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El Papa explica la Eucaristía a miles de niños de Primera Comunión

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Roma. El encuentro de Benedicto XVI con ciento cincuenta mil personas, en su mayoría niños, acompañados de padres y catequistas, puso una nota festiva al Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía, que se clausurará en Roma el próximo 23 de octubre. La Eucaristía fue precisamente el tema del diálogo del Papa con los pequeños, la mayoría de los cuales acaban de hacer la Primera Comunión o se preparan para ella.

Lo que al principio se planeó como una iniciativa circunscrita a la diócesis de Roma, acabó reuniendo a miles de muchachos y muchachas de todas las regiones italianas y de algunos países cercanos. Así, la tarde del 15 de octubre el ambiente de la plaza de San Pedro recordaba el de las grandes reuniones de Juan Pablo II con gente joven. La novedad es que Benedicto XVI prescindió de un texto escrito y respondió en vivo a las preguntas sobre la Eucaristía que le dirigieron los chicos. El acto, transmitido en directo por el primer canal de la RAI, se cerró con una breve adoración eucarística: unos minutos en los que lo sorprendente fue esta vez el silencio.

Las respuestas del Papa a las seis preguntas de los niños reflejaron, en un tono sencillo y catequético, algunos de los temas de los que se ocupa el sínodo, en el que participan 252 obispos de todo el mundo. Benedicto XVI comenzó recordando su propia primera comunión, que tuvo lugar en 1936. «Estaba realmente lleno de alegría por el hecho de que Jesús había venido a mí, y comprendía -a los nueve años- que había comenzado una nueva etapa en mi vida. Desde entonces, he prometido al Señor: querría estar siempre contigo, pero -sobre todo- Tú tienes que estar siempre conmigo».

Sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, el Papa dijo que «no lo vemos, pero hay muchas cosas que no vemos y son esenciales: por ejemplo, nuestra inteligencia o el alma, pero existen porque podemos hablar y pensar. Tampoco vemos la electricidad, pero percibimos sus efectos, la luz eléctrica». Del mismo modo, «tampoco vemos con nuestros ojos al Señor resucitado, pero vemos que con Jesús los hombres cambian, son mejores, hay una mayor capacidad de paz y de reconciliación».

A propósito de la necesidad de la confesión, el Papa explicó que no es necesario confesarse antes de cada comunión si no se han cometido pecados graves, «pero es muy útil confesarse con una cierta regularidad para tener el alma limpia». A pesar de que nuestros pecados «son siempre los mismos», añadió aludiendo a las palabras usadas por una niña en su pregunta (cuyo tono le arrancó casi una carcajada), «también limpiamos nuestras casas al menos una vez a la semana, aunque la suciedad es siempre la misma. Si no se hace, se corre el riesgo de que la suciedad no se vea, pero tal vez se acumula. Lo mismo sucede con nuestra alma».

La misa dominical también estuvo presente en las preguntas, pero enfocada desde la perspectiva de los niños. «Los padres, con frecuencia, no nos acompañan a misa porque el domingo duermen», dijo con desparpajo una pequeña. El Papa le recomendó que hablara con ellos con gran amor y respeto, y les dijera: «Querida mamá, querido papá, ¿sabes que hay algo muy importante para nosotros, también para ti?: encontrarnos con Jesús».

Los temas del Sínodo

Evidentemente, las discusiones de las dos primeras semanas en el aula del Sínodo han sido mucho más complejas que las referencias que hizo el Papa a los niños. Entre los temas tratados se habló, en efecto, de la misa dominical, de la dignidad de la liturgia, de la centralidad del misterio de la Eucaristía en la vida de la Iglesia. Y también de situaciones concretas, que fueron las que encontraron mayor eco en la prensa: especialmente, la comunión a los divorciados vueltos a casar, el celibato sacerdotal y la celebración común del sacramento de la Eucaristía con otras confesiones cristianas. Tampoco han faltado algunos testimonios sobre la vida de los cristianos en países, como Arabia Saudita, que no reconocen la libertad religiosa.

En la última semana, los padres sinodales, que proceden de 118 países (se confirmó la ausencia de los delegados chinos), presentarán al Papa una lista de propuestas. Con ese material, el Pontífice escribirá una exhortación apostólica. Al menos, esa ha sido la praxis seguida hasta ahora y no hay indicios de que vaya a cambiar. Benedicto XVI sí introdujo una modificación en la estructura de la asamblea: una hora al día de discusión libre, sin texto previamente escrito, lo que ha otorgado a la reunión un dinamismo particular.

Si siempre ha sido difícil cubrir informativamente un Sínodo de Obispos, esa libre discusión ha introducido una nueva variable. Y no solo por las parciales restricciones informativas que lo rodean, motivadas -según se repite periódicamente- por la necesidad de dejar que el debate sea verdaderamente libre, sin la presión de que el intercambio de opiniones se convierta al día siguiente en titulares de prensa.

El problema es también periodístico. Como la primera fase del Sínodo consiste en breves intervenciones personales, que confluyen después en las propuestas más organizadas, la información que se ofrece es muy fragmentada. El resultado es que falta síntesis y, sobre todo, el contexto. Desde la prensa se suele estimular que haya debate dentro de la Iglesia. Pero cuando lo hay, la misma prensa tiene dificultades para presentar el debate como debate. Habitualmente, se entiende en clave de enfrentamiento.

Esa tendencia se ha notado especialmente en los tres temas mencionados (divorciados, celibato, intercomunión). En todo caso, la confrontación que se llevó a cabo en el aula sinodal muestra que no existen temas «tabú». Lo que resulta más discutible es que algunos medios informativos se enfaden porque el Sínodo no apruebe las reformas que ellos proponen.

Diego Contreras

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