Contrapunto
Inspirado eslogan de una clínica de cirugía estética: «Descubrimos el cuerpo perfecto que hay en ti». Como Miguel Ángel ante el bloque de mármol, el artífice de la lipoescultura se sitúa ante su paciente dispuesto a sacar a la luz esa perfección que sin duda existe y a la que ¡tienes derecho! El eslogan cultiva el secreto convencimiento de que una primigenia belleza y lozanía ha sido arruinada por factores externos y controlables. «No tienes por qué conformarte con la grasa que te sobra, ni con la flacidez, las pistoleras, las arrugas o la piel de naranja». ¡Claro que no! ¿Cómo claudicar ante esa conspiración en la que la comida, el tiempo y el metabolismo se alían para desfigurar un cuerpo sin tacha? ¿Por qué culpabilizarse por el exceso de comida o la falta de ejercicio?
También en lo espiritual ha estado de moda achacar las imperfecciones no al ejercicio de la libertad personal, sino a los genes, al ambiente social, a la educación. En el fondo, todos tenemos un alma perfecta, una inocencia natural sólo empañada por factores ajenos a nuestra voluntad. Ahora la misma tesis se aplica a lo corporal.
Antes uno podía ser el escultor de su propio cuerpo con el cincel del gimnasio, la dieta y la cosmética. Pero estos remedios son lentos y duros. «Ahora tienes una solución rápida, segura y sin dolor». Basta el ejercicio de tenderse en una mesa de operaciones para despertar como la Venus de Boticelli. Sólo la cartera sentirá el dolor del adelgazamiento.
Ignacio Aréchaga