El rabino que defendió al Papa Pacelli de las acusaciones

publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

La publicación del documento de la Santa Sede sobre el Holocausto judío ha vuelto a despertar la polémica sobre el «silencio» de Pío XII. En Il Giornale (Milán, 31-III-98), Stefano Zurlo entrevista a un personaje que puede aportar un testimonio de primera mano: la hija de Israel Zolli, rabino de Roma durante la ocupación nazi.

«Inmediatamente después de la guerra, mi padre me decía con frecuencia: ya verás cómo hacen de Pío XII el chivo expiatorio del silencio que todo el mundo ha mantenido ante los crímenes nazis. Por desgracia, tenía razón. La polémica de estos días sobre la Shoah es indigna». Miryam Zolli no tiene miedo de ir contra la corriente. Exactamente como su padre, Israel Zolli, Gran Rabino de Roma, que se convirtió al catolicismo en 1945 (…) y tomó el nombre de Eugenio, como signo de agradecimiento hacia el Papa Eugenio Pacelli, que había ayudado a los judíos de la capital en los dramáticos días de octubre de 1943.

En su libro Antisemitismo, que hoy no se encuentra por ningún lado, como el resto de sus obras, escribía: «El judaísmo mundial tiene una gran deuda hacia Pío XII por los repetidos y urgentes llamamientos a la justicia y, cuando éstos no sirvieron, por las enérgicas protestas contra leyes y procedimientos inicuos».

Son afirmaciones que hacen añicos el mito del pontífice prisionero de su propio miedo en los palacios vaticanos. «Cuando los nazis pidieron 50 kilos de oro para salvar la vida a los habitantes del Portico d’Ottavia -cuenta hoy Miryam-, mi padre corrió desesperado al Vaticano y habló con el tesorero, monseñor Nogara. A través de él, el Santo Padre le hizo saber que el Vaticano pondría a su disposición los 15 kilos que faltaban. Desde aquel momento, Israel Zolli estableció una relación de simpatía humana, casi de identificación, con Pacelli». Por desgracia, el tesoro no sirvió para aplacar la ira de los nazis. (…)

Eugenio Zolli «el visionario». Una figura incómoda. Una especie de profeta que hundía sus raíces en la cultura centroeuropea. Su lengua materna era el alemán. Sus hermanos vivían en Austria y Alemania. «Quizá por esto -piensa su hija- había entendido antes que muchos la naturaleza del nazismo y de Hitler. Igual que Pacelli, óptimo conocedor de la cultura alemana». (…)

Con el tiempo, el destino del rabino acabó por cruzarse con el de Pío XII. «Hay que situar a los personajes en la época en que vivieron -anota Miryam Zolli-. En mi opinión, Pacelli y Zolli son dos figuras trágicas en un mundo que había perdido todo punto de referencia moral y que se hundía en el precipicio del mal, entre la incredulidad de la gente común y el silencio de los grandes, de los Roosevelt, Stalin, De Gaulle. El Papa había comprendido que Hitler no cedería ante nadie y que su locura podía explotar en cualquier dirección, por ejemplo, con la matanza de los católicos alemanes o con el bombardeo de Roma. Pío XII actuó en consecuencia. Como una persona obligada a moverse sola entre los locos de un manicomio. Hacía lo que podía: hay que leer sus silencios con esta clave de interpretación, con la clave de la prudencia y no con la de la vileza».

Aquellos dos personajes tan poco políticamente correctos acabaron por encontrarse. Entre medias tuvo lugar la conversión de Zolli, de su mujer y, el año siguiente, de la hija Miryam. El rabino, estudioso y exégeta, había leído y releído infinidad de veces los pasajes de Isaías que hablan del Siervo de Jahvé y estaba cada vez más convencido de que el Crucificado coincidía con el Siervo. En 1945, el gran paso, explicado con pocas impresionantes palabras en su autobiografía (curiosamente, inédita en Italia), Before the Dawn.

La conversión causó una gran impresión. «Se le hizo el vacío alrededor -comenta el cardenal Paolo Dezza, de 96 años-. El nombre de Zolli fue incluso suprimido del elenco de los rabinos de Roma, el semanario hebreo salió con una banda de luto, los Zolli, que vivían todavía a dos pasos de la sinagoga, recibieron llamadas telefónicas con insultos. La familia tuvo que buscar un nuevo domicilio. Mientras tanto, hospedé a Zolli en la Universidad Gregoriana, de la que era rector; la mujer y la hija encontraron alojamiento en un convento de monjas». «Soy pobre -decía Zolli a Dezza-, los nazis me han quitado todo; no importa, viviré pobre, moriré pobre, tengo fe en la Providencia».

Cuando Eugenio Zolli se entrevistó con Eugenio Pacelli -el coloquio se desarrolló en alemán de principio a fin-, el ex rabino pidió al obispo de Roma que se suprimiera de la liturgia del Viernes Santo el adjetivo «pérfidos» referido a los judíos. El Papa respondió con una declaración pública en la que explicaba que en latín «pérfido» quiere decir incrédulo. Entonces no se podía ir más allá.

Zolli murió el 2 de marzo de 1956. Fue rápidamente olvidado. Su hija, psicoanalista, vive todavía en Roma, en el Trastevere, cultivando con discreción su memoria.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.