El sector audiovisual europeo sigue pidiendo ayuda

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Quinientos políticos y expertos reunidos en la Conferencia Europea del Audiovisual (Bruselas, 30 de junio-2 de julio) han solicitado a la Unión Europea (UE) ayudas para las producciones del Continente. Según datos de la UE, este sector tiene una tasa de crecimiento del 7,5% y podría crear 10 millones de empleos en los próximos 10 años. Pero estas buenas expectativas se ven ensombrecidas por una serie de indicadores negativos. Así, en los últimos 15 años la cuota de mercado del cine europeo ha caído en picado en beneficio del norteamericano, que ha pasado del 35% al 80%. En ese periodo, la asistencia a las salas de cine pasó de 1.200 millones de espectadores a 550. Y mientras las producciones norteamericanas mantenían un número de espectadores cercano a 420 millones, las europeas pasaron durante esos años de 600 millones a 120. Por otra parte, el volumen de producciones europeas no nacionales -películas, series y otros programas- que se emiten en las televisiones de cada país sólo representa alrededor del 8% de la programación total.

Duplicar este último porcentaje en los próximos cinco años es un primer objetivo de las ayudas que se han solicitado en la Conferencia. En concreto, Albert Scharf, presidente de la Unión Europea de Radiotelevisión (UER) -que agrupa a 64 entidades, en su mayoría del sector público-, propuso la creación durante cinco años de un fondo comunitario de 1.000 millones de ecus (unos 160.000 millones de pesetas). En su opinión, esa es la cantidad precisa para poder mejorar en el continente la circulación de las producciones europeas y tener así una industria audiovisual fuerte, que pueda afrontar la dura competencia norteamericana.

Este fondo podría formarse destinando un 1,2% del presupuesto comunitario y todo lo que se recaudase con la creación de gravámenes a las empresas emisoras y de un impuesto sobre las entradas de cine. En principio, se ha rechazado la posibilidad de gravar las entrada de producciones audiovisuales de países terceros, para evitar que la UE sea acusada de proteccionista. Las ayudas se concederían automáticamente a aquellas empresas que asegurasen la primera distribución de una producción europea fuera de su país de origen.

Los participantes en la conferencia quisieron dejar claro que esas ayudas no deben asimilarse a un sistema de subvenciones, tal y como existe en varios países de la UE. Se trataría más bien de que esas ayudas sirvieran para estimular y desarrollar las estructuras económicas de producción, difusión y distribución en el conjunto de Europa, de modo que no se olvide la dimensión supranacional del problema con mecanismos de ayuda tan costosos como inútiles.

Este planteamiento, sin embargo, tiene detractores. «Ya no se trata de cultura, sino de negocio -precisó Yves Mamou en Le Monde (26-V-94)-. Esta contradicción entre las ambiciones políticas y culturales, por un lado, y un cebo de la ambición económica, por otro, late todavía en el corazón de la directiva Televisión sin Fronteras». El periodista francés también criticaba la apariencia de cohesión del mercado audiovisual europeo que se intenta dar desde la UE: «Al dejar de considerar la economía real del sector audiovisual europeo, la directiva Televisión sin Fronteras ha hecho pensar que el mercado europeo era homogéneo, compuesto por autores de talla y poder equivalentes, y que existía una perfecta igualdad de competencia entre ellos. En realidad, el mercado ha estado y permanece prisionero dentro de las fronteras nacionales. El sector de la producción audiovisual ni siquiera merece el nombre de industria, puesto que se ha mantenido nacional y segmentado en una infinidad de productos artesanales. Tres años después de la aplicación de la directiva Televisión sin Fronteras, los únicos programas que circulan sin trabas de un lado a otro de la Europa comunitaria, los únicos programas realmente ‘federales’, son norteamericanos».

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