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Entran en vigor las nuevas reglas de sucesión al trono británico

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El vicepresidente británico Nick Clegg acaba de anunciar en un comunicado la entrada en vigor, desde el 26 de marzo, de las nuevas reglas sucesorias al trono británico. Los cambios ponen fin a la primacía masculina para acceder a la Corona y permiten que la persona heredera pueda casarse con otra católica.

La reforma fue acordada en 2011 por los 16 estados soberanos de la Commonwealth cuyo jefe de Estado es la Reina. Pero fue el anuncio del embarazo de la duquesa de Cambridge, Kate Middleton, el que aceleró el proceso. En 2013 el Parlamento británico aprobó la nueva ley de sucesión al trono, en sustitución de la que estaba vigente desde 1772.

De Kate y Guillermo nació finalmente un varón. Pero, de haber sido una niña, no habría habido impedimentos: las nuevas reglas permiten reinar al primogénito, con independencia de su sexo. En efecto, la ley de sucesión al trono de 2013 suprime la preferencia masculina en la línea de sucesión, “eliminando así una discriminación histórica contra la mujer”, dice el comunicado de Clegg.

La ley también suprime otra discriminación de siglos: la que impedía a una persona casada con otra católica llegar a ser monarca.

Para la plena entrada en vigor de ambos cambios hacía falta que los 16 países de la Commonwealth cuyo jefe de Estado es la Reina, introdujeran la reforma en sus ordenamientos. Nueve países no han tenido que tocar nada, pero los otros siete sí: el último que faltaba era Australia, que lo acaba de hacer.

La Iglesia y la Corona

Ahora bien, con los nuevos cambios no desaparecen todos los aspectos discriminatorios de las reglas de sucesión al trono británico. Como recuerda en The Conversation Anne Twomey, profesora de Derecho constitucional en la Universidad de Sidney, “la familia y la religión todavía tienen una importancia decisiva. Solo puede reinar un heredero o una heredera que sean protestantes y que estén en comunión con la Iglesia de Inglaterra, y si él o ella son descendientes legítimos de Sofía, electora de Hanóver”, quien dio origen en el siglo XVII a la dinastía actual.

El privilegio religioso mencionado por Twomey no solo deja fuera de la línea sucesoria a los no anglicanos: en teoría, también podría excluir a aquellos que, aún siéndolo, mantienen un estilo de vida contrario a la fe y la moral cristianas. Lo cual chirriaría con la posición del monarca como cabeza de la Iglesia anglicana.

La cuestión la plantearon algunos obispos anglicanos, después de que algunas informaciones hablasen de las relaciones del Príncipe Carlos con una mujer casada, sin haberse divorciado de la Princesa de Gales, Diana. Pero la polémica se desinfló pronto, tanto por la evolución de los acontecimientos como por la condescendencia de la mayor parte de la jerarquía anglicana (cfr. Aceprensa, 29-12-1993 y 6-03-1996).

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