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El gobierno alemán quiere recortar las ayudas a los parados para frenar los abusos

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En Alemania hay 4 millones de parados y 1,5 millones de ofertas de empleo sin cubrir. Más de un millón de extranjeros tienen permiso de trabajo, y el gobierno ha implantado un sistema de visados rápidos para atraer a expertos en informática o telecomunicaciones de países ajenos a la Unión Europea (ver servicio 117/00). La paradoja tiene varias explicaciones. Una de ellas, subraya el gobierno, es que muchos parados alemanes no quieren trabajar.

El canciller Gerhard Schröder no ha podido ser más claro: «No hay sitio para los vagos en nuestra sociedad. Quien rehúse una oferta de empleo razonable no puede quedar sin sanción». El gobierno está preparando el ambiente para proceder a una reforma de los subsidios por paro. Se apoya en un informe del Instituto de Estudios Económicos y Sociales, según el cual el 20% de los parados alemanes podrían trabajar, pero prefieren el subsidio a un salario. «Para algunos, económicamente hablando, no tiene sentido trabajar», comenta Meinhard Miegel, director del Instituto (International Herald Tribune, 7-V-2001).

En Alemania, en efecto, se puede ser parado de por vida. El primer año (dos años y medio para los trabajadores que han cotizado más tiempo), el seguro cubre, por término medio, el 67% del último sueldo neto.

Transcurrido ese periodo, se pasa a percibir el 53%, y así se puede seguir indefinidamente hasta la edad del retiro, y entonces uno puede cobrar la pensión. Además, los parados gozan de otras prestaciones: subsidios por hijos, ayudas al alquiler de vivienda, descuentos en servicios públicos o la asistencia social prevista de modo general para los ciudadanos en dificultades.

Para colmo, el sistema estimula poco a aceptar ofertas de empleo. Durante los tres primeros meses, un parado puede rechazar sin más cualquier trabajo que no le reporte el 80% del último salario; en los tres meses siguientes, el umbral baja al 70%. El subsidio es compatible con hasta 15 horas semanales de trabajo retribuido.

Así, no extraña lo que ha declarado Harald Schartau, ministro de Trabajo de Renania del Norte-Westfalia: «Hay gente que no ha aprendido otra cosa en la vida que a recolectar ayudas de los organismos públicos». Según el estudio citado, los que viven del cuento son en total el 20% de los parados. El 7% no quieren trabajar porque ganarían menos que con los subsidios; el 8%, porque su estatuto de desempleados les da derecho a mejor pensión y a ayudas por hijos; y el 5% restante son, simplemente, unos «vagos».

Los aprovechados abundan sobre todo en el oeste del país. Los parados del este, ha señalado Schröder, merecen más comprensión. Allí, con el 18,6% de paro, están el 36,5% de los desempleados alemanes pero solo uno de cada ocho puestos de trabajo vacantes. En el oeste (7,7% de paro), la situación es la inversa.

El proyecto de reforma está por concretar. La intención del gobierno es retirar las prestaciones a los parados que rechacen ofertas sin causa justa. La Cámara de Comercio e Industria pide además que se recorten los subsidios a los trabajadores jóvenes. La oposición democristiana propone abolir las ayudas indefinidas por desempleo de larga duración.

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