Dos ideas de familia en las «Terceras Vías»

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El individualismo de Giddens frente al comunitarismo de Etzioni
La «Tercera Vía» se presenta como el nuevo pensamiento social y político: una socialdemocracia reconciliada con el mercado, o un liberalismo con conciencia social. Pero esa es la «Tercera Vía» de Anthony Giddens, inspirador del «nuevo laborismo» de Tony Blair. Hay otra versión, de tendencia comunitarista, defendida por autores como Amitai Etzioni o Mary Ann Glendon. La diferencia entre una y otra resalta en sus respectivas ideas sobre la familia. Así lo pone de manifiesto Jesús Ballesteros, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia, en su contribución a la obra colectiva Las Terceras Vías, publicada por EIUNSA (1). Presentamos un extracto del capítulo firmado por el Prof. Ballesteros.

Se hace indispensable distinguir dos modos de concebir la Tercera Vía en relación con el matrimonio y la familia. Existe un modo de interpretarla, el que llevan a cabo los autores del Manifiesto comunitarista, con Etzioni y Glendon a la cabeza, cuya visión es coincidente sin duda alguna con la doctrina social de la Iglesia. Sin embargo, el planteamiento de la Tercera Vía tal como es realizado por otros autores, especialmente Giddens, se aparta radicalmente de tales puntos de vista.

Salta a la vista que Giddens y Etzioni coinciden en oponerse a la familia tradicional, según la cual existen diversidad de funciones para la mujer y el varón, y la primera está completamente subordinada al segundo.

Frente a tal tipo de familia tradicional, todos los autores pertenecientes de un modo u otro a la Tercera Vía defienden sin vacilación la igualdad de derechos entre la mujer y el varón en el ámbito de la familia y en el conjunto de la sociedad.

Las diferencias entre las dos concepciones, la de Giddens y la de Etzioni, proceden, sin embargo, del modo de entender la realidad familiar, que en el caso de Giddens gira en torno a la pareja y lo que él llama la «democracia de las emociones», mientras que en el caso de Etzioni gira en torno a la exigencia de formación de los nuevos seres humanos que nacen en su seno. De este modo Giddens propone una equivalencia de las formas de familia, por lo que habla en plural de «familias», mientras que Etzioni cree que existe un modo paradigmático de formación del ser humano, que es la familia de «dos padres», razón por la cual habla habitualmente de la familia en singular.

«Sexualidad plástica»

En la «democracia de las emociones» (2) desaparece todo vínculo entre sexualidad y reproducción, así como la distinción entre hetero y homosexualidad, razón por la que prefiere hablar de pareja en vez de matrimonio, considerando que ésta es el centro de la nueva vida familiar. Giddens (3) destaca la importancia para la intimidad, la democracia y la emancipación, de lo que él llama la «sexualidad plástica», esto es, la sexualidad liberada de las necesidades de la reproducción. Tal proceso de emancipación, según este autor, permite una interpretación positiva de Sade respecto a la inocencia del sadomasoquismo consentido.

El planteamiento sexual y familiar tal como aparece en Giddens no es sino una enésima repetición de la llamada «cultura de la separación» o cultura dualista, consecuencia de la reducción de la razón a la razón analítica, que procede separando y dividiendo la realidad, que previamente se encontraba entrelazada o unida como alma y cuerpo, ser humano y naturaleza, yo-otro, mujer-varón, sentimiento-compromiso.

Esta cultura de la separación va íntimamente asociada al individualismo según el cual la libertad se confunde con la independencia de los otros, de Dios y de la naturaleza. Lo que a su vez enlaza con el principio supremo del orden del mercado: la búsqueda exclusiva del interés propio como origen de la felicidad colectiva, a través del mecanismo de la mano invisible.

La manifestación más expresiva de esta cultura individualista en el ámbito de las relaciones humanas se concreta en la total separación entre enamoramiento, como sentimiento de atracción hacia otra persona, y compromiso moral y jurídico de fidelidad a esa persona.

Los niños y los ancianos, los últimos

El individualismo tiende a establecer como fundamento de las relaciones afectivas humanas exclusivamente el fenómeno del enamoramiento y rechaza de plano la presencia del derecho para establecer derechos y obligaciones recíprocas entre los cónyuges, y muy especialmente lo que signifique compromiso de fidelidad para el largo plazo o para toda la vida, lo que aparece totalmente como represivo. «Las uniones sexuales vitalicias serán casi con certeza cada vez menos comunes -escribe Giddens (4)-, el compromiso contractual con un hijo podría así separarse del matrimonio». Esto significa que el otro es visto sólo como algo que necesito para mi complemento, y por ello no pasa de puro medio, y no llega a ser considerado como persona, cesando mi relación con él cuando cesa la conciencia de su necesidad para vivir a gusto conmigo mismo.

El énfasis de Giddens en el término biológico «pareja», así como en la democracia de las emociones, le imposibilita comprender que, para que la atracción por el otro se convierta en verdadero amor, hace falta la introducción de la duración. A esta fidelidad en el tiempo al otro como persona se opone frontalmente el biologismo dominante en el ámbito cultural actual. Se trata de un biologismo en el que coinciden posiciones ideológicas opuestas. Así, la exaltación de la juventud en sentido biológico (la giovenezza), lo que recuerda al fascismo. La exclamación de A. Gide, al que se debe el vocablo, «instanteísmo»: «Oh sensación, más bella aún que el pensamiento», y que explica su afirmación: «familias: os odio» (Los alimentos terrestres).

El instanteísmo que se desprende de esta visión de la familia, que es la que en su germen defiende Giddens, conduce fatalmente a la marginación de los posibles miembros más débiles de la misma, como los niños y los ancianos. En este contexto, Giddens parece reducir el problema de la preferencia de la familia de dos padres a la monoparental en relación con los hijos casi exclusivamente a un problema de carácter económico, ya que las segundas suelen tener menos recursos (5).

La negación de la duración conduce a su vez a la negación de la familia amplia, en la que se daba la equidad generacional, que supone la solidaridad diacrónica, de los padres hacia los hijos, y después los hijos hacia los padres. También aquí el individualismo está produciendo una reducción de la familia a la familia nuclear o conyugal, que conduce hacia la marginación de los ancianos. Tal marginación se debe una vez más al individualismo, que confunde la libertad con la independencia provocando la indiferencia hacia los que no pueden cuidarse a sí mismos, así como al biologismo, que al negar el espíritu, exalta la juventud biológica y desprecia a los que ya la han superado.

Padre y madre, iguales en derechos y deberes

A la posición que sostiene Giddens se opone el Manifiesto comunitarista (A Communitarian Position Paper on the Family) redactado en 1992 por las profesoras Jean B. Elshtain, Mary Ann Glendon, y los profesores Robert Bellah, Amitai Etzioni, Albert O. Hirschmann, David Riesmann, Lester O. Thurow, entre otros cincuenta académicos de gran prestigio (6).

El núcleo esencial de dicho manifiesto, cuyos principales mentores fueron Glendon y Etzioni, es la exigencia de la familia de dos padres para la correcta formación de los hijos, así como la unión entre sexualidad y reproducción. El manifiesto quiere diferenciarse de cualquier planteamiento conservador, en la medida en que en éste subsiste una separación radical entre familia y sociedad civil, lo que va unido a la separación de roles entre mujer y varón.

Por ello se insiste en que la «cultura del familiarismo» no pretende ningún tipo de regreso a la sociedad del pasado, sino dar primacía a la igualdad de derechos y responsabilidades de madres y padres en relación con el bienestar y la formación de los hijos, que ha tendido a declinar en la sociedad contemporánea, debido al individualismo. De modo tal que «la política laboral se debe organizar en torno a las necesidades familiares». La cultura del divorcio aparece aquí no como emancipación sino como cultura de la separación que impide la adecuada formación de los hijos.

Nuevo feminismo

En su libro sobre «la Tercera Vía» (7), Etzioni enfatiza la unión entre sexualidad y reproducción destacando que el matrimonio debe contemplar como proyecto la apertura a la filiación. No se trata necesariamente de prohibir las formas de familia incompatibles con los derechos de los niños, pero sí de tener conciencia de ello. Por otro lado, señala la importancia de la complementariedad mujer-varón en tal cuidado.

Etzioni destaca que el modo más adecuado de formar la personalidad del niño es la familia con dos padres en la que tanto el padre como la madre tengan los mismos derechos y las mismas responsabilidades, lo que él llama un matrimonio de pares, de iguales (8).

Esta prioridad de la familia con dos padres se encuentra también en el movimiento feminista personalista que representan autoras como la mencionada Glendon, y Lucienne Sallé o Jo Croissant, redactoras de un Manifiesto para el «nuevo feminismo 2000». Mientras que las primeras reivindicaciones feministas se centraron en la presencia de la mujer en la sociedad, en sus distintos ámbitos -política, economía, cultura-, las reivindicaciones actuales se centran en lograr crear la conciencia de la responsabilidad de los padres en el hogar. Se trata de evitar la doble jornada de la mujer dentro y fuera del hogar y de incorporar al padre a las tareas educativas de los hijos.

[El autor menciona algunas disposiciones que subrayan la prioridad de los hijos, entre ellas la Declaración Europea de los Derechos del Niño (1992) y varias directivas de la Unión Europea.] En estos textos se produce una superación del individualismo, ya que los derechos del niño aparecen basados en sus necesidades y, por tanto, se trata de proteger fundamentalmente al que no puede protegerse a sí mismo (9).

Divorcio: de la patología a la normalidad

La Tercera Vía en cuanto comunitarismo considera que lo más alarmante de la extensión del divorcio en los últimos tiempos es que parece hacer olvidar que su realidad pertenece a la patología del matrimonio, para pasar a pertenecer a la normalidad del mismo. A ello contribuye la facilidad con la que en general las legislaciones conceden el divorcio.

El comunitarismo de Etzioni parece continuar la línea de pensamiento de aquellos autores que, dentro de la Modernidad, se han pronunciado a favor del reconocimiento de la fidelidad en el matrimonio como única garantía para la realización del amor duradero entre los cónyuges. Al hacer la relación de tales nombres puede verse cómo nada tienen que ver con el conservadurismo ni con la subordinación de la mujer al varón. Se pueden citar los testimonios, entre otros muchos, de filósofos tan dispares como Kant, Marx, Kierkegaard o Lévi-Strauss y teólogos como Tillich o Von Balthasar.

La indisolubilidad del matrimonio es proclamada también por Marx, de un modo que puede resultar sorprendente, en un escrito de juventud, concretamente publicado en la Gaceta Renana el 19-XII-1832, sobre el proyecto de ley del divorcio. Allí puede leerse:

«Nadie está obligado a contraer matrimonio, pero una vez contraído, todos están obligados a obedecer sus leyes (no a las leyes del Estado, sino las leyes internas). Quien contrae matrimonio, no crea, no inventa el matrimonio, del mismo modo que el nadador no inventa la naturaleza o las leyes del agua o de la gravedad. Por consiguiente no es el matrimonio el que debe plegarse a su arbitrio, sino su arbitrio al matrimonio».

La visión comunitarista del matrimonio y la familia de autores como Etzioni o Glendon representa, por tanto, una verdadera Tercera Vía frente al conservadurismo de los partidarios de los privilegios del varón y frente al individualismo de autores como Giddens, que no logran captar la novedad que introduce el amor humano y muy especialmente no captan los derechos de los hijos.

_________________________

(1) José Pérez Adán (ed.), Las Terceras Vías, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2001, 268 págs., 2.300 ptas. El texto del Prof. Ballesteros es el cap. 9: «Las concepciones de la familia en las Terceras Vías» (pp. 249-268).

(2) Anthony Giddens, Un mundo desbocado, Taurus, Madrid, 2000 (Runaway World: How Globalisation Is Reshaping Our Lives, Profile Books, Londres, 1999).

(3) Id., Las transformaciones de la intimidad. Sexualidad, amor, erotismo, Cátedra, Madrid, 1995 (The Transformation of Intimacy: Sexuality, Love and Eroticism in Modern Societies, Polity Press, Londres, 1992).

(4) Id., La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia, Taurus, Madrid, 1999, p. 113 (The Third Way. The Renewal of Social Democracy, Polity Press, Londres, 1998).

(5) Id., The Third Way and Its Critics, Polity Press, Londres, 1999, p. 47.

(6) Texto del Manifiesto en www.gwu.edu/~ccps/pop_fam.html (N. de la R.).

(7) Amitai Etzioni, The Third Way to a Good Society, Demos, Londres, 2000, p. 38, notas 43-44.

(8) Id., La nueva regla de oro, Paidós, Barcelona, 1999, pp. 92 ss. y pp. 214 ss. (The New Golden Rule, HarperCollins, Nueva York, 1996).

(9) Jesús Ballesteros, «El individualismo como obstáculo a la universalidad de los derechos», en Homenaje al Prof. Javier Hervada, tomo II, EUNSA, Pamplona (1999), pp. 15 ss.

Para saber másServicios de Aceprensa

94/96 Los derechos humanos, vistos por Mary Ann Glendon: «La democracia necesita de la familia» (entrevista de Aurora Pimentel).

138/98 La «tercera vía», un camino con pocas señales (Francisco de Andrés).

45/99 Amitai Etzioni, Mary Ann Glendon, Rocco Buttiglione: Para fortalecer la familia, superar el individualismo (Gabriel Vilallonga).

Libros— Amitai Etzioni, La nueva regla de oro. Comunidad y moralidad en una sociedad democrática, Paidós, Barcelona, 1999 (ver servicio 45/99).— Amitai Etzioni, The Third Way to a Good Society, Demos, Londres, 2000 (ver servicio 124/00).— José Pérez Adán, La salud social. De la socioeconomía al comunitarismo, Trotta, Madrid, 1999 (ver servicio 65/00).

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