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El Papa denuncia la corrupción en África

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Kampala.— El presidente ugandés, Yoweri Museveni, pasó casi una semana en Roma visitando las basílicas y los museos vaticanos, esperando la oportunidad de presentar personalmente su carta de invitación al Papa Francisco para que fuera a Uganda en el 50 aniversario de la canonización de los mártires ugandeses, que tuvo lugar en 1964. Museveni no es católico, y por muchos años, se ha dudado de que fuera cristiano, pero muestra una enorme admiración e incluso afecto por el actual Santo Padre. Bien está lo que bien acaba, y su paciencia tuvo recompensa.

(Actualizado el 1-12-2015)

El domingo 29 de noviembre, el Papa partió hacia Bangui, la capital de la República Centroafricana, en la última etapa de lo que ha sido el más exitoso viaje y la más maravillosa experiencia que han vivido todos los interesados. Francisco vino a Uganda como peregrino, tal como habían hecho anteriormente el beato Pablo VI y san Juan Pablo II.

A los metidos en la corrupción les dijo que no se llevarían el dinero a la tumba, y que los corazones de muchos estaban ensuciados por el vicio

La importancia de los catequistas

Tras la obligada ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Entebbe, en la tarde del viernes 27, y tras haber sido recibido en el Palacio Presidencial, Francisco marchó directamente hacia el recién construido santuario de Munyonyo, cerca de Kampala, donde fue enterrado san Andrés Kaggwa, el único mártir cuyo cuerpo se conservaba más o menos intacto. En 1886, Munyonyo era un pabellón de caza del kabaka (rey en lengua luganda) Mwanga, que se alojaba allí para cazar hipopótamos en el cercano lago Victoria. Cierto día en que no le fue bien en su deporte, un hechicero le dijo que la culpa de su mala suerte era de los cristianos, por lo que, furioso, ordenó que tres de sus sirvientes fueran asesinados. Otros mártires fueron quemados vivos –trece en Namugongo– o decapitados, y sus cuerpos, arrojados a los animales salvajes.

San Andrés, hoy santo patrón de los catequistas, era catequista, y es aquí donde Francisco se ha dirigido a los catequistas locales. En un país en el que hay todavía muchos católicos –un 40%, de una población de cerca de 40 millones de habitantes–, y donde hay todavía muy pocos sacerdotes, el papel de los catequistas es crucial.

Los santuarios a los otros dos mártires, Ponsiano Ngondwe y Dennis Sebugwawo, algunos de cuyos restos mortales fueron recuperados, están muy cerca. En el de san Dennis, el Papa se detuvo brevemente.

El ecumenismo de los mártires

En la mañana del sábado 28 tuvo lugar el evento principal, la misa de los mártires en el santuario de Namugongo, el antiguo lugar de ejecuciones. Estuvieron presentes Museveni y su esposa, creyente pentecostal, y también el actual kabaka del pueblo Baganda, Ronald Mutebi, bisnieto del rey Mwanga. Previamente, Francisco había visitado el cercano santuario de los mártires anglicanos. Hubo 24 mártires de esa Iglesia, y 22 católicos. Fue sorprendente y conmovedor escuchar las polifonías gregorianas con la riqueza de la música y la danza ugandesas, en el corazón de África, y ver a los obispos anglicanos seguir devotamente las ceremonias, especialmente en un país donde, al arribo de los primeros misioneros católicos 130 años atrás, los protestantes recelaron de estos, que procedían de Francia, y avivaron la llama del desencuentro hasta muy recientemente.

Consciente de estos antecedentes, Francisco había dicho anteriormente en Nairobi que el diálogo religioso y ecuménico no es opcional, sino esencial para un mundo herido. Los peregrinos habían viajado desde lejos: de Ruanda, el Congo, Sudán del Sur. Un catequista llegó a caminar 400 kilómetros solo, desde Gulu, en el norte de Uganda.

En Uganda, país con más de un 40% de católicos de una población total que se acerca a los 40 millones, y con muy pocos sacerdotes, el papel de los catequistas es crucial

En la tarde del sábado, Francisco habló a los jóvenes, a los que insistió que oraran y convirtieran lo negativo en positivo, la adversidad en oportunidad. Más tarde visitó un hogar para enfermos y discapacitados en un suburbio de Kampala, Nakulongolo, dirigido por las Hermanas del Buen Samaritano. La cobertura de los medios sobre la preparación de la visita, y de la visita en sí, no ha podido ser mejor. Un diario ugandés ha estado promoviendo el rezo del rosario durante varias semanas; otro ha dado detalles de las anteriores visitas papales. Ambos han entrevistado a la gente en las calles, y todos dicen prácticamente lo mismo: que el Papa es un hombre humilde que se preocupa por los pobres.

Sintonía con los jóvenes

En Kenia resaltó esta preocupación de Francisco por los pobres, los marginados y los desfavorecidos. En Nairobi visitó un barrio de chabolas, Kangemi, y la parroquia del lugar, donde el viernes 27 por la mañana celebró misa y habló contra la especulación inmobiliaria. Y tocó otras muchas cuestiones sociales en sus demás discursos: en la sede del gobierno, ante los ministros del gabinete, diplomáticos e invitados especiales; durante la misa en el centro de la ciudad, el 26 por la mañana; más tarde, en la sede del Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente; y el día siguiente, en el acto con más de cien mil jóvenes.

Francisco conectó fácilmente con los jóvenes llegados de todas partes del país. Con sus preguntas fueron al grano: la corrupción, la radicalización de jóvenes por influencia de grupos terroristas, el tribalismo, los hijos de familias rotas o los niños sin familia. Tampoco el Papa en sus respuestas se anduvo por las ramas. A los metidos en la corrupción les dijo que no se llevarían el dinero a la tumba, y que los corazones de muchos estaban ensuciados por el vicio. Si no queréis que haya corrupción en vuestro corazón, en vuestra vida y en vuestro país, dijo a los jóvenes, alzando la voz, comenzad por vosotros mismos ya.

Sobre el tribalismo, recalcó que puede significar que uno tiene las manos ocultas en la espalda, con una piedra en cada una, preparado para lanzarlas a otro. Para ilustrar el mensaje, pidió a todos que se pusieran de pie y cogieran las manos de los que tenían al lado. El primer medio de comunicación –prosiguió– es la expresión del rostro, estar cerca de otros, la amistad, la sonrisa, relacionarse con los demás.

Sencillez

Los jóvenes habían estado muy activos en las redes sociales los días anteriores a la llegada del Papa. Uno de los temas que comentaban era qué coche usaría. Había causado sorpresa y agrado que en Estados Unidos se trasladara en un coche pequeño. “La modestia del Papa deja huella en un país acostumbrado a la ostentación”, tituló uno de los semanarios más leídos, The East African, el 28 de noviembre. Y añadió: “Va en un coche sencillo con la ventanilla bajada para saludar a la multitud y pide a los dirigentes que sean servidores”. El coche sencillo, un sedán japonés, era casi irreconocible entre los sofisticados vehículos del convoy oficial desde el aeropuerto a la ciudad de Nairobi.

Los cinco frenéticos días que el Papa pasó aquí emocionaron a los jóvenes y a la gente corriente, y dieron que pensar a los dirigentes. Los católicos recibieron aliento, y aun los protestantes y los no cristianos participaron del ambiente festivo general. La visita fue breve y muy intensa; hubo muchos comentarios sobre la vitalidad del Papa. Como preguntó alguien al verlo pasar de camino a Kampala desde el aeropuerto de Entebbe: ¿va a poder sonreír y saludar a la multitud durante el trayecto entero? (43 kilómetros). Yo estaba junto a la autopista y lo vi un momento cuando pasó en el coche. “Sí –pensé–, Francisco podrá; en realidad, está disfrutando. No da la impresión de estar cansado. Parece que la muchedumbre le da energía”.

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