España: la falta de apoyo a la familia frena la natalidad

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Madrid. El número de nacimientos continúa creciendo en España, por segundo año consecutivo, según los datos avanzados por el Instituto Nacional de Estadística. En el año 2000 el total de nacidos se situó en 395.756, un 4,75% más que el año anterior. Con esta subida, la tasa de fecundidad -número medio de hijos por mujer en edad fértil- creció ligeramente, de 1,2 a 1,23. Se trata de un indicador en el que España ocupa la posición más baja de todos los Estados de la Unión Europea -donde la fecundida media es de 1,45-, pero que ha subido paulatinamente en los últimos cinco años -con la excepción de 1998-, en buena medida por los nacidos de madres extranjeras. Por ejemplo, en 1998 las inmigrantes alumbraron 14.800 niños (9,6% más que en 1997): si no llega a ser por ellas, la población española habría disminuido, pues en ese año el crecimiento vegetativo (diferencia entre nacimientos y defunciones) fue un exiguo 4.005.

El bajo nivel de estos datos no puede considerarse resultado de una crisis en la familia, según señalaba recientemente Anna Cabré, directora del Centro de Estudios Demográficos de Cataluña. En su opinión, las cifras son más bien fruto de una cultura en la que «la familia se toma excesivamente en serio». «Hay indicadores preocupantes como la baja natalidad, pero reconforta pensar que el 90% de los nacimientos se producen en el matrimonio», afirmó Cabré en un seminario organizado en Madrid por el Instituto de Política Familiar y la Fundación Cánovas del Castillo. Para esta demógrafa, se trata de un comportamiento específico de la Europa del Sur, que poco a poco van imitando más países: «La familia española es lenta en su constitución, pero es más sólida que la media europea». De hecho, la tasa de ruptura de uniones es más baja que la media de Europa: «Se cohabita poco y la pareja, si se constituye, lo hace de forma legal, y ahí se producen los nacimientos».

Según Cabré, al analizar los datos del movimiento natural de la población, también habría que tener en cuenta que las comparaciones se realizan con el año 1975 -en el que se registraron 677.456 nacimientos y una media de 2,8 hijos por mujer-, que técnicamente se considera un estado de boom: en esa fecha, el 82% de las mujeres de 25 a 29 años estaban casadas, por lo que coincidían varias generaciones con capacidad de procrear, mientras que en la actualidad solo están casadas la mitad de las jóvenes de esa edad.

En los bajos indicadores de fecundidad también incide la incertidumbre que supone la transición de un modelo familiar complementario a uno igualitario, en el que marido y mujer trabajan fuera del hogar. Así, el riesgo de perder las posibilidades laborales ante un embarazo es tan elevado, que actúa de freno para tener hijos. Esta situación, según las conclusiones del seminario, requeriría más medidas para flexibilizar las condiciones laborales, nuevas fórmulas de contratación y una mejor oferta de servicios de ayuda a la familia. En otros países de la Unión Europea, como Suecia o el Reino Unido, donde la tasa de actividad femenina es mayor, la tasa de fecundidad resulta más elevada que la española, pues las necesidades familiares se han cubierto mejor (ver servicio 9/01).

Envejecimiento

Para Albán d’Entremont, director del Departamento de Geografía de la Universidad de Navarra, «es necesario que las autoridades políticas promuevan acciones que faciliten y favorezcan la formación de familias y el estímulo a la natalidad, con prestaciones económicas concretas para la vivienda, la educación, la salud, etc. y una reducción de impuestos». Pero, añadió, también el fomento de la inmigración puede contribuir a contrarrestar el envejecimiento demográfico de España y de otros países de Europa. En este punto coincidió con Salomé Adroher, directora del Instituto Universitario de la Familia, quien rechazó la contraposición entre política familiar y ayuda a los inmigrantes, y recordó que mientras España registra un millón de residentes extranjeros, la cifra de españoles residentes en el exterior es justo el doble. «Si vienen, es porque los necesitamos», declaró Adroher.

Según Eduardo Hertfelder, secretario general del Instituto de Política Familiar, la verdadera amenaza para la familia es «la carencia práctica de ayudas, protección y promoción». «Si se desarrolla únicamente una política inmigratoria -aunque sea necesaria-, lo que se consigue es enmascarar y falsear la falta de una política integral de apoyo a la familia».

M. Ángeles Burguera

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