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El obispo de Túnez aboga por el difícil diálogo entre cristianismo e islam

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Para hablar de «El Mediterráneo como espacio de diálogo cultural y religioso» estuvo en Madrid recientemente, invitado por la Fundación Charles Péguy, el obispo de Túnez, Mons. Fuad Tual, primer árabe encargado por el Papa de dirigir una comunidad católica. La tunecina, vestigio de la época colonial, es muy reducida, tan solo 20.000 almas. Pero los pocos sacerdotes, religiosos y religiosas con que cuenta la diócesis no solo se ocupan de atender las necesidades espirituales de la pequeña colonia católica, sino que gestionan centros sanitarios y asistenciales adonde acuden niños musulmanes. Está estrictamente prohibido predicarles el Evangelio: no hay posibilidad legal de catequesis fuera de la comunidad católica.

«Nuestro servicio a la sociedad árabe y musulmana es meramente testimonial», nos decía Mons. Tual. «Mi principal compromiso como árabe cristiano es vivir mi fe sin complejos, como testigo de la esperanza y como mensajero de paz y amor, de acuerdo con la alocución que nos dirigió el Papa en abril de 1996 después de las terribles pruebas soportadas por nuestros hermanos cristianos en Argelia».

De origen jordano y descendiente de una de las pri meras tribus árabes que abrazaron el cristianismo en los primeros tiempos de nuestra era, Mons. Tual admite la dificultad del diálogo entre el catolicismo y el Islam, especialmente en estos tiempos en que proliferan los grupos violentos.

«Para la umma (la comunidad islámica), sobramos, así que las razones de nuestra esperanza no son demasiado evidentes. Pero soy optimista, porque son múltiples las iniciativas que se toman para estrechar lazos entre los ribereños del Mediterráneo. La Conferencia de Barcelona en 1995 marcó un hito, como se marcan otros cada vez que se reúnen en Alcalá de Henares, en Córdoba o Granada personalidades católicas, judías y musulmanas para hablar de lo que nos une, que son bastantes valores. El Corán no es monolítico y se presta a interpretaciones más o menos tolerantes. El resurgir del islamismo violento es, en buena medida, una reacción contra el materialismo ateo. Desde la perspectiva islamista, Dios está ausente de la civilización occidental y, por tanto, hay que combatirla. De ahí la importancia de nuestro testimonio como cristianos en medio de la sociedad musulmana».

– ¿Significa esto que el diálogo cristia no-musulmán sería facilitado si en Occidente fuesen más visibles los valores espirituales?

– Es bastante probable. Creo que el encuentro de nuestras culturas es irreversible, porque si bien el Islam ha perdido la guerra científica y la tecnológica, no ha perdido la espiritual y ahí siempre hay un terreno de entendimiento. Hoy por hoy, sin embargo, las iniciativas de diálogo religioso parten casi siempre de Occidente, porque el mundo islámico no tiene la cultura del diálogo con otras religiones. De momento, lo que más me preocupa es que el mundo occidental haya dejado de ocuparse de las minorías árabes cristianas que viven en el mundo islámico. Se está produciendo así una emigración constante de cristianos que amenaza con dejar sin la menor presencia cristiana la región misma donde nació, vivió, murió y resucitó Cristo. Las cosas podrían cam biar si se percibiera un interés del mundo occidental por apoyar los derechos de esas comunidades a vivir con dignidad en su tierra.

– ¿Es ilustrativo el caso de la mezquita que se quiere construir junto a la iglesia de la Anunciación, en Nazaret?

– No necesariamente, porque aquí interviene una decisión de las autoridades israelíes que ahora se frotan las manos al ver enfrentados a cristianos y musulmanes. Lo grave es que esa mezquita no es en absoluto necesaria, puesto que ya existen otras once en Nazaret que cubren de sobra las necesidades espirituales de la comunidad musulmana; la quiere construir un grupo extremista, apoyado por algún rico de otro país árabe, para humillar a los cristianos.

– Mientras, la presencia musulmana en Europa aumen ta por la emigración. ¿Ve un riesgo de islamización de Europa?

– Ese riesgo existe en la medida que hay un vacío espiritual en el viejo continente.

Manuel Cruz

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