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El cardenal Bertone invita a la reconciliación dentro de la Iglesia en China

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En una carta dirigida a los sacerdotes chinos, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, ha confirmado que la reconciliación dentro de la comunidad católica y el diálogo con las autoridades civiles son dos líneas maestras para el futuro camino de la Iglesia en China.

La carta, fechada el 10 de noviembre, toma ocasión del Año sacerdotal para insistir en las ideas expresadas por Benedicto XVI en su Carta a los católicos chinos de mayo de 2007, que marcó un punto de inflexión en el modo de afrontar los problemas de la Iglesia en China (cfr. Aceprensa 4-07-2007).

En su carta, el Papa instaba a la reconciliación entre quienes rechazaron por completo la injerencia del régimen chino en los asuntos de la Iglesia y los que buscaron algún tipo de compromiso; comunicaba que había concedido legítimo ejercicio del episcopado a aquellos que aceptaron ser ordenados sin mandato pontificio, pero luego pidieron ser admitidos en la comunión con la Santa Sede; dejaba a los obispos “clandestinos” la decisión de pedir el reconocimiento oficial del gobierno y permitía que los fieles recibieran los sacramentos de los obispos “patrióticos” legitimados por la Santa Sede y de los sacerdotes por ellos ordenados.

También expresaba su disposición a llegar a un acuerdo con el gobierno para el nombramiento de obispos y manifestaba que la Iglesia en China no tenía la misión de cambiar la estructura del Estado, a la vez que rechazaba la pretensión de algunos organismos estatales de colocarse por encima de los obispos para guiar a la comunidad católica.

A los sorprendidos por la carta del Papa

¿Logró la Carta del Papa sus objetivos? El cardenal Bertone piensa que “sólo dos años después de la publicación de la Carta pontificia, no parece que haya llegado el momento de hacer balances definitivos”, aunque ve “signos de esperanza” en las informaciones que llegan desde diferentes partes de China. “Aún es más tiempo de siembra que de cosecha”, advierte con palabras del gran misionero de China, el jesuita Matteo Ricci.

La oportunidad de la carta de Bertone se revela cuando reconoce: “Quizás alguno de vosotros se quedó sorprendido por la Carta del Papa a la Iglesia en China. Os aseguro que la Santa Sede está al corriente de la compleja y difícil situación en la que os encontráis”.

Ciertamente, no es fácil que obispos y sacerdotes que han sufrido por su fidelidad a Roma comprendan ahora la apertura que el Papa muestra hacia otros que contemporizaron con el régimen comunista y han dado mal ejemplo.

Quizá por eso Bertone dice en su carta que también vale para China la observación de Benedicto XVI en la convocatoria del Año Sacerdotal: “Existen, por desgracia, también situaciones, nunca suficientemente deploradas, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros”. A la vez, cita el homenaje que Benedicto XVI hacía en su Carta de 2007 a los que fueron fieles: “¿Cómo no recordar, al respecto, como ánimo para todos, las figuras luminosas de obispos y de sacerdotes que en los difíciles años del pasado reciente, han dado testimonio de un amor indefectible a la Iglesia, incluso con la entrega de su propia vida por ella y por Cristo?”.

La Eucaristía al servicio de la unidad

Pero ahora la carta del Secretario de Estado quiere subrayar la contribución que pueden hacer los sacerdotes para reconciliar y extender la Iglesia en China. Como modos prácticos para dar a conocer la Iglesia entre los no católicos menciona: “por ejemplo, visitando frecuentemente tanto a las familias católicas como no católicas en los pueblos, mostrando vuestra solicitud por las necesidades de la gente; aumentando los esfuerzos para preparar y formar buenos catequistas; favoreciendo un mayor uso de los servicios caritativos, dirigidos especialmente a los niños y a las personas enfermas y ancianas, con el fin de mostrar la caridad desinteresada de la Iglesia; organizando reuniones especiales, en las que los católicos puedan invitar a sus parientes y amigos no católicos para que conozcan mejor la Iglesia católica y la fe cristiana; distribuyendo publicaciones católicas a los no católicos”.

Al tratar de la Eucaristía, subraya que debe crear comunión entre los fieles. Y recuerda que Benedicto XVI ha dado unas directivas sobre la recepción de los sacramentos en la Iglesia en China donde establece que los fieles no tienen por qué dudar en participar en la Eucaristía celebrada por Obispos y sacerdotes que están en plena comunión con el Sucesor de Pedro y son reconocidos por el gobierno. En definitiva, se trata de evitar que unas comunidades no estén en comunión con otras.

Pide que nadie dude en buscar la reconciliación “con gestos concretos”. “Para obtener esto, es necesario y urgente prestar atención también a la formación humana de todos los fieles, incluyendo sacerdotes y religiosas, pues la falta de madurez humana, de autocontrol y de armonía interior es la fuente más frecuente de incomprensiones, de falta de cooperación y de conflictos en el seno de las comunidades católicas”.

Esta búsqueda de la unidad se manifiesta también en las palabras que dirige a los obispos: “La experiencia cotidiana muestra que las semillas de la disgregación entre los hombres están muy arraigadas en la humanidad a causa del pecado, pero que la Iglesia puede contraponer la fuerza, generadora de unidad, del Cuerpo de Cristo”.

Les pide también una particular atención a las vocaciones sacerdotales y a la formación del clero. Cita aquí la carta de Benedicto XVI para recordar que “a pesar de la precariedad de los medios a disposición, para el futuro de la Iglesia en China habrá que trabajar para asegurar, por un lado, una particular atención al cuidado de las vocaciones y, por otro lado, una formación más sólida en los aspectos humano, espiritual, filosófico-teológico y pastoral, que realizar en los seminarios y en los institutos religiosos”.

Para fomentar la unidad y evitar que los jóvenes sacerdotes se sientan aislados recomienda que “sería también útil que obispos y sacerdotes pudieran encontrar ocasiones frecuentes para contactos personales entre ellos y aumentar las reuniones, tanto oficiales como informales, con el fin de planificar juntos las actividades diocesanas, compartir sus experiencias y ayudarse unos a otros para resolver las dificultades personales y pastorales”.

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