El trabajo doméstico representa el 30-50% del PIB

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El trabajo doméstico no remunerado representa entre el 30 y el 50 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) de los países desarrollados, según el cálculo realizado en varios países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Esta estimación supera incluso la elaborada por la ONU, que, en su último Informe sobre Desarrollo Humano, sitúa la aportación de la producción del hogar en el 40 por ciento de la producción mundial.

Los resultados que ahora acaba de dar a conocer un informe de la OCDE constituyen un argumento más a favor de la revalorización del trabajo que millones de mujeres desarrollan en el hogar y que, al no ser remunerado, no se incluye en la contabilidad nacional. Las conclusiones del informe, titulado La production domestique dans les pays de l’OCDE (París, 1995, 59 págs.), suponen también una advertencia para las Oficinas Estadísticas de los Estados: la inclusión de esta producción, invisible a efectos laborales y fiscales, ocasionaría una auténtica revolución en las magnitudes hasta ahora manejadas en las cuentas nacionales, aunque, a la vez, permitiría determinar mejor sobre quién recae una buena parte de la producción de bienes y servicios.

Los ocho miembros de la OCDE que han emprendido el esfuerzo para la estimación económica de la producción doméstica definen este concepto como el tiempo y los recursos utilizados en las principales tareas del hogar, es decir, en la preparación de la comida, el lavado y planchado de la ropa, las reparaciones, el aprovisionamiento, y el cuidado de niños y ancianos de la familia.

Para calcular el valor de tan variadas tareas, los servicios estadísticos han utilizado, en líneas generales, tres grandes sistemas. Un primer método estima el coste de oportunidad, es decir, el salario que la persona que desempeña el trabajo doméstico podría percibir en el mercado laboral, en función de su edad, preparación, títulos, etc. Los otros dos sistemas valoran económicamente un salario hipotético, según el criterio de sustitución; es decir, calculan, en un primer caso, cuánto debería percibir lo que denominan un «sustituto global» del ama de casa, capaz de realizar todas las tareas que constituyen el trabajo doméstico. En un segundo caso, se calcula el salario suponiendo que, para la sustitución, se contrata a varias personas cualificadas, una por cada una de las tareas específicas.

El resultado varía en función de las fórmulas -entre el 30 y el 50 por ciento del PIB-. En cualquier caso, la OCDE considera que está distorsionado a la baja: al haberse utilizado salarios de mercado para calcular el valor monetario del trabajo doméstico, se incorpora la desigualdad ya existente en los salarios de las mujeres de cualquier sector laboral y, por lo tanto, esto «acarreará una subestimación equivalente del trabajo del hogar y de la contribución de las mujeres a la producción doméstica», asegura la institución económica.

La publicación del informe de la OCDE, posterior a la Conferencia de Pekín de septiembre, en la que se acordó impulsar este tipo de investigaciones, coincide además con la reclamación del Nobel de Economía Gary Becker. En un artículo distribuido recientemente en la prensa económica internacional, Becker reclama la inclusión del trabajo del hogar en los cálculos del PIB (ver servicio 134/95). La incorporación de la producción doméstica permitiría exigir mayores prestaciones para el ama de casa, al tiempo que mejoraría la autoestima de muchas mujeres. Pero también tropezaría con el programa de algunos movimientos feministas que centran sus esfuerzos en empujar a la mujer al mercado laboral, intentando convertir en «un peso muerto» a toda aquella que elige quedarse al frente de su familia.

Junto al cálculo del valor de la producción del hogar, la OCDE ofrece en su informe datos reveladores sobre la dedicación a estas tareas. Entre los doce países investigados en este caso, Austria e Italia encabezan la dedicación de la mujer al trabajo doméstico, con 38 horas y media por semana, es decir, con cinco horas y media al día. En el otro extremo se sitúa Dinamarca, con una media de 21 horas y 42 minutos: sólo tres horas por día. No en vano el gobierno danés carga con la financiación parcial de una red de empresas de servicios al hogar, en la que trabajan alrededor de cien mil personas de los dos sexos.

Los datos de la OCDE ponen en evidencia que el reparto del trabajo doméstico en la familia no pasa de ser algo teórico en algunos países. Por ejemplo, en Italia, donde el hombre dedica al trabajo del hogar no más de una hora y cuarto al día. La responsabilidad de los hombres en las tareas domésticas resulta ejemplar, en cambio, en Suecia, país en el que los varones llegan a invertir hasta una media de tres horas cada día.

M. Ángeles Burguera

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