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El microcrédito crece y se vuelve formal

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La banca comercial entra en los préstamos a los pobres
El microcrédito nació como una ayuda a los pobres, que no pueden acudir a los bancos comerciales y están expuestos a abusos por parte de usureros. Con esos préstamos, los pobres pueden emprender modestos negocios con que elevar su nivel de vida. Ahora a estos negocios se los llama microempresas y se quiere contar con ellas para que crezca la economía de los países en vías de desarrollo. La herramienta de apoyo sigue siendo el microcrédito. Pero, además de concederlos las entidades sin fin de lucro, están entrando en escena los bancos comerciales.

Hasta ahora había dos maneras de mirar un puesto de venta ambulante. Como una forma de economía sumergida, evasora de impuestos y fuente de empleo ilegal, o como el único medio de vida de los pobres en la mayoría de los países en desarrollo. La primera forma veía en este «sector informal» un paso inevitable en toda transición económica y un problema que tenían que resolver los gobiernos y los programas de desarrollo. Esta visión está en desuso desde los setenta. La segunda manera se ahorró los aspectos negativos y empezó a mirar estas estructuras como microempresas con grandes posibilidades de crear empleo, aunque necesitaran el apoyo público para ser sostenibles. Las fundaciones y las ONG vieron en el microcrédito la mejor herramienta para sacar de la pobreza a muchas personas.

A finales de los ochenta, las microempresas dejaron de verse solo como un medio de vida para contemplarse como negocios. Lo importante ya no es la pobreza de los microempresarios, sino el tamaño de su negocio; ya no son solo fuentes de empleo, sino que contribuyen al crecimiento económico del país; ya no son formas de economía al margen del mercado, sino el antecedente de la pequeña empresa. De esta manera han podido entrar en la cartera de clientes de las instituciones financieras, que se han dado cuenta de que apoyarlas puede ser un negocio rentable.

Expansión del microcrédito

Cuando se celebró la primera Cumbre mundial del Microcrédito (Washington, 1997; ver servicio 40/97), los beneficiarios no llegaban a 8 millones. Ahora, según el último informe anual (2000) de la secretaría de de la Cumbre, hay 1.065 programas de microcrédito, con 13,8 millones de prestatarios. La distribución regional, por número de clientes, es la que sigue:

Asia 10.500.000

África 2.600.000

América Latina 531.000

Países desarrollados 103.000

Oriente Próximo 29.000

Por su parte, el Banco Mundial calcula que los beneficiarios de programas de microcrédito son unos 25 millones. La diferencia se debe a que el Banco cuenta los clientes de todas las instituciones de microfinanzas, incluidos bancos comerciales, mientras que la Cumbre se limita a las instituciones tradicionales, al estilo del Grameen Bank.

Un sector informal

En las Jornadas Internacionales de Microcrédito (Pamplona, 9-10 de mayo), organizadas por la Asociación ProPerú, se ha analizado la situación de las microempresas en América Latina, la evolución del microcrédito y el desarrollo de entidades financieras especializadas en este sector. Este último quizás sea el aspecto más novedoso.

Las microempresas trabajan en todos los sectores -aunque son más comunes en los del comercio al por menor y los servicios-; sin embargo, se mueven al margen de la legislación laboral y fiscal. Algunas emplean a los miembros de la familia y superponen las actividades del hogar y de la empresa. Con esta carta de presentación las vías de crédito están cerradas y la mejora de la empresa es imposible.

Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank, siempre ha dicho que «la pobreza se perpetúa porque se deja a los pobres fuera de la economía» (ver servicio 66/98). Así fue como dio forma a los microcréditos, un revolucionario sistema de préstamos para sacar a la gente de la pobreza, y la mejor herramienta para ayudar a las microempresas a crear empleos.

Desde que Yunus dio con la fórmula, el microcrédito se ha extendido con éxito por todo el mundo. Sobre todo porque eran las entidades sin fin de lucro (fundaciones, ONG) las que concedían los créditos. No parecía, sin embargo, que la banca comercial entrara nunca en este sector de dudosa rentabilidad.

Millones de microempresas

Algunos datos han ayudado a cambiar de mentalidad. Se estima que solo en América Latina hay 50 millones de microempresas, que constituyen más del 65% de la actividad económica en los sectores primario y terciario. Si salieran a la «luz formal», el volumen de negocio de la zona se incrementaría en unos 200.000 millones de dólares.

Cerca del 80% de estas microempresas tienen menos de diez empleados, rara vez ingresan más de 30.000 dólares anuales y carecen de toda regulación legal. Entre el 5% y el 7% tiene la mínima estructura empresarial requerida en las pequeñas empresas o actividades autónomas de los países desarrollados.

Una manera de que la banca comercial entrara en el sector podría ser dirigiéndose en primer lugar a este pequeño porcentaje de microempresas. Su mínima formalidad sería suficiente para convertirlas en pequeñas empresas.

Un negocio rentable

Las palabras mágicas que pueden mover a las entidades financieras son rentabilidad y un enorme mercado sin explotar. Como se ha dicho, hay 50 millones de microempresas en los países de América Latina y el Caribe, con 120 millones de personas empleadas. Se estima que en Panamá las microempresas emplean a una tercera parte de la fuerza laboral del país, y casi el 60% en Bolivia. Su contribución a la producción nacional oscila entre el 10% y el 50%, dependiendo de los países.

Pero el microcrédito es distinto de los préstamos comerciales tradicionales: el dinero que se concede es inferior, el plazo de vencimiento es más breve y el aval que se pide es la buena reputación más que las garantías económicas. Otra diferencia, provocada por el carácter informal de la microempresa, es que no solo se piden créditos con fines empresariales, sino también para consumo y producción.

Una ventaja, demostrada sistemáticamente, es que el microcrédito tiene unas tasas de devolución elevadas (del orden del 95%). Sin embargo, los costes administrativos son superiores a los de los productos de crédito convencionales.

¿Es rentable el negocio a pesar de todo? Los datos demuestran que sí. El rendimiento del activo oscila entre el 3% y el 6% en las instituciones con mejores resultados. Y el rendimiento del capital va del 14% (Women’s World Banking-Cali) al 52% (Cooperativa de Crédito FUCAC, de Uruguay).

Por ejemplo, BancoSol (Bolivia), uno de los más exitosos, tiene 76.200 clientes microempresariales activos. Su cartera de préstamos es de 64 millones de dólares. Solo tiene un 1,11% de impagos con más de 30 días de retraso. Y el valor medio del crédito es de 828 dólares.

Serán necesarias nuevas leyes

Si el sector privado anda todavía con cautela se debe a que todavía hacen falta reformas legales que garanticen la seguridad del negocio. Dos ejemplos de que el marco legal facilitaría la entrada del sector privado en las microfinanzas son Perú y Bolivia. Los Fondos Financieros Privados (FFP) en Bolivia y las Entidades de Desarrollo de la Pequeña y Micro Empresa (EDPYME) en Perú son instituciones financieras reguladas que ofrecen servicios bancarios limitados y tienen requisitos de capital y reservas adaptados a las microfinanzas más que a la banca comercial. Una institución que quiera especializarse en microfinanzas tendrá dificultades para cumplir los requisitos de capital mínimo y obtener suficiente rentabilidad de su capital. En Colombia, por ejemplo, cumplir esas dos condiciones exigiría tener 200.000 clientes y que el tamaño medio de los préstamos fuera de 1.000 dólares, es decir, el doble que el tamaño medio de los microcréditos.

Entrada del sector financiero

Las reformas financieras que se han aprobado en muchos países de América Latina han facilitado que los bancos comerciales y otras entidades de crédito presten a las microempresas.

El sector financiero participa mediante la creación de instituciones crediticias formales a partir de las carteras de clientes de las organizaciones sin fines de lucro (lo que se denomina «mejoramiento») o mediante la entrada de bancos comerciales y compañías financieras en el mercado de las microfinanzas («penetración»).

Un caso de «mejoramiento» es el boliviano BancoSol. En origen era una organización sin fin de lucro que concedía microcréditos y se ha transformado en una compañía financiera especializada en microfinanzas. Otras se han transformado en instituciones financieras reguladas o en accionistas mayoritarios de nuevos bancos.

La «penetración» es de los bancos comerciales que entran en el mercado de las microfinanzas. Unos, por motivos sociales y otros, porque ofrecían créditos a ONG que a su vez daban créditos a microempresas y ahora lo hacen ellos directamente. Por su parte, los bancos oficiales van despacio. El Banco del Estado (Chile) está creando sus propios productos después de observar la experiencia de un banco privado, el Banco del Desarrollo.

Los intermediarios financieros no bancarios (compañías financieras, pequeñas cajas de ahorro, cooperativas de crédito o instituciones especializadas como las EDPYME o los FFP) pueden convertirse en los participantes más importantes. Ofrecen productos con condiciones y pagos similares a los microcréditos, pero para la compra de un bien que es la garantía para el pago.

Han surgido también nuevos productos. Las tarjetas de crédito ofrecen a los prestamistas costes de transacción más bajos, facilitan la gestión de la información y aumentan las posibilidades de los clientes. Como el mercado de la clase media y media-alta está saturado en este terreno, algunos bancos están probando con segmentos de población de ingresos más bajos.

A pesar de que el microcrédito comercial es un negocio con posibilidades de beneficios, la opinión general entre los expertos es que los proveedores sin fin de lucro (fundaciones, ONG, etc.) son fuentes importantes de microfinanciación y lo seguirán siendo durante mucho tiempo.

Microcrédito en Haití y en París

Sogesol es el departamento encargado de gestionar los créditos comerciales de la Société Générale Haïtienne de Banque SA (Sogebank), que ha expandido su actividad con los microcréditos a trabajadores autónomos haitianos. El autoempleo en Haití se lleva el 80% de la fuerza laboral del país (International Herald Tribune, 18-IV-2001).

Los empleados visitan a los futuros clientes en sus puestos callejeros o sus casas, escuchan sus problemas y les explican cómo podría ayudarles un crédito. La idea responde a la capacidad que han demostrado los haitianos de seguir vendiendo sus mercancías y sobrevivir al colapso del sistema económico del país.

Los créditos comienzan en los 100 dólares, pero pueden alcanzar los 3.000 dólares si los prestatarios los devuelven en los plazos previstos. La mayoría pone sus electrodomésticos, inventarios de pertenencias o incluso sus camas como aval del crédito, ya que es muy difícil conseguir el título de propiedad de sus casas. La mayoría usa el crédito para comprar mercancías y expandir poco a poco la venta de nuevos productos.

Además de Sogebank, hay tres bancos comerciales que operan en este terreno. Su idea es tratar a los receptores de microcréditos igual que a cualquier otro cliente.

Aunque en menor escala, el microcrédito también existe en los países desarrollados. Un ejemplo es la Asociación por el Derecho a la Iniciativa Económica (ADIE), que opera en Francia desde 1990 (cfr. Le Monde, 29/30-IV-2001). Presta dinero a personas para que puedan emprender negocios propios. Trata de ayudar, en especial, a los jóvenes de barrios marginados. El 11% de los clientes son de estos barrios, donde la proporción de créditos impagados es muy baja, en torno al 5%, menor que en otros lugares.

La ADIE ha concedido hasta ahora 12.000 préstamos, de los que 3.500 están vivos en la actualidad.

Ignacio F. ZabalaLa acción en favor de los países más pobres

El microcrédito mejora la situación de sus clientes, que son cada vez más en todo el mundo. Pero no es la cura milagrosa contra la pobreza, advierte Poul Nielson, comisario europeo de Desarrollo y Ayuda Humanitaria. Nielson considera el microcrédito instrumento valioso para facilitar que los pobres pasen de la economía informal a la formal. Al promover nuevos negocios, favorece la diversificación económica. Pero, añade, «este sistema tiene sus limitaciones: permite avances locales importantes, pero carece de efecto de ‘proliferación’, dinámica que es propia del mercado» (Le Monde, 16-V-2001).

Que en las zonas más pobres del mundo sigue faltando la «proliferación» se ha comprobado en la reciente conferencia de la ONU sobre los países menos adelantados o PMA (Bruselas, 14-20 de mayo). Esta era la tercera edición, después de las celebradas en París en 1981 y 1990. El balance hecho en Bruselas delata que no se han cumplido los objetivos de las anteriores reuniones.

Compromisos incumplidos

El grupo de los PMA fue creado por la ONU en 1971. Para ingresar en este selecto club, un país ha de tener un PIB anual por cabeza inferior a 900 dólares y malas cifras en ciertos indicadores (esperanza de vida, alfabetización…). A los PMA se conceden exenciones de aranceles y cuotas para sus exportaciones, aplazamiento de sus deudas y más tiempo para liberalizar sus mercados.

El caso es que en 1971 había 27 PMA, y desde entonces solo se ha producido una baja (Botsuana), frente a 23 incorporaciones (la última, la de Senegal, este mismo año). Ahora hay 49 PMA, 34 de ellos africanos. Desde 1990 se ha reducido en un 39% el flujo de capitales a los PMA. Varios PMA padecen guerras antiguas o recientes: Liberia, Sierra Leona, Guinea, Congo, Angola, Sudán…

Los países ricos han reconocido en Bruselas que no han cumplido los compromisos adquiridos. Uno de ellos, acordado en la reunión de 1990, era dedicar el 0,2% del PIB a la ayuda al desarrollo de los PMA. Salvo los países escandinavos y Holanda, se han quedado muy por debajo de la meta: 0,09% de media. En términos reales, la ayuda a los PMA ha bajado un tercio en el último decenio. La declaración final aprobada en Bruselas vuelve a fijar el objetivo en el 0,2%. Pero esta vez los países ricos han prometido desvincular la ayuda, o sea, no condicionarla a la compra de bienes y servicios de los donantes.

La deuda sigue pesando

En el alivio de la deuda de los PMA se han dado algunos pasos. El año pasado, la Unión Europea (UE) redujo en 1.000 millones de euros la deuda de los PMA con ella, que era de 29.000 millones. En la conferencia de Bruselas anunció que renunciaba al cobro de los préstamos especiales concedidos a 39 países de África en el marco de la Convención de Lomé (acuerdo de ayuda entre la UE y los países africanos); pero este alivio no supone más que 60 millones de euros.

Por otro lado, prosigue, lentamente, la reducción de la deuda a los 41 HIPC (países pobres muy endeudados), según la iniciativa del G-7 que pilota el Banco Mundial (BM). De los PMA, 31 son a la vez HIPC. Hasta ahora se ha reducido la deuda de 22 países los que 17 son PMA-, por un total de 20.320 millones de dólares en valor actual neto, lo que viene a suponer una rebaja de cerca del 40% de la deuda total de los HIPC.

Gran parte de la deuda de estos países es con las instituciones multilaterales: BM, Fondo Monetario Internacional, bancos regionales de desarrollo (ver servicio 87/00). Aun así, los países industrializados son los que tienen la llave, como ha dejado ver hace poco James Wolfensohn, el presidente del BM (cfr. Le Monde, 26-IV-2001). Algunos, dice, querrían que el BM condonara la deuda contraída por todos los países pobres, 62 en total (los HIPC más los de renta intermedia); «pero no tenemos dinero para eso». La deuda de esos países con el BM asciende a 29.000 millones de dólares, que es el capital del Banco. Por tanto, «o cierro la espita o los accionistas aceptan una ampliación de capital».

Barreras comerciales

En el capítulo de las exportaciones de los PMA, la UE ha podido exhibir en la conferencia su iniciativa «Todo menos armas», que supone ir eliminando, a partir del próximo año, los derechos de aduana sobre los productos de los PMA (ver servicio 35/01). La UE confía en que el resto del mundo rico se anime a seguir tan buen ejemplo.

Pero esta apertura contiene excepciones para tres de los artículos en que los PMA son más competitivos: arroz, azúcar y plátanos, que seguirán gravados con aranceles entre seis y ocho años más. Mientras los PMA no fabriquen microchips, las barreras a sus productos agrícolas son las que más importan. Y en esto, los países desarrollados siguen armados de defensas. Los miembros de la OCDE gastan unos 350.000 millones de dólares anuales en subvenciones a su agricultura. En total, sus aranceles y cuotas cuestan a los PMA unos 2.500 millones de dólares anuales en exportaciones perdidas, según cálculos del BM. Así que va dirigido a los países ricos el punto de la declaración de Bruselas que insiste en reforzar el papel del comercio y el mercado en el desarrollo de los PMA.

Pero no toda la culpa es de los ricos, como reconoce la declaración. Los delegados de los PMA bajaron la cabeza ante las reconvenciones de Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea, y Wolfensohn, que subrayaron la influencia de los desórdenes políticos y la corrupción en el estancamiento de los PMA.

Rafael Serrano

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