El Papa beatifica a Gianna Beretta, médica y madre italiana

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Prefirió alumbrar a su cuarta hija en lugar de salvar su propia vida

«Estoy verdaderamente orgullosa de haber tenido una madre tan valiente». Éste es el testimonio de Laura, la cuarta hija de Gianna Beretta, italiana, que murió por darle a luz en abril de 1962, y que el Papa beatifica el 24 de abril en Roma.

Educada en un hogar cristiano de la clase media de Lombardía, Gianna Beretta estudió Medicina en Milán y Pavía, y luego trabajó como pediatra. Según relata José Miguel Cejas en un folleto recién publicado, El secreto de Gianna (Ediciones Palabra), compaginó sus estudios con diversas actividades apostólicas y la atención a los pobres. Una vez casada, siguió con su trabajo de médica a la vez que se ocupaba del hogar.

Apasionada por la música, tocaba el piano y le gustaba asistir con su marido a los conciertos del conservatorio de Milán. Confiaba profundamente en Dios, al que trataba asiduamente: asistía diariamente a misa, hacía oración, rezaba el rosario. Tenía un gran dinamismo apostólico, pero ella misma aseguraba: «El apóstol se hace, sobre todo de rodillas». Su marido la recuerda como «una mujer espléndida, pero absolutamente normal. Era guapa. Inteligente. Buena. Le gustaba sonreír. Era, además, una mujer moderna, elegante. Le gustaba viajar. Amaba la montaña y esquiaba muy bien».

Gianna falleció el 28 de abril de 1962, a los 39 años de edad, una semana después de dar a luz a su cuarta hija. Los médicos detectaron durante la gestación el crecimiento de un gran fibroma y -cuenta su marido- «le habían aconsejado una intervención quirúrgica que preveía tres posibles técnicas: una laparotomía total, con extirpación tanto del fibroma como del útero. Esto le habría salvado la vida con toda seguridad. La interrupción del embarazo, mediante aborto terapéutico y extirpación del fibroma, lo que le habría permitido, más adelante, tener otros niños. O bien, sólo la extirpación del fibroma, para no interrumpir la gestación. Gianna eligió esta última solución, que era la más arriesgada para ella. En efecto, en aquellos tiempos era previsible que un parto, después de esa operación, sería muy peligroso para la madre. Y esto, Gianna, como médica, lo sabía perfectamente».

El 21 de diciembre de 1992 se aprobó la autenticidad de un milagro atribuido a su intercesión, y en julio de 1993 Juan Pablo II aprobó el decreto de virtudes heroicas. El milagro reconocido tuvo lugar en Brasil, en 1977, en la persona de una joven embarazada que curó repentinamente de septicemia. Las monjas del hospital habían pasado la noche pidiendo a Dios su curación por la intercesión de Gianna, cuya figura conocían porque el promotor del hospital era hermano de la futura beata, médico y misionero capuchino en ese país.

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