El Papa en Austria: una peregrinación convertida en intensa visita pastoral

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Viena. No siempre son más fáciles las cosas cuando tienen lugar entre vecinos. Pero en el caso del Papa bávaro, nacido a pocos kilómetros de la frontera austríaca y con antepasados procedentes de la Alta Austria por línea paterna, las cosas han sido más fáciles. La visita de tres días de duración que ha llevado a cabo Benedicto XVI desde el viernes 7 de septiembre, hasta el domingo 9 ha superado las previsiones, entre otras cosas, porque lo que parecía que iba a ser inicialmente una peregrinación de pocas horas para honrar a la Virgen se ha convertido de hecho en una importante visita pastoral. Austria será el único país europeo que el Papa habrá visitado este año.

Inicialmente los obispos austríacos habían previsto una “visita con sordina”, es decir, no habían programado grandes encuentros, sino sólo una peregrinación colectiva a Mariazell reservada principalmente para los miembros de los consejos parroquiales austríacos. Poco a poco fue cambiando el horizonte, precisamente debido a la “presión de la base” y seguramente a la iniciativa del cardenal arzobispo de Viena, Christoph Schönborn (que ha sido discípulo del profesor Ratzinger) y a los deseos del Papa. Poco a poco el programa fue aumentando, hasta el punto de que la peregrinación se ha convertido en una intensa visita pastoral.

En el espacio de menos de 60 horas, Benedicto XVI pronunció once discursos, homilías y mensajes de hondo contenido pastoral, teológico y litúrgico: en el aeropuerto de Viena, en plazas públicas, al aire libre, en el palacio imperial, en la Konzerthaus, en la basílica de San Esteban, en la basílica de Mariazell y en la abadía de Heiligenkreuz. La bellísima imagen románica de madera de tilo de la Virgen Mariazell es la patrona de austríacos, húngaros y de los pueblos eslavos que habían formado parte de la corona austrohúngara. El Papa no eludió ninguno de las cuestiones que hoy día podrían ser consideradas como conflictivas entre cristianos, ni tampoco ninguna de los principales grandes problemas de la humanidad. Pero lo hizo siempre yendo a las raíces del problema, sin proclamar normas o prescripciones formales, pero con una enorme claridad.

Uno de los discursos más comentados fue el que pronunció ante políticos, diplomáticos y representantes de organizaciones internacionales en el Palacio de la Hofburg (Viena alberga muchas agencias especializadas de la ONU). Saliendo al paso de los que reprochan a la Santa Sede una posición “moralizadora”, Benedicto XVI prefirió utilizar una cita de un filósofo no cristiano (Jürgen Habermas) para explicar la base de la moral cristiana: “El cristianismo no ha sido tan solo un catalizador de la naturaleza normativa de la época moderna. El universalismo basado en la igualdad, del que han surgido las ideas de la libertad y de la convivencia solidaria, es una herencia directa de la concepción judía de la justicia y de la ética cristiana del amor. Sin modificar la sustancia, esta herencia ha ido siendo incorporada y reinterpretada. No hay otra alternativa posible”.

Países abiertos a los niños

El viernes el Papa mostró su preocupación por las nuevas tendencias encaminadas a legalizar el “suicidio asistido” y la eutanasia y animó a buscar soluciones humanas a los nuevos problemas, porque -como diría el sábado en Mariazell- “el cristianismo es algo más que un sistema moral, es el regalo de una amistad (…) que incluye una gran fuerza moral que tanto necesitamos para hacer frente a los desafíos de nuestra época”.

La Iglesia defiende los derechos humanos “no en virtud de un interés eclesiástico especial, sino que nos convertimos en abogados de una intención profundamente humana y en portavoces de los nonatos, de los que no tienen voz”, dijo Benedicto XVI. “Por ello dirijo un llamamiento a los políticos responsables para que no permitan que el embarazo sea considerado como un caso de enfermedad y para que no se anule con los hechos la calificación del aborto prevista en la legislación como algo ilegal”.

La última frase ha sido objeto de numerosos comentarios en Austria, debido a que evidentemente el Papa hizo una descripción eufemística de la situación legal en el país. El aborto continúa siendo ilegal según el código penal austríaco. Lo que se hizo en su día en Austria fue mantener la calificación en el código, pero despenalizar los abortos llevados a cabo en el plazo de tres meses de la concepción en determinadas condiciones.

Inicialmente -durante la visita del Papa- el cardenal Schönborn y un portavoz del Vaticano declararon que el Papa no había pedido que se modificara esta legislación. Más tarde el mismo cardenal, en una mesa redonda, declaró que lo que la Iglesia quería era “mejorar la legislación”. En realidad, fue el mismo Papa quien precisó lo que había querido decir: que no se convirtiera en papel mojado la calificación legal de atentado a un derecho humano fundamental como es el de la vida. Y añadió: “Pero esto es sólo una cara de lo que nos preocupa. La otra cara es que tenemos que hacer todo lo que podamos para que los países europeos vuelvan a ser países abiertos a los niños. Animen ustedes a los jóvenes -dijo el Papa a los políticos- a formar una familia a través del matrimonio, a ser padres y madres. Con ello ustedes se benefician a sí mismos y a toda la sociedad”.

Más tarde el Papa les pidió que “fomenten las condiciones que hagan posible a las parejas jóvenes criar y educar a sus hijos (…) en un clima de alegría y esperanza en el que los hijos no son considerados como una carga, sino como un regalo de Dios”.

Superar las divisiones entre cristianos

De acuerdo con su estilo y de forma muy concreta, el Papa mencionó en Austria en especial el ecumenismo y las divisiones entre los cristianos. El interés por esta cuestión se había agudizado desde que la Santa Sede publicó en junio de este año un documento sobre la naturaleza de la Iglesia (ver Aceprensa en Internet, 11-07-2007) en el que, por una parte decía que la Iglesia fundada por Cristo sólo existe en su plenitud en la Iglesia católica, pero por otra parte se añadía que “fuera de su estructura visible hay elementos de santidad y de verdad“. Esto fue criticado por las Iglesias protestantes. Es lo que en el lenguaje teológico se califica de la polémica del subsistit in (“la Iglesia de Cristio subsiste en la Iglesia católica”).

El sábado el Papa justificó finalmente y de manera muy matizada la interpretación mencionada diciendo en su homilía de Mariazell que “cuando decimos que Él (Cristo) es el único mediador válido (entre Dios y los hombres), ello no significa un desprecio de las otras religiones ni tampoco una absolutización de nuestra forma de pensar”. Es evidente que esta referencia está relacionada con el III Encuentro Ecuménico que tenía lugar esos días en Sibiu (Rumanía). El Papa había enviado ya a ese encuentro un mensaje en términos bastante semejantes, diciendo que “las raíces comunes son más profundas que las divisiones” y deseando que “desaparezca la falsa autosuficiencia y se llegue a un fundamento común de la fe”.

Respetar el domingo

El día dedicado a Dios tendría que ser en una sociedad moderna algo más que un tiempo libre, un simple “fin de semana”, diría finalmente el Santo Padre ante 4.000 fieles dentro de la catedral y unos 15.000 fuera de ella. “El tiempo libre requiere un centro, el encuentro con quien es su origen y su fin”. El Papa citó a este propósito a quien había sido su predecesor como arzobispo de Munich, cardenal Faulhaber, quien exigió del régimen nazi: “Hay que dar al alma su domingo y hay que dar al domingo su alma”. Faulhaber fue un destacado luchador contra la doctrina nazi y el autor material de la encíclica de Pío XI contra el nacionalsocialismo en 1937.

Benedicto XVI recordó también el ejemplo de los mártires cristianos de Túnez que en 304 fueron matados por haberse negado a renunciar a la festividad del domingo, con la frase: “sine dominico non possumus“ (“sin domingo, no podemos [vivir]”). En esta frase -dijo el Papa- se incluye un doble contenido: en primer lugar el mismo Cristo resucitado un domingo, y en segundo lugar, el encuentro semanal de los cristianos con Él.

“En una época en la que la creación parece estar amenazada por muchas partes, tendríamos que tomar conciencia de esta dimensión del domingo, que es la fiesta semanal de la Iglesia sobre la creación, es decir la fiesta para dar gracias a Dios por la creación y la fiesta para gozar de ella”.

Las palabras del Papa Benedicto han encontrado un eco muy positivo no tan sólo entre los creyentes, sino también en el partido socialdemócrata y especialmente entre los sindicalistas, que se oponen a que se levante la prohibición de tener abiertos los negocios durante los domingos y días de fiesta. Esta toma de posición es muy importante en un momento en el que existe en Austria una considerable población inmigrante. La presencia del presidente de la federación de los sindicatos, Rudolf Hundstorfer, en la misa solemne celebrada el domingo en la catedral, tenía algo que ver con la defensa que efectivamente hizo el Papa a favor de la fiesta dominical.

El Papa quiso visitar una antigua abadía cisterciense en la que desde hace varios años funciona una floreciente facultad de teología. Mientras que la facultad de teología de la Universidad de Viena (cuyo claustro es teóricamente nombrado por el obispo) puede considerarse como una facultad más bien pluralista, la institución de Heiligenkreuz es estimada como un centro de la ortodoxia católica.

La última recomendación del Papa a los austríacos antes de regresar a Roma fue: “Viena, con el espíritu de su experiencia histórica y con su posición en el centro vivo de Europa puede ofrecer su contribución, favoreciendo al mismo tiempo la penetración de los valores tradicionales del continente, impregnados de fe cristiana, en las instituciones europeas y en el ámbito de la promoción de las relaciones internacionales, interculturales e interreligiosas”.

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