Francisco no la dijo, pero sí que dijo

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El Papa Francisco ha culminado el jueves 30 de noviembre su visita pastoral a Myanmar, un país del sur de Asia que no acaba de sacudirse por completo los vestigios de la dictadura militar implantada desde 1962 hasta principios de esta década.

La visita del Pontífice estaba concebida, según sus palabras, para “sobre todo, rezar con la pequeña pero ferviente comunidad católica, para confirmarla en la fe y para animarla en sus esfuerzos por contribuir al bien de la nación”. Unos cuantos grandes medios, sin embargo, opinan que la estancia de Francisco ha quedado empañada porque no pronunció una palabra concreta: rohingya, término con el que se autodenomina la minoría musulmana del occidental estado de Rakhine, que sufre la hostilidad del ejército birmano y el constante despojo de sus derechos como ciudadanos.

Francisco “hizo afirmaciones muy firmes y, en sustancia, inequívocas”, y a la vez “evitó la reacción de los militares” (“Le Monde”)

El Papa había sido avisado por la jerarquía católica local: rohingya es una palabra que no gusta a las élites gobernantes, pero tampoco a la mayoría de la población del país, de credo budista. Convenía evitarla, y él, a sugerencia de sus anfitriones, la evitó, si bien no dejó de aludir al drama que sufre ese pueblo. El miércoles, en la eucaristía celebrada en Yangón ante 150.000 personas, la oración de los fieles incluyó una petición en dialecto karen por las autoridades birmanas, para que trabajaran, a través del diálogo y el entendimiento, por el fin del conflicto en los estados de Kachin, Shan y Rakhine.

“Hable claro”

Para algunos, sin embargo, Francisco tenía que haber sido más explícito. Entre los que más han desaprobado al Pontífice está el diario The Guardian, que en un editorial del día 27 intentó ponerlo contra la pared, con un “debe hablar claro” y un “llámelos por su nombre”, solo para más adelante reconocer que un grupo budista violento había amenazado con represalias si lo hacía. “Esto no puede ser tomado a la ligera en un país en el que los católicos constituyen menos del 2% de la población”, reconocía.

Para el New York Times, la decisión de Francisco de “no abordar directamente uno de los desastres humanitarios más agudos del mundo, arroja una sombra sobre lo que el Vaticano trató de hacer ver como una visita histórica para la construcción de puentes en una democracia en ciernes”. Aunque, más adelante, cita al portavoz vaticano, Greg Burke, quien “sugirió” que el tema puede haberse tratado privadamente entre el Papa y la Consejera de Estado Aung San Suu Kyi, en la reunión que sostuvieron a inicios de la visita.

Otros medios que también dieron espacio a quejas por la “omisión” de la palabra, fueron la BBC, la CNN y el Washington Post.

El ejército, listo tras la puerta

Puede resultar interesante, sin embargo, saber qué piensan del proceder del Papa y de la Iglesia local algunas de las personas que viven allí y conocen el contexto. En Crux, la reportera Inés San Martín recogió las palabras del portavoz de la Conferencia Episcopal de Myanmar, Mariano Soe Naing, quien conversó con los periodistas sobre la fragilidad de la democracia birmana y el riesgo de un retorno de los militares para hacer frente a la crisis, para lo que apartarían a la Consejera de Estado, hoy fuertemente criticada en el exterior.

“Los cristianos –asegura el portavoz de los obispos, P. Soe Naing, citado por La Croix– son muy conscientes de que el retorno de la junta abriría un nuevo período muy difícil para las minorías. Para los kachin (en el norte) y los karen (en el este), la situación está aún lejos de una solución, aunque la comunidad internacional esté menos preocupada por ellos que por los rohingya”.

“The Guardian”, tras criticar al Papa, reconoce que este no se podía tomar a la ligera las amenazas de un grupo budista violento

Por su parte, uno de los invitados a la misa en Yangón, el rohingya Sam Naeem, expresa a Crux que el no haberse empleado la polémica palabra no restó claridad al mensaje del Papa. Para Naeem, en todo caso la culpa de que no se hubiera referido por su nombre a la minoría musulmana recae en el gobierno: “Él [el Papa] es un huésped, está de visita. Si visitas una casa y tu anfitrión te pide que no digas algo, no lo dices”. Además, advierte que rohingya no ha sido la única palabra que Francisco no utilizó directamente: “¿Qué hay de nuestros hermanos y hermanas cristianos, que también están sufriendo?”.

El Papa, sin embargo, no los olvidó: los tuvo presentes al pedir por el cese del conflicto en Kachin, región en la que habitan 70.000 fieles católicos, asistidos por cuatro obispos y decenas de sacerdotes.

No alimentar la hostilidad

A propósito de la polémica, Carolyn Moynihan reflexiona en MercatorNet sobre las “omisiones” del Papa. La analista toma nota de los límites reales, como la mencionada presencia del ejército, y subraya que la intervención del Papa podría acabar recrudeciendo la hostilidad de los militares y las mayorías civiles contra la población católica, mientras que, en cuanto a mejorar la situación de los rohingyas, no serviría de nada.

“En segundo lugar, el pastor del lugar, Card. Charles Maung Bo, y otros asesores le habían urgido a no usar el término rohingya, precisamente por la razón antes expuesta. ¿No era prudente tomar ese consejo? Y de todos modos, no tenemos idea de lo que dijo en privado [a las autoridades birmanas]”.

Moynihan señala que las palabras de Francisco en público pudieron ser suficientes, como cuando, al reunirse con la líder birmana, subrayó la necesidad de una paz basada “en el respeto por cada grupo étnico y su identidad, en el respeto por el Estado de derecho y un orden democrático que permita a cada individuo y a cada grupo —sin excluir a nadie— ofrecer su contribución legítima al bien común”. “Es imposible –subraya la periodista– leer ese discurso sin pensar en los rohingyas”.

De modo similar lo ve el profesor de Princeton Robert P. George, exdirector de la U.S. Commission on International Religious Freedom. En un artículo en el Wall Street Journal, George afirma que, aunque él mismo habló alto y claro en su momento sobre los rohingyas, su experiencia le dicta que “el mejor sitio para defender a los perseguidos es detrás del escenario”, y que una referencia directa del Papa hubiera desembocado en represalias contra la comunidad católica así, como en una agudización de la hostilidad contra los musulmanes.

El Papa había sido avisado por la jerarquía católica local que convenía evitar la palabra “rohingya”

El experto coincide con Moynihan: el Papa se acordó de ellos. Su “sin excluir a nadie”, dice, “no deja espacio para el equívoco, y tampoco nadie debe dudar de que el Papa sacó el tema de los rohingyas durante sus reuniones con el liderazgo civil y militar de Myanmar. Aunque se le seguirá criticando, como le sucedió a Pío XII por no haber sido más directo en público”. George alude al mensaje navideño papal de 1942, en que Pío XII condenó la persecución de los judíos sin mencionarlos de modo explícito; el New York Times, recuerda, elogió entonces al Papa italiano.

Por último, un editorial de Le Monde también optó por distanciarse de las críticas. “Ciertamente, [Francisco] hizo afirmaciones muy firmes y, en sustancia, inequívocas. Evitó la reacción de los militares, que conservan un peso institucional predominante, y salvó a Aung San Suu Kyi, que tiene muy poco margen de maniobra. Desde su elección, el Papa no desaprovecha las oportunidades de defender la causa de los desheredados. Pero su influencia sigue siendo limitada”.

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