El cambio de la mujer en Kenia a lo largo de tres generaciones

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Entrevista con la pediatra y escritora Margaret Ogola
Nairobi. Pediatra y madre de cuatro hijos, directora médica del Cottolengo Hospice para huérfanos con SIDA, la keniana Margaret A. Ogola es un claro exponente del dinamismo de la mujer africana. En las inmediatas generaciones de su propia familia ha visto muchos de los cambios que está experimentando África: la armonización de la tradición con la cultura occidental, el cambio en la situación de la mujer, la vivencia africana del cristianismo, la conciliación entre maternidad y profesión… Esta es la experiencia que ha novelado en El río y la fuente, relato que ahora se traduce al castellano, y que cuenta cuatro vidas de mujer en la historia reciente de Kenia.

La doctora Ogola ha orientado siempre su actividad profesional hacia la promoción de la familia y la salud. Hasta 1994 ha ejercido como pediatra en el Kenyatta National Hospital, y desde 1996 hasta 1999 ha sido directora de la Family Life Counselling Association. En la actualidad es directora médica del Cottolengo Hospice, donde cuidan a niños huérfanos seropositivos o ya enfermos de SIDA. Casada con un médico anestesista y madre de cuatro hijos, también ha sabido desarrollar su talento para contar historias.

– Su libro recoge historias protagonizadas por mujeres en Kenia. ¿Cómo ha cambiado la situación de la mujer desde la independencia?

– Las mujeres han progresado mucho, especialmente en educación, cosa que abre muchas puertas. Pero hay otras cosas que cambiar: el africano en general tiene poca seguridad material y la mujer ninguna, ya que no puede ni heredar la tierra ni obtener préstamos bancarios sin permiso de su marido. Tampoco tiene ningún sentido que el futuro marido deba pagar un precio a la familia de la mujer. Cuando esto ocurre, a la esposa se la considera comprada, y por lo tanto algo que se posee. Y eso favorece que ella sufra violencia y abusos en casa.

Los hijos muy deseados

– En el libro sale también la historia de un joven matrimonio que rompe con la poligamia. ¿Qué sentido tiene hoy la poligamia en Kenia?

– La poligamia ya no tiene razón de ser. La economía patriarcal doméstica que antaño la justificara ya no existe. También la idea que considera a las mujeres como algo que se compra está cambiando paulatinamente. Pero están surgiendo formas mucho más perversas de poligamia, por ejemplo, un hombre que tiene una mujer legal junto con un cierto número de concubinas. En conjunto, la poligamia decrece también porque más mujeres tienen posibilidad de escoger en cuanto logran una cierta libertad económica.

– Los movimientos feministas hablan mucho de los derechos de la mujer en África. ¿Cree que el asunto se enfoca conforme a la mentalidad africana?

– Yo creo con toda mi alma que la mujer tiene la misma dignidad personal que el hombre, y que debería tener las mismas oportunidades y la misma educación. Pero en el feminismo occidental se expresan ideologías que tienen muy poco que ver con la mujer africana. Las ideas falsas acerca de la disponibilidad absoluta del propio cuerpo y la realización de sí a expensas de la familia y del amor son ajenas a nosotras. La mujer africana celebra ser madre con toda su alma, y se enorgullece de que se le llame «madre de Fulano o de Mengano». Con este título se la respeta durante el resto de su vida. Es verdad que los tiempos son cada día más duros, pero la mujer africana corriente pone la maternidad por encima de la profesión.

– Pero en Occidente suele pensarse que las africanas tienen demasiados hijos, más de los que desearían. ¿Cómo se valora la cuestión desde el punto de vista africano?

– Los africanos quieren tener hijos. Es un instinto profundo, arraigado en la psique colectiva. Consideran la falta de hijos como la más grande catástrofe, acaso más que la muerte. Este gran amor hacia los niños ha sobrevivido, pienso yo, al ataque masivo de la propaganda antinatalista del FNUAP, USAID y la IPPF. Pienso también que va a salvar el continente de una implosión de población debida no solo a esta propaganda sino también al SIDA y a la creciente mortandad infantil.

Maternidad sin riesgos

– Al promover la «maternidad sin riesgos», las agencias de la ONU (como el Fondo de Población) suelen centrarla en una política de anticonceptivos y legalización del aborto. Desde su punto de vista de pediatra, ¿qué es lo más necesario para reducir la mortalidad materna e infantil en Kenia?

– Desde el punto de vista médico, ni la contracepción ni el aborto previenen, o siquiera reducen, la mortalidad materna. De hecho, en lugares donde hasta tomar la tensión es imposible, algunas formas de anticonceptivos constituyen un riesgo positivo para la salud. Hay anticonceptivos que se distribuyen libremente en África aunque están prohibidos en otros lugares. Y no los distribuye personal médico cualificado, sino agentes de la comunidad cuya única cualificación es que necesitan un trabajo… cualquier trabajo.

El proyecto de una maternidad segura debe empezar antes del embarazo, asegurando a la madre una alimentación sana que tendría que continuar durante el embarazo y tras el nacimiento. El 80% de los bebés africanos nacen en casa, bien porque el sistema sanitario se ha hundido, bien porque lo que queda de él se parece a una escena dantesca. Solo con formar a comadronas tradicionales para que tomen medidas higiénicas y adviertan los síntomas de riesgo -como embarazos primerizos, o múltiples, o de madres mayores- se reduciría la mortalidad materna de un modo muchísimo más barato que proporcionando «abortos seguros» en hospitales donde faltan hasta los antibióticos más elementales.

La vía para reducir la mortalidad es desarrollar un sistema de centros de sanidad básica, que cuando sea necesario puedan remitir a los pacientes a hospitales, dotados de personal competente y que reciban sueldos suficientes. Pero esto sería un programa a largo plazo. Cuando se imponen programas estructurales de ajuste económico, se tendría que dar prioridad a la sanidad y a la educación. Pero de hecho estos son los primeros sectores en ser sacrificados.

Otro factor importante es que la mujer pueda recibir una educación que luego le garantice unos ingresos. Con esto no sólo se reduce la mortalidad materna, sino también la infantil. El verdadero lema para una maternidad segura es «madres sanas de hijos sanos», no la contracepción y el aborto.

Cristianismo y cultura africana

– En su libro refleja la situación de una familia que intenta armonizar las tradiciones ancestrales con los ideales cristianos. ¿Qué atrae más a un africano del cristianismo que no encuentre en su propia cultura?

– La religión es algo connatural a un africano. Basta ver el extraordinario número de sectas que amalgaman elementos cristianos y que tienen éxito aquí. La fe cristiana afirma el valor de la persona, da una perspectiva trascendente al ser humano y explica el misterio del sufrimiento en un continente que muy a menudo pasa por trances graves. La fe enriquece a la persona y la pone en condiciones de rezar con confianza. Pero, sobre todo, la fe cristiana predica un Dios extraordinario, cuya expresión máxima es el amor. Algo muy distinto del temor ante la ira de los variados espíritus y de los antepasados que se veneran en las religiones tradicionales.

– A veces se habla del cristianismo como una «influencia occidental», ajena a la cultura africana. Por otra parte, hoy día hay una gran influencia, a través de los medios de comunicación, de los estilos de vida occidentales en las costumbres de todo el mundo. ¿Se concilian bien con los valores africanos?

– Los valores profundos del cristianismo encuentran un eco muy claro en el alma africana: el amor a la familia, el carácter sagrado de la vida humana, el temor reverencial ante lo divino y el respeto hacia los mayores son todos valores en pleno acuerdo con la cultura africana. Lo que está en desacuerdo es la sexualidad desenfrenada y sin reglas de Occidente, la falta de respeto hacia los mayores, la indiferencia hacia Dios y la autosuficiencia individual.

– ¿Está suficientemente lograda la inculturación del Evangelio en Kenia?

– La cultura es un concepto dinámico. África es un continente que está cambiando de un modo tan rápido que la gente no consigue mantenerse al día. A pesar de la profunda admiración que siento hacia los misioneros que nos transmitieron la fe, pienso que no supieron entender del todo que el africano tiene un alma muy pintoresca, con un espíritu muy dado a lo familiar y que necesita sentir cerca a su Dios (o dioses). No le va la austeridad. Si le gustas, tiene que cantar tus alabanzas y posiblemente danzar. El ritmo y el movimiento le son connaturales. ¿Cómo se puede vivir una Misa en la que todos parecen tristes y las canciones tienen un tono de elegías? Si la Iglesia no es tu familia, ¿quién lo es? Si el sacramento de la confirmación es una transición al estado adulto, ¿cómo no van las mujeres a ulular y a hacer fiesta en honor de los nuevos guerreros y defensores de la fe? ¿Cómo se puede hablar de amor cuando cada cual se defiende por sí mismo y ni siquiera te saluda cuando te encuentra por la calle?

La cultura no tiene nada que ver con el atuendo o con cosas externas. Pero hay que mirar muy adentro para evitar un cristianismo superficial, como el de los que cantan hosannas el domingo pero luego van a consultar a brujos para ponerse en contacto con el mundo de los espíritus. Y esto también incluye a gente que ha recibido educación superior.

La pobreza que favorece el SIDA

– Como directora del Cottolengo Hospice, para niños huérfanos o abandonados contagiados por el virus del SIDA, está viendo a diario los estragos de la enfermedad. Normalmente cuando en Occidente se habla del desastre del SIDA en África, se trata sobre todo de lograr medicinas más baratas para los enfermos y de distribuir condones. ¿Está siendo eficaz este enfoque?

– La pobreza es, sin duda, la causa principal de la rápida y catastrófica proliferación del SIDA en África. Y no me refiero solo a la pobreza material. Hay otra, más profunda e insidiosa: la pobreza espiritual y cultural que ha surgido del total abandono de costumbres ancestrales de conducta sexual y moral.

Una minoría ha reemplazado estas costumbres por un profundo compromiso religioso con el cristianismo o el islam; pero una mayoría las ha sustituido con un conglomerado de ideas permisivas venidas de Occidente, malentendidas pero aceptadas con júbilo. La gente se creía que estas ideas iban a liberarles de los rigores de las costumbres tribales, pero han traído consecuencias inesperadas, como el colapso de la familia y una verdadera epidemia de enfermedades sexuales. Estas últimas eran de esperar en un continente donde la sanidad básica es un raro lujo y la malnutrición la norma. Si los millones gastados en distribuir con cínico desenfreno un sinfín de preservativos se hubieran gastado en alimentos o en sanidad básica, se habría frenado al SIDA. Por desgracia, los condones ni son comestibles, ni mejoran la salud o el bienestar social. Lo que sí logran es acabar con lo que queda de fibra moral en una población ya debilitada.

-¿Qué medidas le parecen más eficaces para prevenir el SIDA?

-Si queremos prevenir el SIDA, hay que atacar en su raíz las causas que favorecen su difusión. Hay que pasar de las palabras a la acción en lo que atañe a la reducción de la pobreza. Hay que acabar con la violación de África por déspotas corruptos. Es verdad que hemos permitido que estos déspotas nos dominaran, pero han sido los intereses de donantes extranjeros los que han mantenido a estos déspotas en el poder. Yo personalmente estoy de acuerdo con las nuevas y duras condiciones impuestas por las instituciones de Bretton Woods. Gobernar con transparencia es esencial para el bienestar más básico de cualquiera.

También hay que ofrecer toda suerte de facilidades a los que desean gastar energías en la reconstrucción del espíritu y la moral de los africanos. ¿Dónde están los grandes misioneros que pisaban el orbe hace cien años y cuyos esfuerzos sin par lograron catapultar a África de la edad de piedra a la era moderna? ¿Han sido acaso reemplazados por los bien pagados filántropos de las agencias de la ONU?

– En Europa, las mujeres que trabajan fueran de casa tienen muchas dificultades para conciliar profesión y hogar. Usted es pediatra y madre de cuatro hijos. ¿Le ha sido difícil atender la familia y el trabajo?

– Me considero dichosa de haber gastado casi toda mi vida adulta haciendo cosas que han sido un reto y una recompensa a la vez. No tengo ni un momento desocupado, si se exceptúan los de necesario descanso de vez en cuando. Tengo cuatro hijos absorbentes, normales pero traviesos, que suspenden exámenes y alguna vez se niegan a ir a la iglesia. Mi marido es anestesista y se ausenta con frecuencia. ¿Cuándo fue la última vez que tuve un momento para mí misma? Pues no me acuerdo. Pero llevo la vida que he escogido, y no me quejo. El secreto está en no tener nunca solo una cosa que hacer. Se trata de tener el bebé en el brazo izquierdo y un libro que leer en la mano derecha.

Silvano Borruso

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