Grandes simios y pequeños humanos

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Con el Proyecto Gran Simio, promovido por Peter Singer y patrocinado en España por el Partido Socialista, se pretende extender «la igualdad más allá de la humanidad», otorgando ciertos derechos a los primates, las especies más próximas a la nuestra. Se proponen medidas legislativas para asegurar el respeto a los grandes simios, alegando que por su inteligencia, habilidad comunicativa, sensibilidad al dolor, capacidad de tener sentimientos… merecen el respeto reconocido a los otros animales que poseen dichas cualidades, o sea, los humanos.

Nada que objetar al intento de fomentar el buen trato a los animales. No es seguro, sin embargo, que hagan falta nuevas leyes específicas a favor de los grandes simios, ya muy protegidos y apreciados. Pero lo más dudoso del Proyecto es el empeño en diluir la diferencia entre ellos y el hombre. Con ese fin se emplean argumentos como los que repite el escritor Juan José Millás en un artículo en defensa del Proyecto (El País, 24-08-2006).

Primero se aduce la genética: «Compartimos el 98,4% de los genes con los chimpancés; el 97,7% con los gorilas; el 96,4% con los orangutanes…», señala Millás. Pero esos resultados suministrados por los análisis de genomas revelan precisamente que la activación y expresión de los genes es más decisiva que los genes mismos. De modo que el porcentaje de coincidencia entre genomas muestra más bien el pasado evolutivo, con ancestros comunes hasta determinado punto; en cambio, explica poco de las presentes diferencias observables.

Sobre todo, Millás comenta una tierna fotografía tomada hace un mes y medio en el parque zoológico de Madrid: muestra una pequeña cría de gorila, débil y enferma (murió a los pocos días), en brazos de su madre, que la espulga con gran cuidado. Alguno vería ahí el llamado instinto maternal, común entre mamíferos. Pero Millás encuentra también en la imagen una prueba de que el gorila tiene «un lenguaje, una organización social y familiar», así como «pensamientos privados, imaginación, recuerdos, autoconciencia, consciencia de la muerte…» (anota que la madre gorila de la foto «probablemente, sabe ya que su cría no va a vivir»).

Al leer esas reflexiones, recordé que una famosa primatóloga pensaba más o menos como Millás hasta que pudo observar juntas una cría de simio y una humana, su propio hijo. Biruté Galdikas, fundadora de la Orangutan Foundation International, relató su experiencia en la revista National Geographic, junio de 1980 (debo la referencia al Prof. Jaime Nubiola).

Galdikas trabajaba en Tanjung (Borneo), en un centro de reinserción de orangutanes. Allí nació su primer hijo, Bin. «Después de cinco años de vivir con orangutanes -cuenta-, había llegado a un punto en que la línea de división entre un humano y un simio se me había difuminado bastante. (…) La conducta de Bin en su primer año hizo resaltar muy claramente las diferencias y me ofreció una nueva perspectiva. En esa misma época yo estaba criando con papillas a Princess, una orangutancita de entre uno y dos años. Un orangután de un año simplemente se cuelga de su madre (o de mí en este caso), mostrando poco interés por las cosas salvo para mascarlas o ponérselas sobre la cabeza. Para Princess el principal interés parecía ser su alimentación. Esta cualidad continuaría a lo largo de toda su vida: los orangutanes están extremadamente orientados hacia la comida.

«Bin, en cambio, no estaba especialmente interesado por la comida; de hecho, a no ser que tuviera mucha hambre, daba toda su comida a Princess. Le atraían muchísimo los objetos y cosas, y los observaba con gran concentración cuando Rod [el marido de la autora] o yo, o igualmente un orangután, usaba alguno. Estaba constantemente manipulando objetos. Otra diferencia importante es que Bin balbuceaba constantemente, mientras que Princess estaba en silencio excepto cuando chillaba. Encontré fascinante que muchas de las propiedades asociadas con la emergencia de la humanidad se expresaran ya en el desarrollo de Bin antes de que cumpliera un año: locomoción bípeda, compartir alimentos, uso de herramientas, habla. Éstas le diferenciaban completamente de un orangután de la misma edad».

Galdikas es la primera autoridad mundial en orangutanes y ha hecho más que nadie en favor de ellos. Reconocer la insalvable diferencia entre los grandes simios y el ser humano no ha sido para ella un estorbo en ese empeño. En cambio, negarla puede poner en peligro el respeto que debemos al hombre, al hacernos olvidar por qué lo merece.

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