El catolicismo y la cultura femenina

publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

Mary Kenny, colaboradora habitual del Sunday Telegraph (Londres), escribe en The Human Life Review (Nueva York, tercer trimestre de 1995) sobre la actitud de la Iglesia católica respecto a la mujer.

En la actualidad, no sólo personas que no simpatizan con la Iglesia católica, sino a menudo también voces críticas dentro de la propia Iglesia, dicen que el catolicismo en general, y Juan Pablo II en particular, mantienen una postura opresiva para las mujeres. Algunas veces añaden con condescendencia que el Santo Padre defiende esos puntos de vista «machistas» porque es polaco.

Empezando por esta última cuestión, no es en absoluto propio de la cultura polaca estar atrasada en lo referente a las mujeres. Al contrario, Polonia tiene una historia especialmente progresista de promoción y educación de la mujer. Recordemos el caso de Marie Curie, la mujer más famosa en la ciencia, ganadora del premio Nobel en 1911 y honrada por Francia en su panteón de grandes sabios. Aunque francesa por matrimonio, Marie Curie era polaca de nacimiento y educación (nacida Marie Sklodowska en Varsovia en 1867) y llegó a ser científica porque mucho antes de que las universidades inglesas o americanas abrieran sus puertas a las mujeres, en Polonia ya podían estudiar en la universidad y convertirse en científicas y doctoras.

En el siglo XIX, mucho antes de que las mujeres de países de habla inglesa tuvieran acceso a las facultades de medicina, en Polonia se graduaban como médicas sin ningún impedimento. Tampoco tenían los polacos ningún remilgo en que las mujeres estudiaran anatomía: las monjas polacas atendían a los soldados heridos en combate desde el siglo XVII por lo menos, y tenían un perfecto conocimiento práctico de los males del cuerpo humano.

El prejuicio, tan frecuentemente aireado, de que el catolicismo es «represivo» con las mujeres es un indicio de la ignorancia histórica que hoy tiene tanta gente. Pues la crítica tradicional al catolicismo lo consideraba una «religión de mujeres». Un primer ministro conservador inglés de la época victoriana describía el catolicismo (naturalmente, pensaba en los irlandeses) como «una religión muy apropiada para mujeres y campesinos». Lecky, el gran historiador de la moral del siglo XIX, como buen protestante, criticaba el catolicismo por diversos motivos, entre ellos su «feminidad». «Creo que no puede ponerse en duda -escribió en su Historia de la Moral Europea- que en las grandes convulsiones religiosas del siglo XVI las mujeres apoyaban al catolicismo, mientras el protestantismo atraía más a los hombres… Por lo general, el catolicismo suaviza el carácter, mientras que el protestantismo lo fortalece; pero la suavidad del primero a menudo degenera en debilidad, y la fuerza del segundo en dureza».

Lawrence Stone (en La Familia, el Sexo y el Matrimonio en Inglaterra, 1500-1800), sostiene que la Reforma protestante causó un considerable perjuicio a las mujeres: recortó y restringió su educación al cerrar los conventos -y, con ellos, muchas de las fuentes de instrucción, así como de poder espiritual y aun económico, de las mujeres (muchas grandes abadesas eran también grandes terratenientes)- y sometió a las mujeres con mayor firmeza a la autoridad de los maridos. «Todas las Iglesias reformadas insistían en la subordinación de las esposas a los maridos, tal como resumía la concisa sentencia de John Milton sobre las obligaciones de cada sexo: ‘Él sólo para Dios, ella para Dios en él'».

Históricamente, la cultura católica ha sido una cultura femenina no sólo en el sentido que le atribuye Lecky, sino también por la muy visible presencia de mujeres en la Iglesia: abadesas, santas, monjas, profesoras, mujeres casadas que, una vez cumplidos sus deberes familiares, ejercían un relevante papel en la Iglesia y en la sociedad. (…)

La tradición católica, lejos de ser opresiva para la mujer, ha hecho que la historia de la Iglesia esté llena de mujeres enérgicas y emprendedoras. Y el propio Juan Pablo II ha mostrado aprecio por esta tradición, en particular destacando como modelos a Santa Catalina y a esa otra gran doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Ávila.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.