¿Hartos del activismo LGTB?

Fuente: New York Magazine, Public Discourse
publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

En un comentario a un reciente informe de la Gay & Lesbian Alliance Against Defamation (GLAAD), Andrew Sullivan, pionero del matrimonio entre personas del mismo sexo, lamenta la creciente radicalización del activismo LGTB. Por su parte, Glenn Stanton, de Focus on the Family, pide a los activistas más beligerantes que practiquen la misma tolerancia que exigieron para su causa.

En 1989, Sullivan publicó en The New Republic un artículo que sorprendió a propios y a extraños, al pedir la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo con argumentos “conservadores”: en opinión de este conocido bloguero, el compromiso estable entre dos homosexuales era más beneficioso para la sociedad que el caos del amor libre. Aunque en su día fue criticada incluso dentro de la comunidad gay, la postura de Sullivan –que es homosexual– terminó por prevalecer en el movimiento, que vio en el matrimonio una vía para la aceptación de su causa.

De esta normalización habla el informe de GLAAD, una organización que promueve la visibilidad del movimiento LGTB en los medios de comunicación. Tras varios años de imparables avances, algunos datos sugieren que el apoyo a la causa se ha estancado: “Este año, más adultos estadounidenses no LGTBQ [la Q es de “queer”] declaran sentirse incómodos al saber que un familiar, su médico o el profesor de sus hijos es LGTBQ”. En realidad, los porcentajes varían poco respecto de los tres años anteriores. Pero el hecho de que no vaya a más, es una señal de alarma para GLAAD: “El péndulo de la aceptación se ha detenido abruptamente y oscila en la dirección contraria”.

¿Qué hay detrás de este frenazo? A Sullivan no le convence la hipótesis que descarga la responsabilidad en Trump y la polarización. En cambio, esboza una posible explicación: el incipiente desencanto sería una respuesta a “la radicalización de la ideología y la retórica del movimiento [gay]”. Sullivan cree que este “profundo cambio en la forma y en el fondo” se produjo tras la sentencia del Tribunal Supremo de EE.UU. que legalizó el matrimonio homosexual en 2015.

Hasta entonces, dice Sullivan, quienes llevaban la voz cantante en el movimiento ponían el acento en la igualdad: “Nos presentábamos como ciudadanos corrientes que solo buscaban los mismos derechos y responsabilidades que el resto”. Pero desde 2015, una vez alcanzado el objetivo de la “igualdad matrimonial”, se retiraron de la primera línea y ganaron peso otros líderes más beligerantes. Más preocupados por las alternativas al matrimonio, estos insisten, “por encima de todo, en el transexualismo (…) [El eslogan] ‘vive y deja vivir’ se convirtió en: ‘Si no crees que el género no es binario [masculino y femenino], eres un intolerante’”.

En un artículo para Public Discourse, Glenn Stanton, director de estudios de Focus on the Family, explica cómo han cambiado las tornas en estos pocos años: la opinión pública estadounidense empieza a ser sensible al hecho de que personas comunes “que no albergan mala voluntad alguna” contra los homosexuales, están siendo demandadas por negarse a prestar sus servicios en una boda gay, alegando motivos de conciencia. Algunos de los casos que menciona Stanton son anteriores a 2015.

“El estadounidense medio, a quien se le pidió que apoyara el matrimonio entre personas del mismo sexo en nombre de la justicia y la tolerancia, está viendo que aquellos que le pidieron su apoyo no viven según sus propias reglas. Está viendo que la ‘igualdad matrimonial’ no era suficiente. Y está viendo que el trato ha sido unilateralmente renegociado: ‘No solo apoyarás nuestro derecho a casarnos, sino que también apoyarás todo aquello que nuestros matrimonios soliciten’”.

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