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El «paracaídas de oro» no siempre se abre

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La rebelión de los accionistas ante las astronómicas indemnizaciones por cese de altos directivos fracasados empieza a dar sus frutos (cfr. servicio 89/03). El «golden parachute» de los ex directivos ya no siempre se abre mientras la cotización está en caída libre. Dos casos emblemáticos tienen lugar en Francia. El ex presidente de Alstom ha renunciado a su indemnización que se elevaba a 4,1 millones de euros. Y Jean-Marie Messier, el ex presidente del siniestrado grupo de comunicación Vivendi, está enredado en los tribunales para intentar cobrar una indemnización de 20,5 millones de euros.

La crisis de Alstom -grupo de ingeniería constructor de turbinas, trenes y cruceros- provocó que el pasado 6 de agosto el Estado francés decidiera aportar 300 millones de euros y avales para convertirse en propietario del 31,5% de la firma. En las últimas semanas, la indemnización del ex presidente del grupo, Pierre Bilger, que dimitió en marzo, había sido objeto de duras críticas en la prensa y por parte de los accionistas.

Finalmente, Bilger ha renunciado a su indemnización, aduciendo dos motivos en sus declaraciones a Le Monde (19 agosto): «no quiero ser un motivo de escándalo para los cien mil trabajadores de Alstom» ni que «los gestores de la empresa vean complicada su tarea por esta controversia».

De todos modos, Bilger aduce que esa indemnización se fijó conforme a su contrato de trabajo y siguiendo las reglas de gobierno de la empresa. «Las modalidades fueron discutidas y decididas por el comité de remuneraciones, sin estar yo presente, y después aprobadas por el Consejo de Administración», explicó. Declara haber optado siempre por la trasparencia y recuerda que fue el segundo presidente de una sociedad cotizada en Bolsa que publicó el conjunto de sus remuneraciones, incluso antes de que esta práctica se hiciera obligatoria. También advierte que en su patrimonio sigue conservando 170.000 acciones de Alstom, por lo que se ha visto afectado por el descenso de la cotización como los otros accionistas.

Bilger se lamenta de haberse convertido en un «blanco mediático», en una víctima de una campaña de prensa: «Los jefes de empresa son probablemente la única categoría de dirigentes obligados a publicar su remuneración y a someterla a la crítica de la opinión». Pero admite que en la remuneración de los altos directivos «ha habido excesos considerables, sobre todo en el mundo anglosajón», si bien advierte que «habrá que evitar caer en el exceso contrario» y recompensar adecuadamente a los que aceptan esas responsabilidades.

Para comprobar que ha habido excesos basta pensar en los 20,5 millones de euros de indemnización que Jean-Marie Messier, ex presidente de Vivendi Universal, reclama al grupo. Messier abandonó Vivendi en julio de 2002, dejando como herencia una fuerte crisis de liquidez, una deuda astronómica y una cotización que caía en picado. Dos miembros del Consejo de Administración negociaron con Messier su indemnización por cese. Según la versión de Messier, llegaron a un acuerdo por 20,5 millones de euros. Pero esta indemnización no se sometió a la aprobación del Consejo de Administración, como exige el derecho francés.

A partir de ahí ha empezado un embrollo jurídico. Un tribunal arbitral de Nueva York, al que ambas partes se habían remitido, dio la razón a Messier, aun reconociendo que la indemnización establecida no había sido aprobada por el Consejo de Administración. Luego el asunto ha pasado a un tribunal de distrito, que antes de 90 días revisará el procedimiento.

Pero Vivendi ha contraatacado en los tribunales franceses. Y el Tribunal de Comercio de París ha autorizado al grupo a embargar la indemnización de Messier, por no haber sido aprobada por el Consejo. Vivendi pide también al mismo tribunal que condene a Messier a pagar 23 millones de euros en conceptos de daños y perjuicios al grupo.

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