¿Está la Iglesia aislada de la sociedad?

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En un artículo en Catalunya Cristiana (Barcelona, 13-IV-95), Manuel Valls i Serra, su director, distingue entre el sectarismo y el posible aislamiento por vivir coherentemente la fe cristiana.

(…) Recientemente he leído algunos artículos que hablan del aislamiento de la Iglesia con respecto a nuestra sociedad de hoy. Otros vaticinan una sectarización de la vida cristiana. La Iglesia -dicen- va camino de convertirse en secta o de quedarse encerrada en un ghetto. Este tipo de enjuiciamientos acostumbran a ir acompañados de una señalización concreta de culpabilidades. Por lo general, siempre es la Iglesia la culpable, en particular su jerarquía. (…)

¿Tan aislada está nuestra Iglesia? Sinceramente no lo creo. La presencia eclesial tiene una capilaridad que ya desarían para sí otras realidades sociales. Por otra parte, es verdad que hoy a ciertas élites intelectuales, a los poderes ideológicos y económicos, a los que dictan las modas culturales, les caracteriza una actitud de indiferencia o de clara marginación de la Iglesia. Pero, ¿quién ha abandonado a quién? No siempre tiene la culpa la Iglesia de estos abandonos. A veces son los mismos que han creado un ambiente enrarecido o de desconfianza con respecto a la Iglesia los que ahora la acusan de estar aislada o del riesgo de que se convierta en secta.

Nicolai Berdiaev, el gran filósofo cristiano ruso (1874-1948), en su obra sobre El sentido de la creación distingue netamente entre la psicología sectaria y la realidad del aislamiento. La psicología sectaria, según él, desprecia el mundo. Por su misma esencia, pues, ésta es no cristiana, al no haber en ella trazo alguno del universalismo cristiano y del amor cristiano por el mundo. «La conciencia cristiana, la conciencia del Logos universal -dice Berdiaev- es algo que no puede conciliarse ni con el individualismo ni con el sectarismo, y le son igualmente extraños tanto el separatismo y la autosuficiencia del individuo como el separatismo y la autosuficiencia de grupos… La secta es una falsa Iglesia, una falsa catolicidad». Por esto puede llegar a darse la paradoja de que algunos de los que hoy más acusan a la Iglesia de encaminarse al sectarismo son quienes en realidad más se comportan como sectarios con respecto a ella e incluso dentro de ella.

Ahora bien, el aislamiento es otra cosa muy distinta, que no necesariamente coincide con el hecho sectario. Según Berdiaev puede suceder que el aislamiento pueda convivir con una catolicidad auténtica y con una verdadera eclesialidad. «Una persona que tenga una conciencia católica y una experiencia eclesial auténtica, en su iniciativa y en su impulso creador, puede quedar aislada. Para el cristiano, el aislamiento es seguramente posible en una época de transición que precede la nueva época universal de la creatividad». He aquí el problema: vivimos una época de transición a un mundo nuevo y carecemos de perspectiva.

¿No está aquí la razón por la que la catolicidad, en una tal situación de falta de perspectiva, en ningún momento puede estar expresada por la mera opinión, determinada por el espíritu del mundo, sino que se concentra en un punto concreto: el sucesor de Pedro, en comunión con el colegio de los obispos, algo que late fuertemente, desde el principio hasta el final, en la última encíclica de Juan Pablo II, Evangelium vitae?. «Al anunciar este Evangelio, no debemos temer la hostilidad y la impopularidad, rechazando todo compromiso y ambigüedad que nos conformaría a la mentalidad de este mundo (cfr. Rm. 12,2). Debemos estar en el mundo pero no ser del mundo, con la fuerza que nos viene de Cristo, que con su muerte y resurrección ha vencido al mundo» (Evangelium vitae, n. 82). Juan Pablo II, en el n. 70, alude también a planteamientos que dependen de provisionales y volubles mayorías de opinión y habla de la posibilidad de una «trágica ofuscación de la conciencia colectiva».

Estos días de Semana Santa contemplamos cómo Dios mismo conoce una soledad grande y sufriente, y experimenta el abandono por parte del mundo de los hombres. Dice también Berdiaev: «A lo largo de su camino, Cristo se encontró solo e incomprendido. Cristo fue verdaderamente aceptado y comprendido sólo después de su muerte de cruz». En consecuencia, creo que hay que decir sin miedo: sectarios nunca, pero en ciertos temas sí quizá un tanto aislados y en solitario con respecto a la mentalidad común. (…)

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