El gusto de aprender

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Massimo Piattelli, profesor del MIT (Massachusetts Institute of Technology), acaba de publicar un libro sobre el arte y el placer de aprender. Le Goût des études ou comment l’acquérir (Éditions Odile Jacob, 1993) trata de dar pistas a los alumnos para que superen el pesimismo que a veces les bloquea ante los libros. Seleccionamos algunas respuestas de Piattelli en una entrevista realizada por Dominique Simonnet para L’Express (París, 15-I-93).

Piattelli no niega que sea necesario el esfuerzo para aprender cualquier materia, pero cree que hay que añadirle placer y satisfacción. «Una de las maneras de encontrar el atractivo de las materias enseñadas en la escuela es justamente considerarlas en su conjunto, comprender que se prolongan en la búsqueda de una cima. La filosofía no se detiene a comienzos de siglo como en la mayoría de los manuales, la historia continúa después de la II Guerra Mundial, la física tiene que ver con los descubrimientos científicos recientes… Los conocimientos hunden sus raíces en la realidad y no cesan de desarrollarse, independientemente de la escuela. Advertir esto es ya un aprendizaje del gusto».

Considerarse como una especie de investigador ayudará al estudiante. «Pero, al igual que el científico, no puede esperar sentirse entusiasmado en todo momento. El astrofísico no se dirige todos los días al trabajo diciéndose: ‘hoy voy a resolver el enigma del universo’. No. También él sufre la rutina, como todo el mundo. Pero lo esencial es no perder el sentido de lo que se hace, cultivar las motivaciones primeras y saber que existe también un verdadero placer de aprender, una verdadera satisfacción estética». Por supuesto, están los exámenes: «Hay plazos, urgencias. En la escuela como en la vida. Pero cada estudiante debería también aprender a ver más allá de la etapa escolar, a pararse un poco y preguntarse: ¿de qué sirve tal materia en mi vida? ¿Me enseña algo? ¿Me gusta lo que estudio? No hay que esperar a una situación de crisis para interrogarse».

Si una materia no gusta hay que buscar el motivo. «Hay que identificar el obstáculo: puede ser el esfuerzo de memoria que impone (pero eso puede mejorarse), la parte de abstracción que comporta (a algunas personas eso les gusta, a otras no), o la perseverancia que exige». En cuanto a las matemáticas, puede ser «un gusto difícil de educar, pero es posible. Todos experimentamos un bloqueo natural ante los números. Pero se puede vencer de la misma manera que se combate el miedo al agua cuando se aprende a nadar. La mejor manera es abordar los problemas como enigmas o rompecabezas. (…) Las matemáticas se convierten entonces en una gimnasia mental que nos procura satisfacción».

Se puede encontrar placer en cada disciplina si se advierte su sentido: «Si se advierte, por ejemplo, que la filosofía no es sólo una reconstrucción del pensamiento de algunos autores, sino también una educación de la sabiduría, una respuesta a los grandes problemas de nuestro tiempo… O si se comprende que, tanto en los problemas de los cambios de velocidad de una bicicleta como en las cuestiones de astronomía, la física prosigue la misma y fascinante búsqueda de las constantes de la naturaleza».

De todos modos, el gusto por una asignatura no supone necesariamente que uno tenga más posibilidades de destacar en ella: «El talento no está ligado al placer. ¡Si es el caso, tanto mejor! Pero es preferible apoyarse en nuestros puntos fuertes. A cada uno toca identificarlos. Yo veo a menudo estudiantes que, manifiestamente, han escogido la disciplina que preferían antes que la que les convenía. Es una visión demasiado romántica del estudio, que hay que rechazar».

Respecto a los contenidos de la enseñanza, Piattelli afirma que «la escuela debe dar un saber de base y el gusto de cultivarlo. Es su misión. En Estados Unidos, se intenta conectar la educación con la vida cotidiana. Resultado: los jóvenes norteamericanos no tienen hondura, les faltan conocimientos que dejen poso. (…) Hay que captar al menos las raíces de los conocimientos esenciales, sus bases históricas, comprender la lógica de una disciplina y aprender a utilizar bien los instrumentos intelectuales. No se puede contentar uno con lo que se supone que es útil para superar un examen. Hay que reaccionar ante esta obsesión por lo inmediato, por la superficialidad».

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