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África necesita otros cambios, además de fármacos baratos

publicado
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Cumbre africana sobre el SIDA, la malaria y la tuberculosis
Abuja. Representantes de 44 países africanos se reunieron en Abuja, la capital nigeriana, el 26 y el 27 de abril, para significar que están decididos a afrontar la lucha contra el SIDA y otras infecciones -malaria, tuberculosis- que hacen estragos en el continente. En la declaración final se comprometieron a elevar sustancialmente el gasto sanitario. Habrá que ver en qué se traduce esta cumbre. Pero, aunque África necesita ayuda exterior para combatir sus epidemias, hacía falta que los líderes del continente tomasen la iniciativa. Los enfoques de los organismos occidentales no inspiran plena confianza a la población africana.

Los políticos africanos han tardado demasiado en admitir la gravedad de la epidemia de SIDA en el continente, y han gastado muchas energías buscando a qué echar la culpa. Esto parece haber llegado a su fin en la cumbre celebrada en Abuja. Convocados por la Organización para la Unidad Africana, asistieron 21 jefes de Estado y representantes de otros 23 países africanos. Acudieron también el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Gro Harlem Brundtland. Premisa de la conferencia: puesto que África tiene más del 70% de los infectados de SIDA del mundo, no puede seguir esperando a que otros le resuelvan el problema.

La semilla de esta cumbre fue sembrada el pasado diciembre en Addis Abeba (Etiopía), durante el Foro sobre Desarrollo Africano organizado por la Comisión Económica de la ONU para África y por ONUSIDA, la agencia de la ONU para el SIDA. Allí se elaboró el «Acuerdo y plan de acción africanos contra el SIDA», documento presentado para su aprobación en la cumbre de Abuja.

Tres plagas

La cumbre se ocupó de tres grandes enfermedades mortíferas: SIDA, tuberculosis y malaria. Las estadísticas no son muy precisas, pero dan una idea de la magnitud del problema.

Según ONUSIDA, desde el principio de la epidemia han muerto por SIDA 20 millones de personas, tres cuartas partes de ellas en África. En 2000 había unos 25,3 millones de infectados en el continente y murieron 2,4 millones.

La tuberculosis tiene una historia mucho más antigua que el SIDA. Tras 40 años de declive, ha resurgido recientemente, y ahora se estima que causa 2 millones de muertes al año. La situación es crítica, ya que aparecen cepas del bacilo resistentes a los antibióticos. La resistencia está estrechamente relacionada con la peculiar situación de África, donde muchos pacientes no completan el tratamiento por ignorancia o por no tener dinero para pagarlo.

La malaria es una de las enfermedades infecciosas más mortíferas, y ahora está confinada en regiones de África, Sudamérica y Asia. Se estima que un millón de personas mueren al año de esta enfermedad, el 90% de ellas en el África subsahariana.

Fondo de guerra

Aunque la cumbre no trataba solo del SIDA, esta enfermedad acaparó casi toda la atención. Y aunque se buscaba una estrategia propia y común de los africanos, lo más aireado de la reunión fue la propuesta de crear un fondo mundial para concentrar los recursos y coordinar los esfuerzos contra el SIDA. La idea fue desarrollada con cierto detalle por Kofi Annan en su intervención, y lo mismo pidió en su discurso el presidente nigeriano, Olusegun Obasanjo.

Annan dijo que hacía falta un «fondo de guerra», de unos 7.000-10.000 millones de dólares anuales, para librar una eficaz batalla contra el SIDA. Afirmó que ya hay quienes han mostrado interés en contribuir, y señaló que en junio próximo la ONU celebrará una sesión especial para tratar de las propuestas adoptadas en la cumbre de Abuja.

Sin semejante fondo mundial, ya antes han actuado en África diversos organismos, la mayoría apoyados por Estados Unidos, con el objetivo de combatir la difusión del SIDA. Sin embargo, han conseguido poco. Una de las razones es la falta de sinceridad con que afrontan el problema. Y en Abuja nadie abordó la necesidad de cambiar los comportamientos sexuales irresponsables que favorecen la difusión del SIDA, sino que el acento se puso en promover el «sexo seguro», léase los preservativos.

Quizá el único asistente a la cumbre que se atrevió a ir a las raíces fue el ex presidente de Ghana, Jerry Rawlings, quien urgió a los líderes del continente a hacer una declaración que afrontase el problema del sexo irresponsable entre los africanos. Por más leyes que se aprueben, dijo Rawlings, no se podrá detener la enfermedad si no cambia la conducta sexual, en especial en los jóvenes. En esto coincide con la Iglesia católica (ver servicio 60/00).

Publicidad escabrosa

Pero no es ese el enfoque que prevalece en estos momentos. Hace pocas semanas, la radiotelevisión nigeriana vetó un anuncio radiofónico contra el SIDA. El fundamento de la prohibición fue su contenido rico en detalles procaces. Ese anuncio es una buena muestra del estilo con que se hace toda la campaña contra el SIDA en África: en vez de señalar las conductas que favorecen la propagación del virus, se abunda en descripciones escabrosas que alientan la inmoralidad.

Durante los últimos años, la ONU y Estados Unidos han gastado millones de dólares en la distribución de preservativos y en facilitar abortos en Nigeria. A la postre, los principales beneficiarios han sido los nigerianos para quienes estas campañas constituyen un medio de enriquecerse.

De ahí que la mayoría de los nigerianos pongan en duda la sinceridad de estos proyectos. Aunque actúan bajo distintos nombres -Planned Parenthood Federation of Nigeria, Society for Family Health, etc.-, todos promueven lo mismo: preservativo, píldora y aborto. Ninguna de estas agencias aboga por la continencia como forma de controlar la expansión del virus del SIDA. Se dedican a visitar colegios y repartir preservativos entre los chicos de 10 a 16 años, y organizan reuniones de estudiantes universitarios con el mismo fin.

Iniciativas africanas

Algunos africanos con ideas distintas han empezado a crear sus propias ONG, aunque no cuentan con el fuerte apoyo económico que las otras reciben de los organismos norteamericanos. Una de ellas, nacida en Nigeria, es el Proyecto de Desarrollo Humano, que ha iniciado una campaña masiva a favor de la cultura de la castidad, como la mejor versión del «sexo seguro». Se espera que esta ONG reciba apoyo del gobierno y de la iniciativa privada.

La cumbre terminó con la aprobación de la llamada Declaración de Abuja sobre el SIDA, la Tuberculosis y otras Enfermedades Infecciosas. La firmaron los 21 jefes de Estado presentes y los representantes de los otros países africanos. El principal punto es el compromiso de destinar más recursos económicos. Se señaló la meta de subir los gastos sanitarios al 15% de los presupuestos nacionales (actualmente, la mayoría de los países africanos dedican a la sanidad entre el 5% y el 7%); pero no se concretó fecha para alcanzar ese objetivo.

La Declaración insta también a los gobiernos a legislar y a hacer uso de las normas internacionales de comercio para suministrar a los enfermos tratamientos eficaces y asequibles contra el SIDA. No se dice nada explícito, en cambio, de recurrir a la licencia obligatoria o a la importación paralela de genéricos. El documento pide asimismo que se alivie la deuda externa de los países africanos a fin de liberar recursos para la lucha contra el SIDA.

El gobierno de Nigeria ya ha adoptado un Plan de Emergencia, que prevé dedicar más recursos a combatir el SIDA, así como buscar la cooperación de la industria farmacéutica y la comunidad científica. El presidente Obasanjo ha anunciado también que se eliminarán los aranceles sobre la importación de medicamentos anti-retrovirus para hacerlos más accesibles a los infectados.

Eugene Agboifo OhuBajar los precios no es suficienteDurante meses, las multinacionales farmacéuticas han sido acusadas de anteponer sus beneficios a la salud de los pobres por resistirse a bajar los precios de los medicamentos contra el SIDA. La industria alegaba, entre otras cosas, que se pretendía hacer de ella la única culpable de un problema que en realidad es mucho más amplio. Así, de poco serviría que las terapias fueran baratas en países, como los africanos, donde los sistemas sanitarios no son capaces de distribuirlas y vigilar la administración. Ahora que los laboratorios han perdido la batalla, se reconoce abiertamente eso mismo.

Sudáfrica podrá por fin obtener medicamentos contra el SIDA a bajo precio. El 19 de abril, los laboratorios retiraron el recurso contra la ley sudafricana que permite la importación paralela de genéricos. El caso había arruinado la fama de las empresas multinacionales, que aparecían como el gran capital que conspira contra la salud de los pobres. Sudáfrica es uno de los países más castigados por la epidemia, con unos 4,7 millones de infectados.

Si otros países, como Brasil o India, que fabrican o importan genéricos sin licencia, no habían causado tanto revuelo, se debe a una peculiaridad sudafricana. La norma aplicable de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el acuerdo TRIPS, prohíbe esas prácticas. Pero da plazo hasta 2005 a los países en desarrollo para que adapten sus leyes.

Sin embargo, Sudáfrica no tenía esa posibilidad, puesto que su legislación sobre patentes, heredada del régimen del apartheid, es la más estricta de todos los países en desarrollo, comparable a la del mundo industrializado. Podría haberse acogido a una excepción prevista en TRIPS y declarar estado de emergencia nacional para así poder suspender las protecciones a las patentes. Pero el gobierno no quiso hacerlo porque la seriedad con que respeta la propiedad intelectual es una de sus grandes bazas para atraer inversiones extranjeras.

Así pues, en 1997 el gobierno optó por aprobar una ley limitada a los medicamentos contra el SIDA. Era un enemigo fácil para las multinacionales, pues contradecía la legislación general del país y podía ser recurrida en la propia jurisdicción sudafricana.

Los laboratorios, además, tenían especial interés en frenarla porque si el ejemplo cundiera, otros Estados podrían privarles de la protección ya otorgada a las patentes.

Las multinacionales se rinden

Ahora el clima está maduro para una rebaja general de precios en los países pobres. El acuerdo alcanzado en mayo pasado entre ONUSIDA y cinco multinacionales (ver servicio 93/00) resultó prácticamente inoperante durante casi un año (ver servicio 3/01). Pero la campaña internacional encabezada por las ONG ha acabado por dar fruto (se puede seguir la historia en los servicios 24/01, 31/01 y 39/01). Aquellas cinco casas farmacéuticas, que hasta hace un mes solo habían establecido descuentos para tres países africanos, en abril cerraron acuerdos con tres más. El 5 del mismo mes, Kofi Annan anunció que había obtenido un nuevo compromiso de rebajas por parte de seis compañías, tres de ellas firmantes del acuerdo anterior.

Con precios bajos, se podría proporcionar tratamiento, para empezar, a 3 millones de enfermos africanos, según un estudio hecho público el 4 de abril por 128 profesores de Harvard, con el economista Jeffrey Sachs a la cabeza. Según ellos, la terapia saldría por 1.100 dólares por paciente y año, cantidad que incluye los medicamentos a precio de costo más los ensayos clínicos necesarios. Al cabo de cinco años, el costo total alcanzaría unos 7.000 millones de dólares anuales, lo que está -aseguran los autores del estudio- al alcance de los países desarrollados. La propuesta incluye reunir las donaciones en un fondo mundial administrado por ONUSIDA y la OMS. Esta idea fue reiterada por Kofi Annan en la cumbre africana de Abuja.

Además, el secretario general de Naciones Unidas, recalcó también que la cuestión no es solo de dinero. Y esta advertencia, que se solía tomar como una falsa excusa de los laboratorios, empieza a tomarse muy en serio ahora que la batalla parece ganada.

Mejorar los sistemas sanitarios

Así se pudo comprobar en la reunión organizada por la OMS y la OMC en Høsbjør (Noruega) del 9 al 11 de abril. Los asistentes acudieron en representación de multinacionales farmacéuticas, algunas ONG, la Unión Europea, Estados Unidos y varios países en desarrollo. Se examinaron diversos procedimientos para facilitar a los países pobres el acceso a medicamentos esenciales, no solo contra el SIDA: también contra la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades. Las conclusiones se llevarán a una sesión especial del Consejo del TRIPS que la OMC ha convocado para el mes próximo.

Los participantes coincidieron en que es posible vender medicinas a precios bajos en los países pobres, si se asegura que no serán reexportadas a países ricos. Hay varias maneras de lograr descuentos: que un organismo compre grandes remesas y las distribuya, o que las multinacionales negocien licencias con fabricantes de genéricos que vendan solo a países en desarrollo.

Pero también hubo acuerdo en que rebajar los precios no garantiza que los pobres tengan acceso a los medicamentos. Primero, el precio de costo de la terapia contra el SIDA, entre 350 y 500 dólares por paciente y año, todavía es mucho más alto que el gasto sanitario anual por habitante en la mayoría de los países africanos (10-20 dólares). Segundo, sin una sustancial mejora de los sistemas de salud en esos países, es imposible que los fármacos lleguen a los necesitados y se administren eficazmente.

Tuberculosis en Sudáfrica

En efecto, los tratamientos contra el SIDA son, además de caros, muy prolongados -vitalicios- y exigen continua vigilancia médica. Hay que estar alerta contra las infecciones oportunistas y realizar pruebas periódicas del nivel de concentración del virus en el organismo. Las anunciadas rebajas suenan a huecas en países donde faltan médicos y enfermeras, la red sanitaria llega a una pequeña parte de la población y los hospitales están escasos hasta de jeringuillas.

Así lo ilustra un reportaje del Wall Street Journal (26-IV-2001) sobre la tuberculosis en Sudáfrica. A diferencia del SIDA, la tuberculosis es curable; el tratamiento dura seis meses, no toda la vida, y cuesta 5 dólares, no 350 por año como mínimo. Solo es necesario que los pacientes tomen sus pastillas a diario. Pero esto es difícil de conseguir en las zonas pobres de Johannesburgo y sus alrededores, así que allí se registraron unos 12.000 casos nuevos y 1.500 muertes por tuberculosis el año pasado.

«Es difícil pedir a la gente que tome la medicina todos los días, cuando aquí hay muchos lugares donde no tienen agua potable», dice al Journal una asesora del gobierno. El periodista recoge testimonios de voluntarios que «persiguen» a los enfermos de un gran poblado de chabolas cercano a Johannesburgo para que no dejen la medicación. Pese a sus esfuerzos, aún el 15% de los tuberculosos de la zona abandonan el tratamiento. Unos, cuentan los voluntarios, no tienen dinero ni para una taza de té y una rebanada de pan con que ayudarse a tragar las pastillas. Otros simplemente están ilocalizables, en movimiento de un lado para otro, buscando trabajo. O tienen empleo pero no quieren ir a la clínica a diario, por temor a que descubran que están enfermos de tuberculosis y les despidan. Hay también muchos que no se fían de las medicinas del hombre blanco y acuden a curanderos.

Prevención a la africana

La tuberculosis mata a unos dos millones de personas al año, el 95% en los países en desarrollo. Las víctimas anuales de la malaria se estiman entre uno y dos millones, todas en las zonas tropicales. No es extraño que el SIDA, mucho más caro y largo de combatir, oponga tanta resistencia en esas mismas naciones. Los medicamentos baratos no remedian la pobreza de la gente.

Sin embargo, el SIDA, a diferencia de la tuberculosis, no es una enfermedad contagiosa, sino solo transmisible. Se sabe bien cómo empezó a extenderse el virus en Occidente y cómo se transmite en África. Lo saben muy bien en los pueblos de Tanzania a orillas del lago Victoria, donde las autoridades tradicionales han decidido penalizar la promiscuidad, como cuenta otro reportaje del Wall Street Journal (12-I-2001). Allí, las relaciones extramatrimoniales son castigadas con multas. Han quedado prohibidas fiestas tradicionales que acababan con la persecución de las jóvenes hasta el bosque. Mano dura se usa también contra los abusos a chicas por parte de parientes mayores o de maestros de escuela.

Desde lejos es difícil decir si tales medidas son las más adecuadas. Pero al menos cabe concluir que es posible cambiar las conductas; y que hay ahí un ejemplo de política anti-SIDA realmente africana, sin que ningún extranjero pretenda imponer su moral o su cultura.

Rafael Serrano

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