El «voto moral» en las elecciones norteamericanas

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Los comentarios sobre la reelección de George Bush, con una participación y por un margen inesperados, destacan la influencia del «voto moral». Para buena parte de los electores los valores morales han contado más que la economía o Irak, temas que predominaban en la prensa internacional. Las urnas confirman así que en EE.UU. la separación entre las Iglesias y el Estado no implica que la religión esté separada del tejido social.

Los republicanos, al parecer, han logrado movilizar a los electores evangélicos que hace cuatro años se quedaron en casa y han demostrado ser muchos más que los nuevos votantes jóvenes, favorables a John Kerry en un 55%. Más o menos un tercio de los norteamericanos son cristianos evangélicos, muy sensibles a cuestiones como el aborto, la investigación con embriones o el matrimonio para homosexuales. A ellos se han sumado muchos católicos y una parte significativa de hispanos y negros, entre los que Bush ha ganado votos en estas elecciones. Todos ellos han encontrado en Bush un candidato con ideas claras y convicciones firmes en estos temas, y en Kerry una postura contraria o al menos poco nítida.

Un factor decisivo
Según una encuesta nacional hecha a la salida de los colegios electorales, el 22% de los interrogados dijo que las cuestiones morales eran las que más habían determinado su voto, por encima de la economía (20%), la lucha contra el terrorismo (19%) y la guerra de Irak (15%). En su editorial del 3 de noviembre, el «New York Times», que se había declarado oficialmente a favor de Kerry, lamentaba que la mala marcha de la posguerra en Irak y el descontrol del déficit público -principales puntos débiles de Bush- hubieran contado tan poco en las elecciones. Y reconocía que «Irak tal vez haya dominado las discusiones en cenas con invitados y residencias universitarias, pero está claro que mucha gente eligió en las urnas al hombre con quien personalmente conectan más, especialmente en asuntos de fe y moral». Así, prosigue el «Times», es muy posible que «estas decisivas elecciones hayan dependido más de las opiniones de los candidatos sobre el matrimonio «gay» que de la política internacional».

En efecto, se ha visto una relación entre el aumento del voto a Bush y los referendos en 11 estados sobre el matrimonio homosexual. En todos los casos, las propuestas contra el matrimonio «gay» ganaron con claridad (ver cuadro). En Mississippi, Montana y Oregón se aprobaron las correspondientes enmiendas constitucionales. Arkansas, Dakota del Norte, Georgia, Kentucky, Michigan, Oklahoma y Utah decidieron, además, prohibir las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Y en Ohio se impide incluso la instauración de cualquier clase de estatuto legal para uniones homosexuales que «pretenda aproximarse al matrimonio». Estos 11 estados se suman a otros seis que ya adoptaron la misma decisión (ver servicio 124/04).

La «guerra cultural»
El fenómeno ha llevado a algunos, particularmente en Europa, a concluir que la victoria de Bush se apoya en la llamada «derecha religiosa». Y al comprobar que los asuntos bioéticos han resultado tan decisivos, ven una profunda división moral en la sociedad norteamericana. Según «El País» (5-11-2004), «Bush ha sido capaz de explotar en su beneficio la creciente polarización social de su país», incluida «una nueva falla, esta vez de ámbito religioso». Así que recomienda a Bush aprovechar «su abultada victoria» para ser «ese presidente unificador que ha prometido ser (…) y nunca ha sido». «The Economist» (5-11-2004), también partidario de Kerry, sostiene que Bush «haría bien en centrarse desde ahora en el pragmatismo, más que en la ideología». Y le advierte que, si promueve al Tribunal Supremo a un juez alineado con la «derecha religiosa», «reavivará la guerra cultural americana».

No es seguro que esos mismos medios hubieran lanzado tales llamadas a la moderación de haber ganado el candidato de su gusto. A juzgar por sus tomas de postura a lo largo del primer mandato de Bush, más bien estarían ahora alentando a Kerry a permitir la financiación federal de experimentos con embriones. Se diría que para algunos polarizar es no darles la razón y apaciguar la «guerra cultural» consiste en pasarse a su bando.

Pero si en estas elecciones las cuestiones morales han pasado a primer plano, la división no ha surgido ahora. El «voto moral» es visible en Estados Unidos desde hace más de veinte años. Ronald Reagan ganó en parte gracias a él. Sin embargo, no sirvió a George Bush padre, que perdió la reelección frente a Bill Clinton. La importancia del «voto moral» siempre es relativa a los otros temas presentes en cada votación y a las cualidades de los candidatos. Lo decisivo es con quién se identifican más los electores, y Clinton, que hizo cuanto pudo para impedir que se frenara el aborto, supo al mismo tiempo conectar mejor con el norteamericano medio.

Los presidentes rezan
Estados Unidos es un país mucho más religioso que el resto de Occidente. Como ha comentado Michael Novak, «en América puede haber separación entre las Iglesias y el Estado, pero no puede existir separación entre la religión y el tejido de la vida nacional». Por eso, mostrarse como un hombre religioso es «un comportamiento normal, y casi obligatorio, para un presidente», y no un rasgo peculiar de Bush, como escriben algunos comentaristas europeos.

El propio Clinton, pese a «todo», logró mostrarse ante los electores como un verdadero creyente, semejante a la mayoría de sus conciudadanos. Después del escándalo Levinsky, hizo una petición pública de perdón y arrepentimiento ante Dios, acompañado de un pastor. En cambio, Kerry, a diferencia de su rival, no ha convencido a la gente de la solidez de sus convicciones religiosas. Y este es un elemento más permanente aún que el «voto moral» en las elecciones presidenciales norteamericanas. A juicio de David Balsiger, realizador de un conocido DVD sobre Bush, los temas morales no han sido los que más han movilizado a los evangélicos. Más bien sucede que los numerosos norteamericanos creyentes, dice, «se sienten a gusto con alguien como ellos, que reza, lee la Biblia y aprecia la oración de intercesión, así como la oración personal» («Philadelphia Daily News», 3-11-2004).

Mayoría de creyentes
Por tanto, antes de declarar la victoria de la «derecha religiosa» se debería tener en cuenta otros datos. El comentarista Nicholas Kristof tiene una explicación para el hecho de que millones de ciudadanos de modesta condición hayan votado a los republicanos, «en contra de sus propios intereses», dice, pues los demócratas son mejores para ellos en materia de impuestos, sanidad y política social («New York Times», 3-11-2004). El «quid» es esto, según Kristof: «Un tercio de los norteamericanos son cristianos evangélicos, y muchos de ellos creen ver en los demócratas una actitud extendida de desprecio a su fe. Y, francamente, a menudo tienen razón».

Los norteamericanos corrientes, dice Kristof, no sintonizan con un partido que encuentran elitista, de un progresismo y una indiferencia religiosa típica de clase alta, que en lugares como el campo de Oregón «se preocupa más de los búhos moteados que de los leñadores». Si los demócratas quieren tener más posibilidades en futuras elecciones, concluye Kristof, tienen que «desechar sus complejos para hablar de fe y trabajar más con grupos religiosos».

Los análisis del voto destacan que Bush ha obtenido un respaldo excepcional entre los electores que van a la iglesia una vez por semana, categoría en la que ha superado a Kerry por 21 puntos. Esto le ha permitido ser particularmente fuerte en la región de los Apalaches y en los estados del «Bible Belt» (el Cinturón de la Biblia), que en la época de Clinton se inclinaron por los demócratas.

A fin de cuentas, las convicciones de la «América profunda» han sido más influyentes que los panfletos fílmicos de Michael Moore y las muestras de apoyo a Kerry de casi todo Hollywood (Sean Penn, Susan Sarandon, Tim Robbins, Barbra Streisand, Brad Pitt, Leonardo di Caprio, Sharon Stone…).

Los demócratas dejan el campo libre
Kerry, en fin, podría haber ganado si se hubiera mostrado de otra forma (o tuviera otras convicciones). El «voto moral» y la fe sin complejos no son monopolio de los republicanos, aunque en la práctica los demócratas les estén dejando el campo libre. De hecho, el examen de los referendos sobre el matrimonio «gay» revela que la postura moral mayoritaria es más amplia que el voto republicano (ver cuadro). En todos los estados que realizaron la consulta, el «sí» a la prohibición del matrimonio para homosexuales obtuvo mucho mayor margen que el candidato presidencial ganador, con la única excepción de Utah. En las cruciales elecciones de Ohio, Bush ganó a Kerry por la mínima diferencia, 51-49%, y la prohibición del matrimonio «gay» salió por 62-38%. En el mismo caso están no solo los otros siete estados -de esos once- donde Bush consiguió la mayoría, sino también Michigan y Oregón, donde venció Kerry.

Si se recuerda que también el propio Kerry se declaró en contra de instaurar el matrimonio homosexual (cfr. servicio 135/04), se concluirá que este asunto no ha sido tan decisivo en la elección de presidente. En palabras de Gary Bauer, director de American Values, el resultado de los once referendos «nos dice que el pueblo norteamericano sabe exactamente cuál es su postura en esta cuestión, con independencia de que se trate de un estado a favor de Bush o un estado a favor de Kerry» («Washington Post», 3-11-2004).

La firmeza de la «América profunda»
De todas formas, Kerry perdió votos por otros temas morales. Para dar una muestra del norteamericano corriente que no se identifica con él, el «Orlando Sentinel» (4-11-2004) recoge la opinión de Sheri Gracey, de 36 años, madre de cuatro hijos, residente en Windermere, un pueblo de 1.900 habitantes en el centro de Florida. «Quiero que mis hijos crezcan con la idea clara de que el matrimonio es entre un hombre y una mujer. Quiero que mis hijos sepan que la vida humana en el seno materno es vida, y no algo con lo que podamos jugar. Y sin duda el presidente Bush fue muy claro en esto, y Kerry no».

El problema para Kerry es que esta postura no es exclusiva de la «derecha religiosa». El mismo «Sentinel» ha hecho cálculos: en Florida, el 95% de los electores que se declaran protestantes conservadores han votado a Bush, pero los que así se definen son solo el 15% de los electores, por lo que no son suficientes para dar a Bush la victoria en este estado por mayoría del 52%, como de hecho ha ocurrido. Así, el diario cita a Peverill Squire, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Iowa: «No creo que los cristianos evangélicos sean los únicos preocupados con las cuestiones morales. Hay un sector bastante amplio de personas de otras religiones que tienen reservas con respecto a estos asuntos».

El resultado de estas elecciones nos recuerda que Estados Unidos no se reduce a una y otra costa, donde radican los medios de comunicación con proyección internacional. Y al sacar a la luz las energías de la «América profunda», los comicios revelan no tanto el poder de la «derecha religiosa» cuanto la importancia de la fe y las cuestiones morales -que son también políticas, en la medida en que determinan decisiones públicas- para gran número de votantes norteamericanos. Sin embargo, aunque esta tendencia de fondo permanezca, dentro de cuatro años los temas éticos hoy candentes pueden perder el protagonismo en favor de otros asuntos, o puede ocurrir que el candidato demócrata se gane el «voto moral». Por ahora lo cierto es que las cuestiones éticas han pesado mucho en la última campaña electoral norteamericana (cfr. servicio 138/04). Es algo que otros países deberían envidiar.

Rafael Serrano


Otros referendos

Junto con las elecciones de presidente, parte de los congresistas, once gobernadores y numerosos cargos públicos estatales, el 2 de noviembre se sometieron a votación 163 propuestas en 34 estados. Además de los 11 referendos sobre el matrimonio homosexual, hubo otros señalados.

En California se aprobó por mayoría del 59% la Proposición 71, por la que el estado financiará con 3.000 millones de dólares en los próximos diez años las investigaciones con células madre embrionarias (ver servicio 138/04). La campaña del «sí», alentada por el desaparecido actor Christopher Reeve, dispuso de 25 millones de dólares en total, donados por inversores de Silicon Valley; multimillonarios como Bill Gates y Paul Allen, cofundadores de Microsoft, y algunas celebridades con hijos enfermos. Los partidarios del «no» solo llegaron a reunir 400.000 dólares, de los que casi la mitad fueron aportados por Howard Ahmanson, un pudiente evangélico. La propuesta contó también con el apoyo del gobernador de California, el actor Arnold Schwarzenegger, republicano.

En Florida se aprobó, por mayoría del 65%, una enmienda constitucional sobre el derecho a la intimidad de los menores. El motivo de la propuesta era que se pudiera exigir, para que aborte una menor de edad, la notificación previa a los padres o tutores. Este requisito figuraba en una ley aprobada en su día, que los tribunales anularon por considerarla contraria a las normas sobre privacidad que figuran en la Constitución de Florida.

Tres estados sometieron a referendo la legalización de la marihuana. Alaska la rechazó (57-43%); Montana aprobó el uso de la droga para fines médicos (62-38%); Oregón, que ya había autorizado el uso médico de la marihuana, rehusó ampliar la ley (58-42%). Con Montana, ya son 12 los estados que admiten el uso terapéutico de esta droga.

Juan Meseguer Velasco

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