El ecumenismo con Benedicto XVI: atascos y esperanzas

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Análisis

La celebración del Octavario de oración por la unidad de los cristianos, del 18 al 25 de enero, es ocasión para hacer balance de las orientaciones de Benedicto XVI en el terreno ecuménico.

El panorama ecuménico presenta hoy unas señales de esperanza que no se veían tal vez desde la caída del muro de Berlín, cuando se pensaba que las relaciones con las Iglesias ortodoxas serían fáciles, una vez liberadas del tirano soviético. La experiencia ha demostrado que para superar prejuicios e incomprensiones, a veces seculares, se necesita también tiempo y paciencia.

Fiel a uno de los objetivos fundamentales que se marcó al inicio de su pontificado -trabajar a favor de la unidad de los cristianos-, Benedicto XVI ha desplegado desde entonces una intensa actividad en este campo. Pero como el diálogo es cosa de dos, hay que tener presente las circunstancias de los interlocutores. Los problemas internos de algunas comunidades cristianas han impedido que se llegara a resultados tangibles más allá de una renovada cordialidad. Un caso evidente es la Comunión Anglicana, con la que, a causa de su profunda división interna, sólo es posible mantener contactos amistosos en un plano de colaboración más bien genérico. Así se vio en la declaración firmada por Benedicto XVI y el primado de la Iglesia de Inglaterra, Rowan Williams, durante la visita de este a Roma el pasado noviembre (ver Aceprensa 129/06).

Síntomas de un nuevo clima, por el contrario, se detectan en las relaciones con los ortodoxos. Los dos momentos centrales de los últimos meses fueron la visita del Papa a la sede del Patriarcado de Constantinopla -objetivo principal de su estancia en Turquía- y el viaje a Roma del arzobispo Christodoulos, líder de la Iglesia ortodoxa griega (la segunda más numerosa después de Moscú). Junto a ello, también se han promovido iniciativas menores, como la inauguración de una exposición en Roma sobre el «Renacer espiritual de Rusia», patrocinada por el Patriarcado de Moscú. En la inauguración, el secretario de Estado Vaticano, cardenal Bertone, expresó su deseo de que el encuentro entre Benedicto XVI y el Patriarca de Moscú Alexis II se pueda realizar «en un plazo razonablemente breve».

En una entrevista realizada al hilo de la visita del Papa a Turquía, el Patriarca ortodoxo Bartolomé I dijo que había hecho al Papa una propuesta, «que ahora no puedo anticipar, pues esperamos una respuesta oficial; pero puedo decir que Su Santidad se ha mostrado muy interesado y que la ha acogido favorablemente». Esa propuesta podría ser la de ir juntos a inaugurar la próxima sesión de la comisión teológica católico-ortodoxa, que reanudará sus trabajos en Rávena (Italia) en primavera de este año. La presencia del Papa y del Patriarca sería un gesto muy significativo y único, pues los trabajos de la comisión mixta han estado suspendidos desde hace casi seis años. El atasco se debe a las incomprensiones en las relaciones entre ortodoxos y católicos de rito oriental, presentes sobre todo en Ucrania y Rumania.

Ya se sabe que un problema añadido en las relaciones entre católicos y ortodoxos es la autonomía de las diversas Iglesias ortodoxas (y, a veces, la división entre ellas). El Patriarca de Constantinopla sólo mantiene una primacía de honor, de la que parece especialmente celoso el Patriarcado ruso. En definitiva, la Santa Sede debe jugar a varias bandas y evitar dar pasos que puedan herir susceptibilidades de unos y otros. En este sentido, la decisión de ir a Rávena (en caso de que fuera esa la propuesta) posiblemente dependa de la actitud rusa.

Diego Contreras

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