Economía o religión, un conflicto imaginario

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El economista Pedro Schwartz explica en La Vanguardia (Barcelona, 12-I-99) cómo los datos desmienten que la religión acabará desapareciendo con el progreso.

El Journal of Economic Literature, la revista que consultamos los economistas de profesión para seguir lo que se publica sobre nuestra especialidad, trae, en el número de septiembre de 1998, un cumplido artículo de Laurence Iannaccone titulado «Introducción a la economía de la religión». Recomiendo su lectura.

Contra toda evidencia, perviven tres errores en la sociología de las religiones. Uno es la afirmación de que, con la difusión de la modernidad, las religiones irían desapareciendo. El otro es la idea de que la reforma protestante, sobre todo en su versión calvinista, fue el detonante del capitalismo. Y otro es la creencia de que el sentimiento religioso es por su naturaleza contrario al mercado y la libertad económica.

Los datos contradicen el prejuicio de Marx, Comte y Freud de que el compromiso religioso es irracional y tenderá a desaparecer con el progreso de la civilización. Si religión es «cualquier conjunto compartido de creencias, actividades e instituciones, basado en la fe en fuerzas sobrenaturales», entonces no cabe duda de que los hechos indican su pervivencia e incluso expansión en nuestro fin de siglo.

Los datos existentes se refieren sobre todo a EE.UU. En Norteamérica, la pertenencia a diferentes iglesias ha venido creciendo continuamente durante los dos últimos siglos, desde el 17% en la época de la independencia hasta el 60% hoy. Asimismo, la proporción de ministros o clérigos de distintas denominaciones dentro de la población activa se ha mantenido por encima del 1% en el último siglo y medio; desde 1980 ha superado el 1,3%. Más de un 40% de los que responden a las encuestas Gallup sobre actitudes religiosas acude a su iglesia semanalmente, en lo que coinciden los católicos, que antes iban mucho más, con los diversos protestantes, que son crecientemente cumplidores.

(…) Presenta Iannaccone un gráfico sorprendente en el que relaciona, para las denominaciones protestantes del mundo occidental, la participación semanal, por un lado, y la concentración de mercado, por otro, medida ésta por un índice Herfindahl (el que utiliza el Tribunal de la Competencia para calcular el dominio de mercado de las marcas comerciales). En los países con muchas confesiones en competencia, acude semanalmente a sus templos entre un 30 y un 45% de los fieles declarados, empezando por Nueva Zelanda y Australia y acabando por Holanda, Canadá y EE.UU. En cambio, en los países escandinavos, con una Iglesia luterana oficial financiada por el Estado, la participación de los fieles se encuentra por debajo del 5%. Este concepto del «monopolio perezoso» también vale para los estudios sobre la Iglesia católica, especialmente para aquellos países, como Polonia, en los que el catolicismo ha dejado de ser un vehículo de resistencia nacional.

(…) En lo que sí influye cualquier religión seriamente practicada es en el comportamiento social de los individuos. Los individuos que practican su religión o que han nacido en familias religiosas son observablemente menos dados al delito, a las drogas y al alcohol; son más longevos y gozan de mejor salud mental y física; tienen mayor número de hijos y se divorcian menos.

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