A falta de discurso, eslóganes y censura

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Muchos activistas proaborto o antihomofobia, que se manifiestan contra el discurso del odio, eluden, sin embargo, crear un discurso propio que vaya más allá de la denigración más primaria –y poco original– del enemigo. En otros casos, como el de las combatientes de Femen, la plataforma del mensaje –sus propios torsos desnudos– limita la profundidad de las propuestas, como si desconfiaran del poder persuasivo de las palabras en su propio beneficio, a la vez que recelan del que puedan tener cuando se utilizan en su contra. Así, en vez de elaborar un argumentario que pudiera combatir el “hate speech”, prefieren mostrar sus pechos y repetir como un mantra que “el aborto es sagrado”.

Otras veces, el discurso propio es sustituido directamente por la censura. La opinión pública de Estados Unidos ha sido testigo de un caso paradigmático en las últimas semanas: la controversia generada por unas palabras de una estrella televisiva sobre la homosexualidad.

Duck Dynasty es un reality show televisivo que sigue los pasos de una familia, los Robertson, dedicada a la venta de productos relacionados con la caza, especialmente de patos (de ahí el título). El programa, el más visto en la historia de la televisión por cable estadounidense dentro de la categoría “no ficción”, explota el estereotipo de familia sureña, fuertemente enraizada en valores tradicionales: cristianismo, armas, apego a la vida campestre, recelo de la modernidad y la tecnología, etc., que los Robertson encarnan a la perfección, casi de forma exagerada. La audiencia ha conectado con la franqueza y la desinhibición de los protagonistas, que no dudan en mostrar sin reparos sus creencias, sobre todo las religiosas: cada programa termina con la oración conjunta que la familia hace al final del día.

Considerar inmoral la homosexualidad no es negar los derechos a los homosexuales, advierte un artículo del “Washington Post”

Las palabras de la discordia
En un reportaje aparecido hace dos semanas en una revista, Phil, el patriarca del clan, reflexionaba –entre otros temas– sobre la homosexualidad. Por un lado, declaraba –con palabras un poco crudas– que “como hombre” prefería lo que la mujer puede ofrecer, dando a entender además que las relaciones sexuales entre hombres le parecían poco naturales (“not logical”) y pecaminosas. Por otro lado señalaba que las conductas homosexuales llevan a una anarquía sexual, con manifestaciones como la promiscuidad o incluso la bestialidad (no es que igualara la gravedad de todas estas prácticas, como algunos periódicos han dicho). Eso sí, esas afirmaciones iban precedidas de otra donde explicaba que se trataba de opiniones personales.

Al poco de aparecer el reportaje, se desató una ola de ataques contra Phil y A&E (la cadena que emite el programa) por parte de activistas antihomofobia, singularmente la Liga Antidifamación contra el colectivo LGTB (GLAAD, por sus siglas en inglés). En consecuencia, la cadena anunció que Phil no aparecería en los siguientes episodios. Esta decisión produjo una contraola de indignación entre los defensores del programa y los que criticaban la censura que se estaba llevando a cabo, entre ellos varias figuras prominentes del Partido Republicano. Finalmente, A&E ha decidido rehabilitar al protagonista.

Un victimismo que no atiende a detalles
Durante todo este tiempo, en la prensa norteamericana –y también algún periódico español– han ido apareciendo artículos sobre el tema. En The Atlantic, un escritor de religión cristiana evangélica criticaba la actitud farisaica de los que se han sentido escandalizados por las palabras de Phil. “Cualquiera que haya visto el programa alguna vez sabe que Phil se declara seguidor de Jesucristo ¿De verdad hay alguien sorprendido por su posición respecto a la homosexualidad?”. Además, el mismo artículo cita una encuesta del Pew Research Center, según la cual el 45% de los norteamericanos considera que las relaciones homosexuales son pecado.

Comentando esta encuesta, un artículo en el Washington Post explicaba que mucha gente que valora negativamente estas conductas desde el punto de vista de la moral, apoya sin embargo los derechos civiles de los homosexuales, incluso el matrimonio. Sin embargo, muchos medios –y por supuesto el GLAAD– no parecen haber entendido esta distinción. Como tampoco han entendido, o no han querido entender, la separación que Phil establecía entre las conductas homosexuales y las personas homosexuales: “Nunca, nunca juzgamos a nadie. Eso es cosa de Dios. Nosotros les damos amor y le transmitimos la doctrina de Jesús”.

En el blog del Institute of Religion and Freedom, un artículo explicaba que, pese a que la censura no podía justificarse, Phil debería aprender del papa Francisco cómo tratar este tema. Sobre todo si, como dice, quiere “expandir la palabra de Jesucristo”.

En todo caso, lo que queda claro tras la polémica es que la opinión pública no tiene tanto miedo al llamado “discurso del odio”, y en cambio reacciona contra la censura que se pretende imponer con la táctica del victimismo intolerante.

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