completo de fecundación artificial convencional cuesta entre 10.000 y 15.000 dólares («The Christian Science Monitor», 18-01-2007). También garantiza una tasa de embarazos del 70%, muy superior a las habituales: la tecnología reproductiva corre más que las leyes…

Según los responsables, no hay ninguna diferencia ética entre buscar donantes por cuenta propia y acudir a un banco de embriones que ya se ha tomado la molestia. Y si además los han localizado en Harvard, miel sobre hojuelas. Eso sí, los «extras» se pagan, como en todo producto comercial. El precio del embrión sube a medida que sube el cociente intelectual del donante.

Controles de calidad

Así las cosas, la pareja estéril acude al banco de embriones, que es mucho más que un congelador de embriones sobreros de procesos de fecundación artificial, y pide el catálogo. El banco garantiza que los donantes son guapetes, inteligentes y con un pulcro historial médico; y que el equipo médico ha creado los embriones, los ha congelado y almacenado con las últimas técnicas. ¿Dispuesta a que le implantemos un embrión de ensueño? Si no, también tenemos madres de alquiler. Mire este catálogo, por favor.

Al igual que los bancos de verdad, el Abraham Center of Life unifica todos los procesos… sin cambiar de banco y a un precio competitivo, que es el secreto empresarial de estos negocios. Y de regalo, cuando pasee a su bebé por el parque, los viandantes pondrán cara de «oh, qué ganas de abrazar a ese bebé». Mucho mejor que una batería de cocina de regalo, que está muy visto.

¿Qué críticas ha recibido este banco? Solo una: ¿por qué crear nuevos embriones cuando hay miles de sobreros en los congeladores de los centros de fertilización? La respuesta está en el método Ryan: tenemos la última versión del control genético, sabemos qué tratamientos médicos han recibido los donantes, tenemos su perfil psicológico, su historia familiar y educativa, su apariencia, sus fotografías… mire el catálogo, por favor.

Quien piensa que todo lo que ocurra más allá de la raya de la fecundación artificial está mal hablará ahora de pendiente hacia la eugenesia. Pero, abierta la espita, ¿quién le pone freno a eso? Como máximo, esas leyes que van tan despacio terminarán imponiendo controles de calidad a los bancos de embriones. ¿Mejorar el producto? Ryan y su equipo se pueden frotar las manos. Ya no solo tenemos donantes de portada de revista sino que además cumplimos todas la leyes de control de calidad nacionales e internacionales. Se nota que he visto «Gattaca» (ver Aceprensa 51/98) pero también he leído en la prensa la noticia de unas lesbianas sordomudas que querían un hijo sordomudo; y la de aquella pareja que querían uno ciego…

Es el mercado y el mercado tiene ese sentido del humor. Estoy casi seguro de que un banco de embriones del Midtown neoyorquino ofrecerá una calidad superior al que terminen abriendo en su barrio. Así es que cuando su hijo busque empleo, le preguntarán de qué banco de embriones procede. O cuando pida un crédito. O cuando se quiera casar con una chica que salió de un banco de Londres. Usted verá qué clase de hijos quiere tener…

Ignacio F. Zabala

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