El hambre, tras la huella de la guerra

publicado
DURACIÓN LECTURA: 7min.

Una buena noticia: el hambre se reduce en el mundo. De los casi 1.000 millones de personas que, según datos de la FAO en 2000, no podían llevarse un pan a la boca, o que sufrían desnutrición, la cifra parece haber descendido a “solo” 795 millones, de acuerdo con el Global Hunger Index 2015 (GHI, o Índice Global del Hambre).

La mala noticia es que, en la raíz del problema subyace en no pocos casos la guerra. De la destrucción se pasa al hambre, a la imposibilidad estructural de que se puedan producir o distribuir los alimentos, o a la prohibición de que quienes deseen llevar ayuda puedan hacerlo.

El informe, un trabajo conjunto de varios centros de estudio y organizaciones humanitarias con presencia en EE.UU. y Europa, pretende alcanzar un punto más de objetividad a la hora de establecer las “fronteras biológicas” del hambre. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), este fenómeno se hace presente cuando la persona no consume más allá de 1.800 kilocalorías diarias, y la subnutrición cuando, más allá de las calorías consumidas, se evidencia un déficit en determinados componentes de las alimentación: proteínas, vitaminas o minerales.

La inestabilidad, la elevada corrupción política y las guerras civiles caracterizan a los países más afectados por el hambre

Lo interesante de este último aspecto es que, en ocasiones, la subnutrición es ocasionada no por la ausencia de alimentos que contengan los nutrientes necesarios, sino por factores aparentemente inconexos. En la India, por ejemplo, la falta de instalaciones de saneamiento deriva en una contaminación de los alimentos, lo que acarrea enfermedades gastrointestinales –la diarrea, entre ellas– que impiden la correcta absorción de vitaminas y minerales, con el consecuente desgaste físico de la persona.

Otro aspecto, el de la relegación de la mujer en esa sociedad, influye en que muestre unos índices de salud y alimentación algo peores que los de sus coterráneos varones, y que, como efecto, den a luz bebés que nacen ya padeciendo la subnutrición.

Más allá del “bajo peso infantil”

El mencionado plus de objetividad del GHI para determinar la presencia del hambre, particularmente entre los menores de edad, pasa por superar el criterio del “bajo peso infantil”, hasta ahora el más comúnmente empleado.

Los autores de la investigación se decantan por combinar varios indicadores: la relación peso corporal-altura, la relación peso corporal-edad, la tasa de mortalidad de niños menores de cinco años por causas relacionadas con un ambiente poco saludable y una alimentación inadecuada, y la proporción de personas subnutridas respecto al total poblacional.

Tomando en cuenta estos factores y tras aplicarlos a los datos disponibles por países (que a veces faltan por carencia de instrumentos de medición o por intereses políticos) (1), se establece una escala de 0 a 100 puntos, en la que 0 indica la inexistencia de hambre y desnutrición, y 100 el “caos total” en este tema.

Así, el GHI constata que, de unos 117 países analizados, en 52 persisten niveles de hambre y desnutrición considerables, si bien en ninguno hay situaciones de extrema gravedad. Las grandes hambrunas –como la que asoló a Etiopía en la década de los 80–, son hoy un fenómeno difícilmente repetible, en parte, según los expertos, por los más afinados mecanismos de respuesta con que se cuenta actualmente para hacer frente a ese tipo de crisis.

Los países en emergencia alimentaria deben ser ayudados, con independencia del régimen que los dirija

El GHI afirma que Azerbaiyán, Bosnia Herzegovina, Brasil, Croacia, Kirguistán, Letonia, Mongolia, Perú y Venezuela han experimentado los mayores avances en el combate contra el hambre, y cita como ejemplo los programas Hambre Cero y Bolsa Familia, creados en Brasil por el gobierno de Lula de Silva (2003-2010), que redujo en dos tercios el porcentaje de personas afectadas por el flagelo; y el de Perú, donde gobiernos de distinto signo han trabajado para reducir ese índice, desde los 20,9 puntos de 2000 a 9,1 en la actualidad).

Otros Estados, entre ellos varios africanos (Etiopía, Ruanda y Angola), también han experimentado descensos notables, si bien su puntuación se mantiene todavía muy alta, por encima de los 30 puntos. En el triste escalafón de los países más afectados, con unos niveles de desnutrición que fluctúan entre los 35 y los 50 puntos,hay una mayoría de países africanos: la República Centroafricana (46,9), Chad (46,4), Zambia (41,1), Sierra Leona (38,9) y Madagascar (36,3), junto a Timor-Leste (40,7), Haití (52,1) y Afganistán (35).

¿Elementos comunes entre algunos de estos países? Están a la vista: la inestabilidad, la elevada corrupción política y las guerras civiles.

Pueblos enteros “a dieta”

Otras veces, la alimentación se convierte en un arma política. En el caso de la China de Mao Zedong y de Corea del Norte, regida desde 1948 por la dinastía Kim, los alimentos se utilizaron como instrumento de control político, racionándolos a los fieles y negándolos a los desafectos.

En Gaza, entretanto, son las restricciones israelíes las que suponen un estrés alimentario para la población de la Franja, estimada en 1,8 millones de personas. Según datos de la UNRWA, el 35% de la tierra agrícola y el 85% de sus aguas pesqueras están afectadas de alguna manera por el bloqueo israelí, y si en 2000 eran menos de 80.000 refugiados los que dependían de la ayuda alimentaria exterior, en la actualidad son más de 876.000. En 2006, poco antes del inicio del bloqueo a la Franja, un consejero del entonces primer ministro Ehud Olmert habría dicho: “La idea no es que los palestinos mueran de hambre, sino ponerlos a dieta”.

De los ocho países con más altos niveles de hambre y desnutrición, cinco son africanos

Las guerras, por su parte, modifican este censurable carácter instrumental del hambre, y la vuelven consecuencia. El GHI lo ejemplifica con la que denomina “la peor hambruna de este siglo”: la sobrevenida en Somalia entre 2011 y 2012, que segó la vida de 250.000 personas y que se derivó de un cóctel de factores: la sequía, la crisis económica y la guerra.

En 2014-2015, señala el informe, factores similares resultaron en situaciones de hambre aguda (en particular, la grave hambruna de la minoría yazidí) en zonas de Siria e Iraq controladas por el Estado Islámico. Con los combates sin tregua, con la destrucción de carreteras y acueductos, la contaminación de los suelos y las aguas y la inutilización de los sistemas agrícolas, las poblaciones civiles tienen el hambre servida en bandeja.

Pasar por sobre las diferencias políticas

A la luz de lo anterior, el reporte del GHI recuerda a los gobiernos que la seguridad alimentaria es tanto un componente esencial del bienestar humano como una base para la estabilidad política, y en tal sentido propone a la comunidad internacional acciones para eliminar globalmente, en el horizonte de 2030, el hambre aguda, las hambrunas y las muertes por esta causa.

La primera acción pasaría por crear mecanismos más efectivos para prever y resolver los conflictos. La segunda implica activar un más abarcador mecanismo internacional de emergencia para llevar la ayuda alimentaria allí donde se necesite.

En ello, si bien el estudio valora el aporte de la ONU y la UE, también atribuye un papel fundamental a la acción de EE.UU., cuyos excedentes de cereal –“piedra angular de la ayuda alimentaria mundial”–, y su capacidad de influir en la agenda de la ONU, así como su facultad para imponer sanciones financieras y legales a quienes violen su legislación antiterrorista, puede conducir una respuesta global a emergencias alimentarias de gran calado.

“La lección es clara”, concluye el estudio: se necesita un compromiso a altos niveles para evitar el hambre, sin que importen los contextos políticos, y los países en apuros deben ser ayudados, con independencia del régimen que los dirija.

_____________________________

Notas

(1) La falta de datos de las Islas Comores, la RPD del Congo, Sudán del Sur, Sudán, Eritrea, Papua Nueva Guinea y Siria imposibilitan conocer con mayor exactitud sus niveles de hambre y desnutrición.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.