El Premio Nobel de Medicina y un invento mal concebido

Fuente: Mercatornet
publicado
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Paradójicamente, la fecundación in vitro -concebida por el Premio Nobel Robert Edwards para que las parejas infértiles pudieran tener hijos- puede haberse convertido en otro factor de infertilidad. Así lo explica Carolyn Moynihan en un artículo publicado en Mercatornet, del que traducimos algunos párrafos.

Ciertamente, podemos alegrarnos de que cuatro millones de personas hayan nacido gracias a la fecundación in vitro, aunque solo representen un 20-30% de los embriones creados con este fin. También tendríamos que alegrarnos de la felicidad que estos niños han proporcionado a sus padres. Sin duda, la infertilidad es una de las grandes penas que pueden sufrir unos cónyuges. Además, en una época en que el aborto estaba reduciendo el número de niños disponibles para la adopción, la fecundación in vitro supuso una esperanza, y, a veces, un bebé real.

Pero aquí es donde llegamos a una curiosa paradoja: la esperanza que brindaba el milagro técnico de la fecundación in vitro empezó a funcionar como un motivo para retrasar la edad de tener niños y, por eso, se convirtió en una nueva causa de infertilidad.

La revolución reproductiva desatada por la píldora llevó a retrasar la edad de contraer matrimonio y de tener hijos. Esto es lo que seguramente pretendían los creadores de la píldora, tan preocupados por la “explosión demográfica” de mediados del siglo XX. En las últimas cuatro décadas, ese retraso se ha ido incrementando a un ritmo constante, hasta el punto de que la edad media de las madres (casadas o no) que tienen hijos ha pasado de los 25 a casi los 30 años en algunos países desarrollados.

Diversos factores han influido en este cambio cultural. Entre otros, la creciente participación de las mujeres en el mercado de trabajo y las desorbitadas aspiraciones de las parejas, que a menudo retrasan el inicio de la vida familiar hasta encontrar la casa de sus sueños y celebrar una boda extravagante.

Infértiles porque tienen más de 40

Estas parejas deben intuir que su fertilidad no durará toda la vida, pero la imagen del hombre en bata blanca que les fabricará un bebé si las cosas salen mal les tranquiliza. Tanto que los expertos en fecundación in vitro han empezado a advertir que ellos no hacen milagros.

Hace unos días uno de los principales expertos de fecundación in vitro de Nueva Zelanda dijo abiertamente que la causa principal de la infertilidad es el retraso de la maternidad. En veinte años, el número de mujeres en ese país que tienen hijos entre la mitad de la treintena y la mitad de la cuarentena ha subido de 5.000 a más de 13.600.

El doctor Richard Fisher dijo que un tercio de las mujeres sometidas a tratamientos de fecundación in vitro superaban los 40 años, edad en la que sus oportunidades de concebir de forma natural están entre el 6 y el 0%.

“Atendemos a la mayoría de esta mujeres -dice Fisher- porque tienen más de 40 años, no porque fueran infértiles de jóvenes. Cuanto más se retrasa la decisión de tener hijos, menores son las oportunidades de concebir. Así que si tienes la opción de concebir siendo joven, no deberías dejarla pasar”.

(…) El retraso de la maternidad también puede reducir la fertilidad en otro sentido. El lado irónico de la revolución reproductiva es la revolución sexual. El aumento de parejas sexuales durante la veintena aumenta el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual, que a su vez pueden llevar a la infertilidad bien por infecciones pélvicas, bien por bloqueo de las trompas de Falopio. En una cultura donde se retrasa el matrimonio y la maternidad, la fecundación in vitro fomenta de manera indirecta los estilos arriesgados de vida.

De manera que, vistas las cosas en conjunto, el gran invento del doctor Edwards podría haber contribuido a provocar más infertilidad que la que ha resuelto.

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