Educar con objetivos concretos

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Fernando Corominas, promotor de «Escuelas de familia»
Como se observa en el caso del niño tirano, el problema empieza por un fracaso educativo de los padres. Hoy día es especialmente necesario que los padres aprendan a serlo. Sobre esto tiene gran experiencia Fernando Corominas, presidente del Instituto Europeo de Estudios de Educación, con sede en Madrid, que promueve el programa «Escuelas de familia». Desde el Instituto, una asociación sin ánimo de lucro, y con la colaboración de un plantel de asesores familiares, se imparte un máster en educación del que se han beneficiado ya varios centenares de padres y madres de diversos países.

— ¿Cómo aprender a educar?

— Para educar no basta leer ni asistir a conferencias, aunque también ahí se reciban conocimientos. Nuestra experiencia es que se aprende a educar actuando, es decir, dedicando tiempo a los hijos con objetivos concretos, por ejemplo, dirigidos a la adquisición de hábitos. La mayoría de los padres pierden mucho tiempo y fuerzas en eliminar problemas inmediatos -violencia, drogas, pornografía…-. Pero resolver un problema de un hijo no es educarlo, así no se adquieren virtudes humanas o valores que configuren una personalidad. Educar es mucho más que reaccionar a esas dificultades.

Conseguir la calidad educativa

— ¿En qué basan sus programas educativos?

— Una buena educación se basa en el amor y en la alegría: es el modo de conseguir que los hijos escuchen y obedezcan. También se considera esencial la coherencia, el ejemplo de los padres, como elemento de autoridad. Pero, sobre todo, seguimos un sistema que persigue la mejora continua, similar a los que se aplican en el ámbito empresarial para conseguir la calidad. Los padres determinan qué virtudes son más necesarias para sus hijos y ponen su creatividad a trabajar: deciden cómo enseñarles a ser solidarios, a ser ordenados…

— ¿Cuál es la función que desempeña el Instituto y qué relación tienen con los padres?

— El máster que imparte el Instituto requiere la asistencia a una reunión por mes, donde padres y educadores intercambian experiencias. Después, cada familia cuenta con un asesor personal, con el que pueden comentar las dificultades. En realidad, a lo largo de un año, puede decirse que consiguen la cualificación esencial y, si la experiencia se prolonga dos años, bordan la tarea de ser padres.

La función del Instituto podría calificarse como la de formar formadores. En Monterrey (México) impartimos las sesiones a ocho matrimonios, que posteriormente llegaron a unos 400 padres, y lo mismo sucedió en Argentina, donde cuatro padres llegaron a otros 250. También hemos trabajado con grupos de padres en Australia, Singapur, Kenia y varios países de Europa. El abanico de culturas y de creencias es muy amplio, por eso cada familia educa a sus hijos en sus convicciones religiosas.

— ¿Qué otras actividades promueve el Instituto?

— El Instituto lleva veinte años trabajando en este sector y trata de renovarse progresivamente, incorporando líneas pedagógicas innovadoras, como por ejemplo, los avances en la investigación sobre el cerebro y el aprendizaje, la función de la inteligencia emocional, etc. De esta manera aprendemos cómo se potencia la memoria, cómo funcionan los elementos neuronales para pensar, razonar e imaginar, o cómo se adquieren los hábitos y las conductas positivas. Con nuestra experiencia hemos elaborado una colección de ochenta libros y una serie de vídeos, además de la revista Hacer Familia editada en Madrid.

M. Ángeles Burguera

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