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El origen de la conducta humana moderna

publicado
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Nuevas hipótesis adelantan el comienzo del comportamiento humano
¿La conducta humana moderna surgió al mismo tiempo que la especie humana (Homo sapiens) a la que está asociada por la mayoría de los autores? Según los investigadores, es uno de los problemas más arduos de la evolución humana, pero se complicaría aún más si se confirman las pruebas de que en Sudáfrica ya había pensamiento simbólico hace 77.000 años o de que los hombres de Atapuerca enterraban a los muertos: en este caso, la conducta humana moderna tendría 300.000 años.

Después de habitar Europa en solitario durante más de 100.000 años, los neandertales vieron cómo hace unos 40.000 años empezaban a llegar al Viejo Continente unos humanos anatómicamente distintos a ellos; eran nuestros antepasados directos: los Homo sapiens. La gran diferencia radicaba en la cultura enormemente compleja que traían con ellos. Los sapiens que llegaron a Europa eran portadores de una tecnología, la auriñaciense, mucho más compleja y variada que la musteriense de los neandertales. La tecnología de las láminas, propia del auriñaciense, requería más tiempo en la manufacturación; sin embargo, era mucho más eficiente que las técnicas precedentes. Así, los sapiens, además de fabricar herramientas y ornamentos mucho más variados, fueron los primeros en utilizar hueso, cuerno y dientes.

Con los hombres del auriñaciense aparece un comportamiento simbólico sin precedentes en la historia evolutiva de la humanidad. Los neandertales ya enterraban a sus muertos, pero aún se discute si creían en el más allá y si tenían motivaciones religiosas. En cambio, los sapiens del auriñaciense parecen acompañar sus enterramientos con rituales. Según Boyd y Silk, «las gentes del Paleolítico Superior frecuentemente enterraban a sus muertos con útiles, ornamentos y otros objetos que sugieren que tenían algún concepto de vida después de la muerte» (1).

Los sapiens eran hábiles artesanos que esculpían estatuas de animales y hombres en materiales diversos. Así, en el yacimiento alemán de Hohlestein-Stadel se encontró en 1939 una figurita tallada -de 30 cm y datada en 32.000 años- que combinaba la cabeza y el torso de un león con las piernas de un hombre: de ahí que se la conozca como Löwenmensch (hombre-león). Estos mismos hombres fueron los artífices del arte pictórico del Paleolítico Superior (periodo prehistórico comprendido entre 40.000 años y 10.000 años), del que hay ejemplos de pinturas en la cueva de Chauvet, datadas en la misma época que Löwenmensch.

En esas fechas los neandertales aún no se habían extinguido. Es muy posible que la técnica chatelperroniense (considerada por la mayoría de autores una evolución del musteriense tardío, quizás por contacto con el auriñaciense) fuese un producto local de los últimos neandertales. Sin embargo, en el registro arqueológico hay muy pocas obras de arte inequívocamente asignables a los neandertales (2). Los hombres del auriñaciense, en cambio, necesitaban expresarse a través de pinturas y estatuillas.

Anatomía más antigua que la conciencia

Hasta ahora se venía afirmando que la conciencia humana moderna había aparecido súbitamente hace poco más de 40.000 años, asociándose a los Homo sapiens. Sin embargo, hace unos 100.000 años, hombres de nuestra misma especie pero físicamente un poco más arcaicos -los Homo sapiens anatómicamente modernos- vivieron en unas cuevas de Israel: Jebel Qafzeh y Mugharet Es-Skhul. Después, hace unos 90.000 años, se instalaron los hombres de Neandertal muy cerca de allí, en las cuevas de Tabun y Amud. La industria lítica hallada en esos yacimientos es la misma: el Modo tecnológico III o musteriense. De manera que ya no se puede asociar un modo tecnológico determinado a una sola especie: el esquema neandertal/musteriense y sapiens/auriñaciense ya no es sostenible (3).

En yacimientos de África (Klasies River Mouth o Broder Cave en Sudáfrica, y la formación Kibish en el río Omo, en Etiopía) también aparecieron restos de humanos anatómicamente modernos, si bien con dataciones (entre 100.000 y 130.000 años) y clasificaciones taxonómicas más discutidas que las de los especímenes de Israel. Entre los sapiens de Qafzeh, Skhul o Klasies River Mouth y los cromañones del Paleolítico Superior europeo había un hueco de al menos 60.000 años en el que no aparecía ninguna muestra de conducta simbólica compleja asociable a la mente humana moderna. Algo que Roger Lewin ha valorado en los siguientes términos: «La existencia de anatomías humanas modernas junto a conjuntos musterienses, unos 60.000 años antes de que los conjuntos del Paleolítico Superior aparezcan en la región, representa un rompecabezas» (4).

La cosa se complicó aún más cuando, a partir de finales de los ochenta del siglo pasado, datos procedentes de la biología molecular empezaron a mostrar mayores evidencias sobre el origen de los humanos anatómicamente modernos. Más de una década de estudios genéticos, entre los que destacan (por su valor científico, y sobre todo por su eco mediático) los dedicados al ADN mitocondrial, parecen dejar claro que nuestra especie procede íntegramente de una sola mujer (lo que no significa que fuese la única que existió en su época) que vivió en África hace entre 150.000 y 250.000 años. Así, el origen de la anatomía humana moderna se alejaba más y más de los indicios más remotos de conducta humana moderna.

Hipótesis de acercamiento conducta-anatomía

La revolución artística del auriñaciense se ha calificado de misterio, porque parece surgir de la nada (5). Sin embargo, empiezan a ir apareciendo datos enmarcables en el inmenso hueco entre 130.000 y 40.000 años, que podrían ser interpretados como signos propios de conducta humana moderna. Según Arsuaga, «hasta ahora nadie se ha presentado con la prueba definitiva de un comportamiento ritual o simbólico anterior a los cromañones del Paleolítico Superior. Esa es una codiciada presa científica que aún no ha sido cobrada» (6).

Esa presa es la que reivindica el equipo de investigación de Christopher Henshelwood, cuyos miembros afirman haber encontrado en el yacimiento de Blombos Cave (Sudáfrica) «más de una treintena de herramientas de hueso, como punzones y posible puntas de lanza» (7). También se han encontrado numerosas piezas de ocre que se habían raspado y rayado para obtener un pigmento en polvo que podrían haber utilizado para pintar sus cuerpos o pertenencias. Dos de estas piezas de ocre presentan líneas entrecruzadas cuyo diseño «es demasiado regular para ser accidental. Son una prueba antigua de pensamiento simbólico» (8), afirman. El conjunto de objetos hallados en Blombos Cave permite, según los descubridores, afirmar que el «Homo sapiens tenía un comportamiento humano moderno hace 77.000 años» (9), casi 40.000 años antes de lo que hasta ahora se venía creyendo.

También en la Sierra de Atapuerca, que cumple ahora 25 años de excavaciones, podría hallarse un dato fundamental relacionado con el origen de la conducta humana moderna. Si se lograra demostrar que la acumulación de cadáveres -donde se han depositado al menos 28 individuos- es de origen antrópico y responde a una voluntad explícita de ubicar deliberadamente los cuerpos de los difuntos en ese lugar, «se trataría del primer testimonio de conducta funeraria de la Humanidad» (10). De ser así, nos encontraríamos ante un signo claro de conducta humana moderna: el cuidado y la preocupación por los propios muertos desde hace 300.000 años.

Bodas de plata de las excavaciones en Atapuerca

Las excavaciones sistemáticas en los yacimientos de Atapuerca han cumplido en verano sus bodas de plata. Tras 25 años de investigación al más alto nivel, las potencialidades científicas de Atapuerca para arrojar luz sobre la evolución humana siguen siendo inconmensurables.

El hecho que dio pie al inicio de tales excavaciones fue el hallazgo de un fósil humano por parte de Trino Torres. Se lo mostró a Emiliano Aguirre, su director de tesis doctoral, quien enseguida se percató de la trascendencia del hallazgo. Aguirre organizó de inmediato un equipo de trabajo interdisciplinar formado por paleoantropólogos, arqueólogos y geólogos.

La primera década fue especialmente dura. Mucho trabajo y pocos hallazgos de relevancia significativa pusieron a prueba la paciencia y la confianza de los investigadores en las posibilidades científicas de estos yacimientos. En 1991, Emiliano Aguirre, director de los yacimientos desde 1976, se jubiló. Tres científicos jóvenes y emprendedores tomaron el relevo: Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell.

En julio de 1992 se extrajeron del yacimiento de la Sima de los Huesos dos cráneos casi completos: Agamenón y Mikelón (en honor a Miguel Indurain, que por entonces corría hacia la victoria de su segundo Tour de Francia). Uno de los dos cráneos -el nº 5- es el más completo del registro fósil mundial. La Sima de los Huesos es una cavidad de unos 12 m situada en el fondo de un pozo de unos 14 metros de profundidad. Hasta la fecha, se han encontrado casi 4.000 restos fósiles humanos pertenecientes a, por lo menos, 28 individuos diferentes de la especie Homo heidelbergensis (llamados así en honor a la mandíbula de Mauer hallada cerca de la ciudad alemana de Heidelberg), con unos 300.000 años de antigüedad.

Se trata de un yacimiento excepcional, sin comparación con ningún otro, puesto que en él están representados todos los huesos del cuerpo humano, desde el más grande hasta los más pequeños, como el yunque y el martillo del oído. De este yacimiento se ha extraído también la pelvis Elvis, la mejor conservada de todo el registro fósil mundial, además de ser una de las pocas pelvis existentes en dicho registro. Se trata, por lo tanto, de una auténtica joya paleoantropológica.

¿El primer cementerio?

Los actuales directores del conjunto de yacimientos sostienen que la Sima de los Huesos es una acumulación de cadáveres voluntaria y, por tanto, la más antigua de la que tenemos conocimiento. ¿En qué argumentos se basa esta hipótesis? En el hecho de que «todos los huesos del esqueleto, incluso los más delicados (…) aparecen representados en la proporción adecuada. Si los cadáveres hubieran estado en el exterior, una vez descompuestos hubieran sido acumulados en el interior de la Sima por el agua o cualquier otro agente y se habría producido un sesgo en la representación de las distintas partes del esqueleto: los huesos más resistentes estarían sobrerrepresentados frente a los más frágiles. Por otra parte, (…) la total ausencia de huesos de herbívoros descarta que la Sima de los Huesos fuera el cubil de una fiera, por lo que no se puede proponer que la acumulación de cadáveres humanos se debiera a las actividades de un gran depredador (…) Descartada la acción de un agente geológico, como el agua, y de los grandes carnívoros, la hipótesis más plausible es la de que fueran otros seres humanos los que acumularon allí los cuerpos de sus semejantes» (11).

Esto demostraría que los heidelbergensis ya se hacían cargo de sus muertos. ¿Por qué depositaron allí sus cadáveres? ¿Acaso tenían un sentido más o menos trascendente de la muerte? ¿Creían en el más allá? ¿Se limitaban simplemente a evitar que la putrefacción de los cadáveres produjera epidemias o tal vez pretendían protegerlos del carroñeo de otros predadores? Estas son preguntas que posiblemente nunca seamos capaces de responder con total seguridad. Los actuales directores de Atapuerca afirman que «quizá nunca sepamos lo que ocurrió de verdad» (12), aunque son del parecer de que dicha acumulación fue realizada por otros humanos que colocaron allí expresamente los cadáveres. No obstante, Emiliano Aguirre cuestiona que dicha acumulación responda a un acto voluntario y deliberado, y mucho menos que connote cualquier tipo de ritual o de comportamiento simbólico; y sugiere que, posiblemente, la acumulación de cadáveres se debió a un accidente natural (13).

Propuesta de una nueva especie

El otro gran descubrimiento realizado en la Sierra de Atapuerca se hizo en el yacimiento de la Gran Dolina. En julio de 1994 se hallaron 86 restos fósiles humanos con una antigüedad superior a los 780.000 años Se trata de los pobladores de Europa más antiguos encontrados hasta ahora. Sus rasgos morfológicos peculiares han llevado a sus descubridores a asignarlos a una nueva especie humana: Homo antecessor.

Esta especie, según la propuesta de los actuales directores de los yacimientos, sería originaria de África; allí habría evolucionado a partir del Homo ergaster, un homínido humano que existió hace entre 2 y 1,6 millones de años. Los antecessor habrían emigrado de África a Europa, aquí habrían evolucionado hacia los Homo heidelbergensis -que en Atapuerca están representados en los yacimientos de la Sima de los Huesos y Galería-, para dar lugar, finalmente, a los Homo neanderthalensis. En África, los antecessor habrían evolucionado hasta dar lugar a los Homo sapiens, quizá a través de los Homo rhodesiensis.

Como suele suceder, la propuesta de una nueva especie humana despierta el escepticismo en la comunidad científica, que permanece a la espera del descubrimiento de restos fósiles de los antecessor en África, algo que todavía no ha sucedido, y que resulta de capital importancia para confirmar la validez objetiva de esa hipótesis. Por otra parte, algunos científicos, como Emiliano Aguirre o Ian Tattersall, cuestionan incluso que los heidelbergensis deriven de los antecessor. Así, mientras que Aguirre sugiere que podrían derivar directamente de los ergaster africanos, Tattersall se limita a dejar constancia de que «los fósiles de la Sima de los Huesos no guardan necesariamente relación con sus vecinos de la Gran Dolina» (14).

Todas estas polémicas no desmerecen en absoluto el valor científico de los yacimientos de Atapuerca, ya que ningún yacimiento importante se ve libre de ellas, por un motivo -las fechas de datación, por ejemplo- o por otro -interpretación de los hallazgos-. Los futuros descubrimientos que se hagan en Atapuerca (y en el caso de antecessor, también en África) podrán aclarar el panorama en los próximos años. Téngase en cuenta además que en el nivel donde fue descubierto el Homo antecessor sólo se ha excavado una pequeña parte. Cuando se trabaje a fondo ese nivel, sin duda aparecerán muchos más restos humanos y, tal vez, puedan zanjar el tema; aunque esto en paleontología humana es un desideratum difícil de cumplir.

Bibliografía

Sobre Atapuerca existe una bibliografía específica de excelente calidad, elaborada básicamente por los propios investigadores que trabajan allí. Se trata de obras divulgativas que explican con gran claridad y rigor científico la historia de los yacimientos, su formación, todos los descubrimientos científicos que se han realizado allí, etc. Los tres libros principales son:

J.L. Arsuaga, J.M. Bermúdez de Castro, E. Carbonell, J. Cervera. Atapuerca. Un millón de años de historia. Plot Ediciones y Editorial Complutense. Madrid (1998). 240 págs.

J.L. Arsuaga, J.M. Bermúdez de Castro, E. Carbonell. Atapuerca. Nuestros antecesores. Fundación del Patrimonio Histórico de la Junta de Castilla y León (1999). 222 págs.

J.L. Arsuaga, J.M. Bermúdez de Castro, E. Carbonell, J.J. Fernández. Los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Fundación del Patrimonio Histórico de la Junta de Castilla y León (2000). 73 págs.

Carlos A. Marmelada______________________________(1) R. Boyd y J.B. Silk, Cómo evolucionaron los humanos, Ariel, Barcelona (2001), p. 402.(2) La muestra más antigua de arte data de hace aproximadamente 250.000 años. Se trata de la figurita de Berekhat Ram. Es un objeto de basalto de unos tres centímetros y medio de alto, con incisiones claras producidas por un instrumento punzante con la finalidad de separar un volumen redondo y más pequeño, situado en la parte superior, de otro igualmente esférico pero más voluminoso situado en la parte inferior. ¿Cómo se interpreta esta figurita? Se trataría de una figura antropomorfa, similar a las célebres Venus, pero 200.000 años más antigua. El volumen superior se correspondería con la cabeza y el inferior con el cuerpo, con lo cual estaría reproduciendo, en conjunto, a una figura humana. La separación del volumen superior del inferior es totalmente voluntaria. Además, toda la figurita esta recubierta de ocre.(3) Cfr. Ofer Bar-yosef y Bernard Vandermeersch, «El hombre moderno de Oriente Medio», Investigación y Ciencia (junio 1993), pp. 66-73.(4) Roger Lewin, Evolución humana, Salvat, Barcelona (2000), p. 338.(5) Cfr. Camilo José de Cela Conde y Francisco Ayala, Senderos de la evolución humana, Ariel, Barcelona (2002), p. 478.(6) Juan Luis Arsuaga, El collar del neandertal. En busca de los primeros pensadores, Temas de Hoy, Madrid (1999), p. 269.(7) Christopher Henshelwood, Rick Gore, «Los albores de la humanidad. Iguales que nosotros», National Geographic (julio 2000), p. 105.(8) Ibidem, p. 108.(9) Christopher Henshelwood et al.: «Emergence of modern human behavior: Middle Stone Age engravings from South Africa», Science 295 (febrero 2002), p. 1279.(10) J.L. Arsuaga, J.M. Bermúdez de Castro, E. Carbonell y J.J. Fernández, Los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, Fundación del Patrimonio Histórico de la Junta de Castilla y León (2000), p. 35.(11) J.L. Arsuaga, J.M. Bermúdez de Castro, E. Carbonell, Atapuerca. Nuestros antecesores, Fundación del Patrimonio Histórico de la Junta de Castilla y León (1999), pp. 140-142.(12) J.L. Arsuaga, J.M. Bermúdez de Castro, E. Carbonell, J. Cervera, Atapuerca. Un millón de años de historia, Plot Ediciones y Editorial Complutense, Madrid (1998), p. 116.(13) Cfr. Emiliano Aguirre, Evolución humana. Debates actuales y vías abiertas. Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid (2000), p. 74.(14) Ian Tattersall, «De África ¿una… y otra vez?», Investigación y Ciencia (junio 1997), p. 28.

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