El fenómeno Austen

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Las obras de la novelista inglesa Jane Austen (1775-1817), reeditadas o en versiones para el cine o la televisión, están obteniendo un gran éxito entre el público. Evan Thomas ofrece una explicación de este fenómeno (Newsweek, 12-II-96).

¿Cómo se explica la actual fiebre por las novelas de Jane Austen? Sus dramas decimonónicos sobre la cortesía británica no ofrecen violencia ni sexo explícito (…). Hay romanticismo, desde luego, así como inteligencia y bellos escenarios. Sin embargo, debe de ser un interés más profundo la causa de que hace poco 3,7 millones de hogares norteamericanos hayan visto la adaptación televisiva -seis horas en total- de Orgullo y prejuicio (Pride and Prejudice), y muchos millones de espectadores más hayan acudido en masa para ver las versiones cinematográficas de Persuasión (Persuasion) y Sentido y sensibilidad (Sense and Sensibility).

Quizá es porque esas obras nos transportan a un mundo de otros tiempos en que la gente no exhibía su intimidad, a una cultura en que las emociones se expresaban con cierto recato, a una sociedad en que la gente cuidaba las formas. Una sociedad, en suma, muy distinta de la nuestra. Hoy, la mayoría de la gente está acostumbrada a una cultura menos refinada, más chabacana, más fisgona, más ruda. (…) Y tal vez empieza a estar harta. La veneración por Jane Austen, con su añoranza por una época más elegante y cortés, es un pequeño indicio. (…)

Es interesante observar que quienes parecen más ansiosos de crear una nueva sociedad civil son los hijos del baby boom, la generación sobre la que pesa, en gran parte, la responsabilidad por el naufragio de la vieja. En los años 60, «convencional» era una de las cosas peores que se podían decir de alguien. Pero resultó que el impudor no trajo la libertad, sólo los subsidios para madres solteras, y la revolución sexual nos dejó en herencia el SIDA y las violaciones. (…)

Aunque los de nuestra generación (yo tengo 44 años) despreciamos las formas por considerarlas elitistas y opresivas, nunca perdimos nuestra necesidad de ellas. La mayoría de la gente sigue teniendo el deseo de conservar algún pequeño ámbito de intimidad, de no compartir sus sentimientos con gente en quien no confía ni ama. Tal vez la gente se burle de la idea de ser «respetable», pero quiere ser respetada.

Nadie duda que las formas pueden ser un recurso para mantener a distancia a los estamentos inferiores. (…) La Inglaterra de Jane Austen era rígida y jerarquizada; la escritora empleaba la ironía para ridiculizar ese esnobismo. (…) ¿Hay algún modo de recuperar las formas que elogiaba Jane Austen sin el esnobismo que ella satirizaba? Lo que realmente enseña Austen no es qué apariencia mostrar, sino cómo obrar: con deferencia y respeto. Sin duda, no sería realista creer que la gente cambiará de verdad, por dentro, y de repente se hará más comedida y considerada. Pero si uno se lo propone, puede cambiar las apariencias. Quizá en el fondo seamos unos animales egoístas, pero al menos podemos aparentar. No siempre es malo un poco de hipocresía.

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